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Santiago Creel nunca perdió el sentido del equilibrio. Sabe que en un sistema gubernamental la mesura política consiste en ser íntegro o condescendiente, según el caso.

Fue uno de los aspirantes más resistentes del Frente Amplio por México para disputar la presidencia de la República, hasta que el agua le llegó al cuello.

Sabe también que la política se caracteriza por ser circunstancial e impredecible.

Creel, analizó su peso político en esta contienda y lo comparó con el de Xóchitl. Los números de las encuestas no le favorecían. El resultado: unirse a la aventura política de la hidalguense que cada día se fortalece y está en el ánimo de quienes sufragan.

En su mensaje, el diputado con licencia señaló que la política obliga a buscar el bien común y en esta ética ningún interés personal o de partido puede estar por encima de México.

Por su parte, la senadora nacida en Tepatepec, Valle del Mezquital, tiene como pendiente cruzar la vigilada aduana que representa Beatriz Paredes.

La tlaxcalteca goza de una trayectoria reconocida por la mayoría de los institutos políticos; su inteligencia es innegable y es poseedora de una mano firme en guante de seda. Es oradora natural.

Su salud no está mermada como blasfeman sus adversarios. Pero su tiempo dorado quedó en el pasado y su vigoroso presente es motivo de análisis por una incrédula militancia que sospecha que su “lucha por la grande” es una jugarreta política diseñada desde Palacio Nacional.

Xóchitl logró en breve tiempo entusiasmar a gran parte de la población (principalmente a los jóvenes), y eso la catapultó al primer plano de este escenario sucesorio. Es un producto político fresco, oxigenado y renovado.


Las dos visten con atuendos indígenas y mestizos, lo que fortalece el amor por su origen y hacia las clases marginadas.

La hidalguense tiene un ingrediente a su favor: su modito afrancesado y simpático de hablar (por las palabras que pronuncia con la letra R).

A la sociedad –que finalmente despertó de sus pesadillas amargas–, le gustaría ver cabalgar a Xóchitl, Beatriz y Creel para enfrentar no a Sheinbaum, no a Ebrard, sino al propio poder que emana de Palacio Nacional que tiene angustiados a gran parte de los electores.

A Xóchitl solo la detendrá la perversidad de López Obrador que, a como dé lugar, pretende separarla del carril sucesorio.

Muy pronto, la cuasi omnipotencia del obradorismo empezará a eclipsarse. No todo es para siempre.

A Palacio Nacional le conviene que sea Beatriz y no Xóchitl la adversaria de Sheinbaum.

Lo que es inexorable es el poder femenino en la silla presidencial en 2024.
ceciliogarciacruz@hotmail.com