Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Nos escribe con claridad y aprecio. Y lo reproducimos con alegría:
“Mi estimado Señor Carlos.
Se que nunca está demás un saludo pero aunque parezca que estamos ausente siempre está usted y las chicas del coro en mi corazón.
“Con usted comencé a dar terapia a domicilio. Fue primer paciente y dicen que el primer paciente jamás se olvida ¿o cómo es?
Ya mero es la una y a la una sólo una y medio rebajada jajajá.
Ahorita estoy en un consultorio pero por las vacaciones que se aproximan no hay tanto trabajo. Ya sabe primero la diversión, luego la salud. Ja ja já.
Le mando un gran abrazo. Saludos a todos”
Y vivamos el presente.
Qué agradable saber de Dalia Martínez Serrano, gran fisioterapeuta, y darnos cuenta que además de experta en su materia, también sabe manejar el idioma, del que nosotros nos ufanamos usar.
Doña Dalia, con éste, como usted dice, su primer paciente a domicilio, confirma ser también taxidermista, porque ya nos convirtió, como las chicas del coro, en puro cuero, pues no hemos aumentado de peso. jajajajá y re já.
Bueno saber que tiene su consultorio y la felicitamos con entusiasmo desmedido.
Sí, nosotros, que gracias a su habilidad doctoral podemos movernos, le enviamos fraternal y respetuoso, pero apretado abrazo.
Yo CRG que, eso nunca falla, como ya es la una, pues una a su salud. Y ni media más.
Somos, usted lo sabe, disciplinados.
Y, con más calma, por orden del geriatra, y vigilancia del abogado Jorge Alberto Ravelo Reyes, a quien obedecemos, respetamos y bendecimos a cada instante, a los aún 92 años, continuamos los ejercicios enseñados. A paso lento, también por la pandemia”.
Y a toda prisa cambiamos sobre el trastorno por duelo prolongado de que nos habla otra doctora, sicoterapeuta, poeta, escritora y, decimos, muy inteligente.
Cuando el duelo se prolonga los dolientes deben buscar ayuda, no dejar que el tiempo lo resuelva, acostumbrarse a vivir con bajo rendimiento y retirarse de la sociedad.
Algunas recomendaciones: buscar la manera de aceptar la pérdida, darse el permiso de sentir el dolor, no enmascararlo con fármacos (es tan frecuente en los sepelios gente metiche que les ofrece narcóticos, el doliente luego se queja de no acordarse de nada)
Encontrar y recuperar el sentido al dolor, buscar ayuda profesional con expertos, no perder sus redes de apoyo y encontrar para su tiempo libre algo que les apasione
Claro doña Rosa Chávez Cárdenas, muy sutil, nos explica en “Candelero” del maestro Abraham Mohamed Zamilpa, que el proceso de duelo depende de la resiliencia, los afectos con la persona fallecida, lo aprendido en la familia y en el entorno cultural.
El duelo es muy personal independiente a como lo vive cada uno, nada más traumático que negarle a un deudo el dolor que el fallecido le provoca, nada más absurdo que ponerle unos días o meses para recuperarse.
Lo que llama la atención son las acciones de muchas personas llevan a cabo para negar el dolor: irse de viaje, de fiesta en fiesta, sustituir con otra persona en los casos del fallecimiento del conyuge, dar vuelo a las compras compulsivas y esconder el dolor con alcohol o con comida.
Se considera duelo prolongado los signos y síntomas que presenta una persona después de un año que no le permiten volver a sus actividades habituales y cuando continúa en estado de Anhedonia, esa falta de placer por vivir, signos visibles de una depresión como bajar de peso o por el contrario el incremento, la falta de energía, los comentarios frecuentes sobre la muerte y las ideas de suicidio.
Después de años de debates sobre el tema, los millones de fallecimientos en la pandemia fueron el detonante para que el trastorno por el duelo prolongado fuera incluido en el nuevo Manual de los trastornos psiquiátricos que ya va en su quinta edición, el DSM5.
Incluir el trastorno por duelo prolongado en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales tiene sus ventajas y desventajas.
A partir de esta inclusión los médicos pueden facturarles a las compañías de Seguros de Salud por tratar a los pacientes con esta “patología”.
El duelo pasa por varias etapas: impacto, negación, coraje, miedo, ansiedad y depresión.
La mayoría de las personas se atrapan en la negación, en nuestro país lo vemos a diario con las señoras que tienen hijos desaparecidos las que han formado asociaciones.
Cuando les preguntan cuántos años tiene desaparecido, responden “diez, ocho, quince años”.
En estos casos hablamos de duelo prolongado.
La desaparición de un familiar por secuestro, violencia, “levantón” es de los procesos más difíciles de resolver, el hecho de no saber cómo o donde quedaron los restos de su familiar, prolonga la recuperación.
Las madres continúan con la esperanza que algún día su hijo regrese o por lo menos que encuentren sus restos y mencionan “darle cristiana sepultura”.
La madre vive su dolor, se retira del contacto social, los otros hijos no solo pierden a su hermano también pierden a sus padres, la pareja en lugar de unirse termina separada.
Anteriormente las viudas se vestían de negro el resto de su vida y no se daban el permiso de continuar adelante.
El doctor Paul Appelbauum, presidente del comité directivo supervisó la revisión de la quinta edición del Manual, llegó a la conclusión que sufrir la pérdida más de un año se convierte en un trastorno que debe ser atendido por los expertos en salud mental.
Otros profesionales no estuvieron de acuerdo en la clasificación de incluir el duelo como una enfermedad mental.
Como profesional en el tema tampoco estoy de acuerdo en que el dolor de la pérdida sea clasificado como una patología, es un hecho, se abusa de etiquetar en patologías como el déficit de atención, me parece absurdo que traten a los niños como enfermos mentales o que padecen una discapacidad solo por presentar déficit de atención en estos tiempos de tantos estímulos y cerebros acelerados.
La depresión prolongada puede ser reactiva a un duelo, se clasifica como exógena, también se debe a otras causas: traumas de la infancia, perdida de un negocio, de un trabajo y hasta de una mascota.
En la depresión endógena los signos y síntomas se deben a un mal funcionamiento orgánico.
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