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PLUS ULTRA desde Nuevo Laredo, Tam.
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Quedan rescoldos todavía, de la severa observación de un político lenguaraz. Si les sopla, la lumbrecita proyectará esa frase olvidada que, en su momento estelar, se repetía para todo: «La caballada está flaca». Hoy, se tendría la ineludible necesidad de adaptarla a la realidad: La yeguada también.

Según nos dice el señor presidente, «sí es posible dar con alguien que supere su trabajo sexenal». Ya adelantó a todos sus antecesores, en la potestad inédita que le confiere el cargo, citando los nombres de dos señoras y dos hombres, animándolos para dedicar «el tiempo que les quede libre» a trabajar con ahínco, en su propósito de ganarse al pueblo.
Yo veo entusiasmo en los cuatro. Nada más.

Al verlos, advierto cuanta verdad tienen las palabras de Philips Brooks: «El carácter solamente puede forjarse mediante un proceso constante y prolongado.

Claudia Sheinbaum y Tatiana Clouthier, son proyectadas en la pantalla política, por el Cácaro de la gran cámara. La primera, tiene una responsabilidad agravada por la situación económica, el caos provocado por las protestas cotidianas y, sobre todo, la inestabilidad, endemoniado agravio a la sociedad, de una cada vez más beligerante sociedad criminal. En lo referente a Tatiana, ser hija del ex-futbolista que buscó ser nominado por el PRI y, al ser rechazado se pasa a el PAN, no es mérito. El señor Clouthier se quedó chiflando en la loma panista. No pesó en el ánimo popular su candidatura.

De ellos, el de más preponderancia es el carnal Marcelo. Su figura trasciende el plano nacional. Ebrard Casaubon, es un peso completo, en el cuadrilátero pugilístico, o en el octágono marcialista, si se ganara el alimento cotidiano, contendiendo contra profesionales del noble arte de la defensa personal, pero no siendo así, sigue pesando más que el paisano de López Obrador, a quien llevó, del gobierno de su Tabasco, a la Secretaría de Gobernación. No sé cuál sea la opinión del inteligente lector, pero yo no le veo tamaños a don Adán Augusto López, para figurar en la lid presidencial en puerta.


Son los mencionados por López Obrador. En una de ellas, cifra su fe. ¿Quién? De los dos varones, ¿cuál?

Lo innegable de todo, el colofón diría el clásico, en el café político, donde está prohibido hablar de política, es la similitud con la época hegemónica del PRI. Apenas se manifestó el señor presidente y, de inmediato, a lo súpito, los panegiristas de oficio, empezaron a descubrir méritos, a ver cualidades, a advertir las características más favorables de ellas y ellos.
Apenas se supo que doña Claudia puede suceder en la Primera Magistratura a López Obrador, o que podría ser la hija del Maquío, ambas se nimbaron de epicúrea luz, de resplandores proyectando felicidad. En cuanto a don Adán Augusto y don Marcelo, los profesionales de la adulación chilanga, se disputan a punta de adjetivos, el honor de ser los más pródigos en el elogio.
Desde ya, los cuatro, según la chilangocracia, son «influencer».

En la culminación de mi punto de vista, resortea en mi ánimo, la lectura de un párrafo, entresacado del artículo firmado por Abraham Mohammed Jr. quien hace notar lo que, con intención o sin ella, margina López Obrador: La innegable capacidad para dialogar y conseguir acuerdos, del zacatecano, Ricardo Monreal Ávila, con lo cual se reafirma el paralelismo con el PRI.
Cuando el hoy convaleciente Revolucionario Institucional, se imponía en las elecciones, sólo había una forma sabia de enfrentarlo, con serias posibilidades de derrotarlo: Con otro priísta.

Si Morena sesga al zacatecano, lo convierte, ipso facto, en el factor político electoral de la oposición. Monreal Ávila, es mucha pieza.
ropegl@hotmail.com