Por Cecilio García Cruz
Jesús Te Ampare
XALAPA, VER.- En Michoacán, el crimen organizado no sólo disputa territorios; también rivaliza por el control de la economía.
Uruapan, corazón aguacatero del país, se ha convertido en uno de los epicentros de esa guerra silenciosa que carcome a la entidad.
El oro verde –el aguacate— y el limón son los nuevos campos de batalla donde se mide el poder real: el de los cárteles que deciden precios, rutas y hasta autoridades.
Durante años, las bandas criminales han extendido sus tentáculos a todos los niveles del gobierno.
Alcaldes intimidados o comprados, policías infiltrados, empresarios extorsionados, son el pan nuestro de cada día.
En muchos municipios, los grupos delincuenciales han establecido su propio orden: imponen cuotas, designan candidatos, e incluso “autorizan” la seguridad pública.
Uruapan no ha sido la excepción; su historia reciente está marcada por el miedo, las ejecuciones y la simulación institucional.
La llegada de Grecia Quiroz, esposa de Carlos Manzo, a la Presidencia Municipal, representa más que un relevo político, simboliza un intento de reivindicación, una apuesta por la limpieza moral y el rescate de la autoridad legítima.
Por el honor de su esposo –víctima de un sistema podrido que permitió su ejecución pese a la supuesta protección oficial–, Quiroz García encarna la esperanza de una ciudadanía cansada de los silencios cómplices y de los gobiernos que se arrodillan ante el crimen.
Pero el reto es monumental.
Ningún cambio será posible sin la intervención decidida del gobierno federal.
Michoacán necesita que la “barredora” de la Federación entre de verdad, no con discursos ni operativos mediáticos, sino con una estrategia integral que desmantele las redes económicas y políticas que sostienen al crimen.
La lucha por Uruapan no sólo es territorial; es por el alma del Estado, por su dignidad y por su futuro.
Si el gobierno permite que los grupos delincuenciales sigan dictando la agenda, el resultado será el mismo: más muertos, más miedo, más silencio, más corrupción.
Pero si respalda a quienes todavía creen en la legalidad, como Grecia Quiroz, se podría encender una luz en medio de la oscuridad que desde hace años enturbia a Michoacán.
Por respeto al valiente Carlos Manzo, por el derecho de su pueblo a vivir sin miedo, es momento de purificar Uruapan. No de discursos, sino de criminales, corrupción y complicidades.
Porque mientras el aguacate y el limón sigan teñidos de sangre, ningún desarrollo será verdadero, y ninguna autoridad será respetada.
El Gabinete de Seguridad –donde resalta la figura de Omar García Harfuch—tiene el gran reto para que la sociedad de Uruapan viva sin miedo.
ceciliogarciacruz@hotmail.com