Ráfaga…
(Ayudar en la lucha contra la pendemia, es vivir mejor).
El motociclismo como medio de transporte en las ciudades y la práctica deportiva en carreteras, está fuera de control de las autoridades federales y locales, estatales o municipales.
Los accidentes se registran diariamente en las avenidas, calles y calzadas y los fines de semana en “las rodadas” por autopistas o carreteras federales.
Las autoridades argumentarán que hay reglamentación para que puedan circular esos automotores. Sin embargo no existe control y las observancias legales no se cumplen.
Lo sucedido el domingo 15 en las cercanías del paraje Tres Marías, en la autopista México Cuernavaca, prende los focos rojos. Es un llamado urgente para que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes intervenga, con el apoyo de las autoridades estales y municipales. El asunto es competencia de esa dependencia. El personal patrullero que tienen en las vías mencionadas, están dedicados a extorsionar a los traileros, pero no para impedir que automóviles, camionetas, camiones y motocicletas sean guiados por choferes que no respetan las señales de la velocidad permitida.
Si se revisan los reportes policíacos, las actas del Ministerio Público y los informes que se redactan, encontrarán las autoridades correspondientes que todas las semanas hay accidentes carreteros en que pierde la vida un motociclista.
El suceso se vuelve cotidiano y pasa a ser un número más en las estadísticas. Puede llamar la atención cuando se registran varias víctimas, comento que “pueden”, porque siempre hay una justificación oficial, en el sentido de que los irresponsables no respetan la señalación de velocidad autorizada.
PREPOTENCIA SOBRE RUEDAS
Quienes hemos viajado y los que han conducido su vehículo en carreteras federales o en las de cuota, encontrarán siempre motociclistas en su camino. Los sábados y domingos son caravanas de un mínimo de ocho a diez motociclistas enfilados, muchos de ellos acompañados por la esposa, la novia o la amiga; son parejas de jóvenes entre los 15 y los 35 años de edad. Hay quienes inclusive llevan equipaje.
Nada tiene de extraño que salgan a sus paseos y que sientan un nuevo aire, un respiro especial, al tripular sus modernas y aparatosas motocicletas. Tampoco soy partidario de restringir ese derecho a disfrutar así la vida. Pero…
El pero es que he sido testigo, como muchas personas, que una característica de quienes practican ese deporte en forma amateur, los hay profesionales, hacen alarde de su prepotencia. Su vestimenta, sus cadenas en el cuello, los presentan como omnipotentes. En los restaurantes entran como abriendo plaza, fulminan con la mirada a las personas. Ese tipo de motociclistas es el que arranca su máquina y compite con sus amigos, “a ver quién hace menos tiempo”. Empieza “la apuesta, las carreritas” hasta llegar a los 250 kilómetros por hora, como sucedió el domingo pasado entre los kilómetros 51 y 52 de la autopista con dirección a la ciudad de Cuernavaca.
El testimonio de uno de los jóvenes que participaba “en las carreritas”, difundido en los noticieros televisivos, es una prueba irrefutable para que la Fiscalía General de la República inicie “la carpeta” contra esa persona por violación a la Ley General de Comunicaciones. Ese delito, se persigue de oficio. Obvio que el declarante no es responsable de los delitos de homicidio, lesiones, daño en propiedad ajena y los que resulten.
Por la cercanía con la Ciudad de México, esos hechos son noticias en la televisión, la radio y el diarismo impreso, aunque en éste último minimizan esas informaciones. Los accidentes en que se involucran motociclistas los hay en toda la República, porque existen clubes y grupos de motociclistas finsemaneros. Es lamentable y triste, pero la prepotencia y la irresponsabilidad, son factores determinantes y los jóvenes no adquieren conciencia.
Don Agustín Acevedo Arrieta asegura que no debo generalizar la crítica a los motociclistas, porque “hay clubes de quienes lo practican respetando las normas legales, respetando las señales en sus viajes por carreteras, cuidamos nuestra propia vida y la de los demás”. Es integrante de un grupo en que hay personas hasta de 80 años de edad y que no ponen en peligro a nadie. Hay competencias anuales, organizadas por Michel Jordain, en diferentes autódromos de la República, siempre con saldo blanco.
CONSECUENCIAS INMEDIATAS
La secuencia de una tragedia, sea de un muerto o varios, es dolorosa, embarazosa, burocrática y de abusos policíacos, según me expresó el integrante de un club de motociclismo del Estado de México. Está plenamente identificado, pero solicitó el anonimato. Una o varias familias destrozadas por la pérdida del ser querido, máxime si deja hijos sufre por los engorrosos trámites ante el Ministerio Público y la entrega de los restos. Más aún si interviene la autoridad municipal en auxilio de la estatal y la federal.
En el caso referido, los vehículos son llevados a los corralones, los grandes negocios de funcionarios locales. “Los tráileres, me dijo, son desmantelados totalmente y al dueño le cobran alta cuota por el arrastre de la grúa y el espacio de piso en el corralón”. La misma persona agregó: “Me consta que un señor Manzur que fue secretario de gobierno en el Estado de México, tiene varios de esos negocios”. Sí, un señor Manzur tuvo ese cargo recientemente.
Bueno, antes de continuar, es importante comentar que en épocas anteriores, en la era de los neoliberales, conservadores y corruptos, había vigilancia policíaca tanto en las autopistas como en las carreteras libres. Las patrullas no las ocupaban “angelitos” pero imponían miedo a los manejadores. Hoy ni esos “angelitos” aparecen, salvo para detener la marcha de los traileros. Me dijeron “habían de mandar a los de la Guardia Nacional, porque esos no están ocupados como militares en tareas ajenas a su misión”.
EN LA CIUDAD DE MÉXICO
En el primer párrafo señalé que los motociclistas también son un peligro en todas las arterias de la Ciudad de México. Circulan por donde les da la gana, incluyendo banquetas y camellones; lo hacen en sentido contrario a los señalamientos viales y los vemos en viaductos y el periférico, en los segundos pisos. Van a alta velocidad, zigzagueantes, “culebreantes”, rebasan lo mismo del lado derecho que el opuesto. No respetan, en transitadas avenidas, calzadas y calles, los semáforos con luz roja. El “alto” no existe.
En la Capital Mexicana se desplazan diariamente millares de automóviles, camionetas, camiones de pasajeros, transportes de servicios y los ciclistas, éstos al igual que los conductores de motos, no respetan las reglas de tránsito. Los uniformados portan un chaleco amarillo con la leyenda de “Tránsito”, sin que sepamos para qué los mandan a la calle.
jherrerav@live.com.mx