Por: Cecilio García Cruz
ceciliogarciacruz@hotmail.com
Jesús Te Ampare
Contra todo lo que se diga, México es un país que no ha dejado de ser rico en hidrocarburos.
Nuestra tradición petrolera tiene sus antecedentes desde que se hicieron las primeras perforaciones en el siglo XIX.
“El Niño Dios te escrituró un establo/y los veneros del petróleo, el diablo”, consignó en su poema “La Suave Patria” el zacatecano Ramón López Velarde.
A principio del siglo pasado, la explotación era intensa con una exportación enorme, pero el petróleo no era nuestro. La industria estaba en manos de extranjeros.
En 1935 operaban poco más de 20 compañías que, salvo Petromex, eran propiedad de Estados Unidos, Inglaterra y Holanda, principalmente.
Desde entonces, dominaba la Royal Ducht Shell, a través de la compañía “El Águila”, emporio petrolero anglo neerlandesa (Inglaterra-Países Bajos) que hasta la fecha es una de las cuatro más grandes del mundo.
El 18 de marzo de 1938, Lázaro Cárdenas del Río cristalizó la expropiación petrolera y México se convirtió en el dueño de “los veneros del diablo”.
A mediados y fines del siglo XX llegamos a estar entre los primeros cinco países productores y a tener una de las mejores tecnologías del mundo, para la exploración, explotación y refinación.
Pemex se convirtió en un símbolo de orgullo e identidad.
Pero llegó el neoliberalismo globalizador y apareció, por la concupiscencia de sus funcionarios, la maldita corrupción que pudrió a la industria petrolera.
La producción de crudo se desplomó y de tres millones 700 mil barriles diarios en 2004, llegamos en marzo de 2019 a un millón 700 mil barriles por día. Es decir, dos millones menos que en 15 años.
El famoso brazo tecnológico de PEMEX, el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), fue olvidado en su totalidad.
Y Pemex, se endeudó hasta la raíz. Puso en peligro no sólo su propia economía, sino también el equilibrio financiero del país.
Con la Cuarta Transformación de AMLO, se contempla revivir la industria petrolera.
Para ello, además de rehabilitar las seis refinerías existentes, algunas trabajan por debajo de su capacidad real, está la promesa de construir la de Dos Bocas, Tabasco.
Se pretende que opere en tres años con una inversión máxima de 8 mil millones de dólares, unos 160 mil millones de pesos. Toda una hazaña.
Y más aún, cuando tres de las más grandes compañías mundiales invitadas a concursar, simplemente “tiraron la toalla”. Se les hizo poco el plazo para construirla y raquítica la cantidad de 8 mil millones de dólares.
La licitación se declaró desierta.
Son incontables las voces que advierten la insensatez del proyecto.
Sin embargo, el presidente López Obrador decidió que sea Pemex quien la construya, con la colaboración del IMP y bajo la supervisión de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, quien en su vida solo ha imaginado “Castillos en el aire”.
Han transcurrido 40 años y ningún gobierno construyó una sola refinería. Es decir, hay varias generaciones que no están capacitadas para desarrollar esta compleja tecnología.
Pero los viejos de la comarca que sí participaron en la fabricación de la refinería de Tula, la última que se fundó en nuestro país, la más joven de todas, podrán aportar sus conocimientos en este enorme desafío.
De ahí que el presidente convocó a personal de Pemex, incluidos los jubilados, para contribuir con su experiencia en esta cruzada.
Urge reactivar la refinación porque las 6 factorías activas apenas procesan un total de 570 mil barriles por día. De ahí que más del 70 por ciento de las gasolinas se tengan que importar.
En principio se dijo que la capacidad de Dos Bocas sería de 340 mil barriles diarios, en dos trenes de refinación.
Ahora que todo cambió, la refinería se hará en dos etapas; la primera podrá procesar sólo 170 mil barriles, es decir la mitad.
Utilizarán el mismo tiempo y la misma cantidad de dinero, 8 mil millones de dólares. Es una visión cortoplacista.
Es decir, que ahora costará 160 mil millones de pesos para refinar 170 mil barriles por día de petróleo pesado, del tipo Maya.
El refinanciamiento que logró Pemex por parte de tres bancos extranjeros, le dan un respiro pero no resuelven sus retos financieros.
Esto significa que Dos Bocas será una instalación industrial “chiquita”, pero de que se hace, “me canso ganso”, vociferó AMLO.
Si Rocío Nahle no ha podido “amarrarle la lengua” a su recomendado en el gobierno de Veracruz para evitar que el tren de la sucesión descarrile, esperemos que este reto sí lo cumpla. Si la titular de la secretaría de Energía lo logra, se convertirá en un “gallo de pelea” muy bravo para el relevo político en Veracruz.