Hay mucho que decir acerca del proceso electoral que recién está llegando a su etapa final. De inicio, resulta altamente positiva la enorme participación ciudadana en las urnas, más aún, al tratarse de una elección intermedia y a pesar de los inconvenientes derivados de la crisis sanitaria.
Al mismo tiempo, se advierte un proceso de consolidación democrática en México, que ya no tiene vuelta atrás.
Como era de esperarse, la violencia política tuvo algunos brotes durante la jornada comicial; en diversos puntos se reportaron robos de urnas o boletas electorales, y vandalismo o compra de votos a las afueras o en los alrededores de algunas casillas, aunque por fortuna tales situaciones no fueron generalizadas y hubo una gran labor de denuncia ciudadana y visibilización de estos actos a través de redes sociales.
Aún hay un largo camino por recorrer para extirpar todas estas prácticas lesivas para el ejercicio democrático, pero con el fortalecimiento institucional y el avance de las tecnologías de la información y de la comunicación cada vez quedará menos margen para la impunidad.
No obstante que las autoridades electorales reportan una participación ciudadana superior al 50 por ciento del padrón de votantes, para el Estado mexicano, en los tres órdenes de gobierno y los partidos políticos resulta evidente que existen pendientes importantes para motivar al otro 50 por ciento y abonar con ello a la construcción de una democracia sustantiva en nuestro país.
El grado de participación del electorado en las urnas nunca dejará de ser un factor preeminente para considerar la cualidad de las instituciones en términos de legitimidad, por lo que no se deben soslayar los esfuerzos para encontrar los canales de comunicación óptimos que motiven el pleno ejercicio de los derechos políticos de todas y todos los mexicanos.
Por otro lado, igualmente importantes resultan los ejercicios de reflexión en torno a los resultados de la justa electoral del domingo pasado. Morena obtuvo resultados muy favorables a nivel nacional, que lo siguen situando como la fuerza política de mayor relevancia en todo el país.
Antes de los comicios, Morena, junto con sus aliados, encabezaban 7 Gobiernos estatales, y se contaba con mayoría en 17 Congresos locales. Para finales de este año, el partido estará al frente, al menos, de 17 Gubernaturas y de 18 Congresos estatales.
Asimismo, la coalición Juntos Hacemos Historiavolverá a tener mayoría absoluta en la Cámara de Diputados para la LXV Legislatura: de los 300 distritos electorales en disputa por el principio de mayoría relativa, 184 se decantaron por la coalición. El refrendo ciudadano se hizo patente.
Por otra parte, el propósito fundamental de la oposición representada por la coalición Va por México era aumentar su número de curules en la Cámara Baja, para poder frenar legislativa y presupuestalmente a la 4T. Sin embargo, ese objetivo no se cumplió.
El conteo preliminar apunta a que alcanzarían aproximadamente entre 181 y 213 curules, mientras que Juntos Hacemos Historiaobtendría entre 265 y 298 curules. Evidentemente, la oposición se mantendría muy por debajo del grupo mayoritario en el Congreso y estaría imposibilitada para frenar las reformas a los ordenamientos secundarios u otros productos legislativos de ese orden que presentara la 4T.
Si bien algunos líderes de oposición han celebrado que en San Lázaro el grupo afín al presidente no obtuvo la mayoría calificada —que se construye con 333 diputaciones, de las 500 existentes—, la cual es necesaria para promover reformas constitucionales, esto no es del todo preciso, pues ni siquiera en la actual LXIV Legislatura en la Cámara de Diputados el grupo mayoritario detenta ese tipo de mayoría.
Los proyectos relacionados con enmiendas a la Carta Magna han sido producto de la negociación y el consenso con otras fuerzas políticas. No se ha requerido contar con la mayoría calificada, porque el diálogo y la razón han asistido los proyectos constitucionales que hasta ahora ha presentado la 4T.
Recuérdense, al respecto, la cancelación de la reforma educativa auspiciada durante la pasada administración y la histórica votación unánime en el Senado, que permitió la creación de la Guardia Nacional. Ambos son ejemplos claros de la capacidad de diálogo y de construcción de acuerdos para el bienestar general, que caracterizan los liderazgos de los grupos mayoritarios en ambas cámaras del Congreso.
Por lo que ve al partido oficial y sus aliados, los resultados obtenidos en las pasadas elecciones son óptimos; no sólo se conserva la mayoría absoluta en San Lázaro, y con ello el respaldo a la consolidación de las reformas y los proyectos estratégicos del mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, sino que además se logra la mayoría absoluta de las Gubernaturas y de las Legislaturas locales. No cabe duda de que en estos comicios quedó fehacientemente convalidado el buen paso que se tiene dentro de la administración pública federal.
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