Jesús Te Ampare 

(“Cuando la ley se desvía de su propósito verdadero, se convierte en una herramienta de saqueo”: Frédéric Bastiat).
Desde el origen de la civilización, la ley surgió como un pacto social: la garantía más elemental para proteger al individuo del abuso del más fuerte.

Defender su vida, su libertad y su propiedad privada fue siempre el propósito fundamental del Derecho.

Sin embargo, cuando el poder político se apropia de la ley y la manipula a conveniencia, aquello que protegía al ciudadano se transforma en el arma que lo oprime.

México no es la excepción; es el ejemplo perfecto.

Hoy observamos un fenómeno alarmante. El aparato estatal crea leyes que violan las mismas leyes, una contradicción tan insultante como peligrosa.

Con la legitimidad del monopolio de la fuerza en sus manos, el Estado obliga a millones a obedecer regulaciones que no protegen derechos, sino que los restringen.

Mientras tanto, quienes gobiernan se blindan bajo un sistema jurídico diseñado por ellos mismos para garantizar su impunidad.

La ley se ha convertido en un instrumento de control político y económico, lejos de aquel pacto que sustentaba “todos somos iguales ante la ley”.

POLÍTICOS CON LICENCIA PARA ROBAR.

Frédéric Bastiat, legislador francés del siglo XIX advirtió este escenario con claridad profética: “La ley se pervierte cuando permite que unos vivan a costa de otros”. A ese fenómeno lo llamó saqueo legal.

En la actualidad, no hace falta ser un criminal para robar: basta con ser político.

Quien transgrede derechos desde el poder no teme a los tribunales, los controla.

El ciudadano común no puede hurtar un peso sin enfrentar consecuencias. Pero si un político toma millones del erario y lo justifica con discursos de justicia social o redistribución, entonces es aplaudido, protegido e incluso reelecto.

El saqueo legal deja de ser crimen para convertirse en “política pública”.

Se premia al depredador si viste traje y ocupa oficina en Palacio.

EL IMPUESTO COMO HERRAMIENTA DE SOMETIMIENTO.

¿Qué diferencia hay entre un asaltante de Banco y un recaudador del Estado?

El primero arriesga la vida por un botín. El segundo te exige el botín por ley… y si te resistes, va por tu libertad o tus bienes.

El Estado mexicano, en muchos sentidos, trata al ciudadano como si fuera propiedad del gobierno.

Aunque la Constitución dice que no hay tributo sin representación, en la práctica el dinero del pueblo termina concentrado en la élite que administra el sistema.

Se cobra en nombre del bienestar social, pero:

• Se redistribuye hacia aliados políticos.

• Se financia a grandes corporaciones con privilegios monopólicos.

• Se reparte migaja al pueblo para asegurar votos.

Un círculo vicioso es que el poder paga su permanencia con el dinero de los gobernados.

CUANDO LA LEY PROHIBE LA LIBERTAD.

La ironía está instalada en la vida pública.

Una persona está impedida por ley de dificultar la libertad ajena; pero el Estado sí puede coartar la libertad de todos.

Un individuo no puede agredir al prójimo; pero el Estado sí puede usar la fuerza brutal para obligar a la población a obedecer decretos injustos.

El ciudadano no puede dictar normas arbitrarias; pero un Congreso puede aprobar miles de leyes al año que regulan hasta el más mínimo aspecto de la existencia humana.

Y al final, si cuestionas, te conviertes en adversario del sistema. El delito es no obedecer.

La ley ha sido manipulada de tal forma que puede revivir un asunto ya juzgado, lo que facilita anular una sentencia judicial firme y definitiva.

La “Cosa Juzgada” significa precisamente que ya no puede ser impugnada.

La misma Presidenta Sheinbaum es tajante al no coincidir con tan descabellada postura de algunos Ministros.

ceciliogarciacruz@hotmail.com