En Tepoztlán, conocí hace muchos años al Barón Von Wuthenau, de quién, lo primero que ví, fue su espalda encorvada sobre un riachuelo contaminado.
Este noble alemán a sus 90 años, desde el amanecer empezaba a revisar todas las calles, cañadas, riachuelos de Tepoz, en compañía de su perro. Un famélico de barrio que moviéndole la cola le demostraba su fidelidad, misma que él tenía para con la Madre Naturaleza.
Gracias a su ávida atención en la permanente tarea, hacía una recolección diaria sorprendente, de latas, botellas, papeles, o cualquier otra cosa que pudiera contaminar el paisaje, ríos, arroyos y cañadas de su adorado pueblo.
Por las tardes, en el quiosco del parque, hacía campaña para que los Tepoztecos aprendieran a cuidar de su medio ambiente.
Wuthenau recorría Tepoz con cubeta en mano para depositar en ella cualquier desperdicio que encontrara. Y si la basura estaba sobre las aguas, se introducía en ellas protegido por sus botas de hule que le llegaban a las rodillas, El nonagenario Barón igual que médicos y curanderos de esa región de Morelos estaba convencido de que el origen de las enfermedades, en las poblaciones rurales, era consecuencia de la contaminación de los veneros y la falta de agua potable.
Así que también diseñó unos diques para rescatar y preservar los cauces de ríos, arroyos y limpiarlos de basura en las épocas de seca.
Todo su tiempo y recursos, el Barón los invertía en esta tarea. Tarea que inició sólo y la terminó sólo. Nunca contó con la ayuda de las autoridades que más bien lo obstaculizaban. En varias ocasiones hasta le prohibieron hacer esta limpieza porque no tenía el permiso oficial para hacerlo.
Quizá en alguna ocasión, un maestro de secundaría y sus alumnos le ayudaron, pero normalmente él pagaba a dos o tres peones para hacer la limpieza de los ríos, bajo su supervisión.
Wuthenau multifacético humanista tenía como lema: “abajo todas las fronteras para ayudar al planeta”. Vivió y murió en Tepoztlán, donde enseñó a muchos campesinos y a gente acomodada su filosofía de respeto a la vida, a la Madre Naturaleza.
El Barón heredero de un gran castillo en Sajonia, que jamás reclamó, era muy feliz viviendo en un cuarto redondo con una pequeña cocina, un bañito y las paredes repletas de libros, algunos de los cuáles mantenía desparramados, por meses, sobre una rústica mesa de madera.
“Tierra, imagen mía,
aunque pareces tan impasible, amplia esférica,
sospecho ahora que eso no es todo;
sospecho ahora que hay en ti algo, susceptible de estallar
que no me atrevo a expresarlo con palabras”: Walt Whitman
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