Al inicio del siglo pasado Sigmund Freud escribió “Die Traumdeutung”, librito rechazado por los científicos de aquellos tiempos. Hoy, con el titulo de “Interpretación de los Sueños”, es el más vendido en todo el mundo.
Para Freud los sueños permiten satisfacer aquellos deseos reprimidos que por temor a una moral convencional no se permiten aflorar. Pero esos deseos están ahí y saldrán cuando menos lo esperemos o en el momento que dormidos aflojamos nuestro cuerpo.
Jung, Adler, alumnos de Freud, continuaron con el estudio de los sueños hasta lograr toda una ciencia de su interpretación, que en la actualidad no se pone en duda, igual que hace 4,000 años en escritos babilónicos, y después en la Biblia y el Talmud, entre otros libros sagrados.
Pero sigamos recorriendo el calendario, para situarnos en la Segunda Guerra Mundial. En 1940 los aviones alemanes bombardearon Londres y los ingleses buscaban información sobre las bases enemigas. Lord Dowing proporcionó una información obtenida por su esposa mientras dormía que resultó de gran éxito para las medidas defensivas.
Terminada la guerra Francia, Inglaterra, Alemania, Rusia y los Estados Unidos decidieron adentrase en esta vieja y nueva ciencia. En reconocidas universidades se instalaron laboratorios para realizar experimentos, que precisaron que mientras se duerme la mente esta más activada y que por ello, con mayor facilidad, se puede fortalecer el intelecto, mejorar la condición física, programarse para no envejecer y sanar de enfermedades.
El sueño es la más valiosa ayuda. De hecho desde hace más de 40 años en centenares de centros de estudios oficialmente se enseñan idiomas, matemáticas y otras materias mediante instrucciones que se reciben durante el sueño.
También se ha comprobado que la mente humana no está limitada durante el sueño por el pasado, presente y futuro, por lo tanto es posible revivir sucesos del pasado, prevenir lo que aún no acontece y dar solución a problemas presentes.
Niels Bohr, premio Nobel de Física, tuvo un sueño y en el se le dieron fórmulas que introdujo en el proceso atómico. De ahí surgió el nuevo modelo del átomo universalmente aceptado. Su nombre es Bohr.
Otro premio Nobel de Medicina, el canadiense Frederick Grant Banting, soñó los procedimientos para aislar la insulina, remedio eficaz en la lucha contra la diabetes.
Por su parte el doctor William C. Demnet comprobó que a las personas a quienes se impide soñar durante más de quince días pueden morir a causa de esta privación.
Bueno, ahora ustedes se preguntarán: ¿a qué viene todo esto?
Simplemente para justificar a los dormilones quienes a veces se atormentan con aquello de que: ¡dormimos 8 horas diarias, nos pasamos durmiendo una tercera parte de nuestra vida! Y más aún: ¡tenemos 70 años!….¡20 años hemos estado tumbados en la cama sin hacer nada!
No, no es así, a pesar de lo puedan opinar los fisiólogos especializados de que con tres horas de sueño es suficiente para que nuestro cuerpo se recupere, la realidad es que sin soñar no podríamos vivir.
“Soñar sirve para reorganizar nuestra conciencia. Soñar es reorganizar el alma”, como lo señala Emilio Salas en alguno sus libros.