Por: Sócrates A. Campos Lemus
¡Qué conste,…son reflexiones!
Hace algunos días, platicando con un grupo de amigos recordábamos cómo nos “corregían” nuestros padres. El chanclazo, la plancha, el cinturón, los castigos para limpiar los vidrios, pintar los pisos, encerarlos, lavar los trastes, no salir durante días ni a jugar, ir a los mandados rapidito y de buenas porque si no, el castigo. No había pena que no se cumpliera.

Normalmente teníamos que conformarnos los menores con las ropas de los mayores, nada de dinero en efectivo, llevabas la torta y el refresco en una especie de cantimplora, cuidabas el uniforme escolar, te cambiabas al llegar de la escuela para tener uniforme para el otro día. Tenías que bolear tus zapatos y sacar brillo también a los de papá. Si se ofrecía, te enseñaban a planchar y eso no tenía nada de discriminador ni de prospecto para ser parte del grupo gay o por el estilo. Si daban permiso para ir a alguna fiestecita era con la condición de no llegar después de las diez y nada de cigarros o bebidas.
En fin, como que fuimos sometidos en toda nuestra juventud por nuestros padres. Ni siquiera teníamos libertad de dejarnos la greña o ponernos las chamarras de moda o bailar rock cuando lo escuchábamos en la radio de la casa sin que nos dijeran que teníamos que apagar ese escándalo y que ni siquiera entendíamos lo que decían las canciones en inglés, que eso no era música y nos ponían la que ellos escuchaban suspirando y contando sus fiestas con toda corrección, sin hacer panchos ni alborotos, pidiendo a la pareja su permiso para sacarla al baile.
Ciertamente nuestra generación siempre se vio sometida por los mayores y ahora, cuando vemos las relaciones con los hijos y somos permisibles porque no queremos que sean tratados como nosotros, les damos libertades de más y cumplimos sus caprichos, incluso aceptamos el “año sabático” porque están muy estresados o tuvieron mucha presión al final del curso escolar y nos lo explican con tal lujo de detalles que no nos podemos negar, y así, algunos de los amigos llegaba a la conclusión de que además, nuestra generación, también es sometida por nuestros hijos y así andamos de la jodida.
También es cierto que no hemos entendido lo que ha venido sucediendo y estamos desorientados porque además con nuestros hijos estamos en desventaja porque cuando hablamos con ellos nos damos cuenta de que mientras nosotros andábamos en la chinga para llevar el pan de cada día a casa, ellos tuvieron tiempo y mecanismos y equipos para avanzar en su información, por lo que ahora también tenemos que pedirles que nos digan cómo manejar un teléfono o dar salida a un problema de computadora y su información es tal que ellos, además, en un momento nos tienen en la esquina sin poder tener argumentos para contestarles.
Así que ya no sé ahora quiénes sufren más, si ellos o nosotros, porque al final de cuentas sabemos mucho pero ni idea tenemos en dónde ni cómo terminaremos en nuestras vidas y ni qué caminos seguirán nuestros hijos.
Nosotros entendimos a lo largo de la vida que deberíamos probar de todo y no caer en los vicios y nos protegimos de no fumar mota ni caer en el alcoholismo y resulta que los tiempos cambian tanto que, ahora, la marihuana no solamente es legal sino que tienen muchos beneficios para la salud y para los males y que el vino cuida el corazón.
Hoy no entendemos las razones por las qué debemos impedir el uso de drogas cuando en la realidad somos testigos que la legalización lleva el sentido de la drogadicción legal para todos, y así, pues estamos jodidos.
En fin, los tiempos cambian y si anteriormente se respetaba a las mujeres ahora se las van cambiando, o son maltratadas o violadas y solo falta que también esto se legalice, “no sea que sufran los violadores traumas porque no les permitieron violar y maltratar a una jovencita”.
Los niños piensan, desde chiquillos, que pueden demandar a los padres por maltrato si consideran que se les controla de más o se les dan las nalgadas; y a lo mejor es bueno poner freno a la violencia familiar, pero en ocasiones como que nos pasamos de lanzas… y ahí están las consecuencias.
Las nuevas generaciones no quieren tener compromisos y tal vez tengan razones para eso porque la vida no es sencilla y las condiciones no son seguras para forjarse una carrera profesional o poner un negocio. Tampoco es fácil tener un buen empleo ni facilidades para adquirir todo lo que demanda la nueva sociedad. Los celulares no son baratos y duran poco tiempo. Hay que cambiar programas y computadoras y si quiere mantenerse en el medio pues tienen que estudiar las especialidades, los cursos, las maestrías y los doctorados y no entendemos que, en muchos casos, “lo doctor pues no quita lo pendejo”, pero lo tienen que tener como referencia en su curriculum para sobrevivir y, en tales condiciones, pues solamente tienen el apoyo de los viejos padres que seguimos en la chinga y la talacha.
Y ni hablar, no entendimos los tiempos ni las circunstancias y nos dejamos someter por los viejos y por los hijos, y así pues nos jodemos por un buen rato… al final de cuentas nos damos por enterados que todo el esfuerzo que hemos desarrollado en la vida tiene el valor de lo que hemos gozado y amado. Como sabemos que no nos podremos llevar nada a la tumba así que lo que hacemos es para los que vienen atrás y ojalá lo sepan aprovechar para que sean felices, porque no nos podremos quejar, hemos sido felices a nuestro modo…nuestra generación llegó a la Luna, pero, no hemos puesto pies en la Tierra…seguimos soñando.