“Dame Señor la dicha y yo me encargaré de ser ecuánime”: Ta gore.
Serenidad es ecuanimidad, calma interior, sosiego, estabilidad de ánimo, dominio de uno mismo.
La persona serena huye del activismo, es decir del afán de hacer mucho sin dirección, sin sentido. Tampoco se deja llevar por la precipitación y los impulsos. Actúa después de pensar.
La serenidad proporciona una fuerte energía vital. La serenidad no es apatía, impasibilidad o dejadez. Por el contrario, va de la mano de la ponderación y de la objetividad. No hace tragedia de pequeños sucesos negativos. No dramatiza. Mira los sucesos con realismo, con ánimo positivo.
La persona serena conserva la calma sin desesperarse ni desanimarse. Enfrenta los problemas uno a uno, estudiando a fondo cada asunto y tomando alguna decisión.
Después actúa con prontitud, de esa forma van desapareciendo los problemas. Tiene serenidad para reprender. Serenidad al tomar decisiones complejas; serenidad ante la injusticia; serenidad en momentos difíciles.
La serenidad se va obteniendo conforme se madura espiritualmente.
La serenidad no se aplica con gritos, rencores, angustias, temores, miedos, enojos, etc.
La alegría interior y ecuanimidad suelen ir unidas con la serenidad que proviene de confiar en DIOS.
“Dame Señor la dicha y yo me encargaré de ser ecuánime”: Tagore.