El Papa León XIV presidió en la Basílica de San Pedro su primera misa solemne dedicada a la Virgen de Guadalupe, un acto que reunió a fieles de México y de diversas partes del mundo. La ceremonia, marcada por cánticos y la presencia de un gran cuadro de la Guadalupana junto al altar, se convirtió en un momento histórico dentro de su pontificado y reforzó la tradición instaurada por sus predecesores Juan Pablo II y Francisco.

Durante la celebración, el pontífice elevó una petición a la Virgen, exhortando a las naciones a evitar la división y a rechazar el odio como parte de su historia. Al concluir la misa, se recogió frente a la imagen y entonó el himno “La Guadalupana”, gesto que conmovió a los asistentes y reafirmó la devoción mariana en el Vaticano.

La ceremonia fue concelebrada por numerosos sacerdotes y destacó por la participación de comunidades mexicanas y latinoamericanas, quienes consideran a la Virgen de Guadalupe una de las advocaciones más arraigadas en el mundo católico.

Robert Francis Prevost, prefecto de la Congregación para los Obispos, expresó su deseo de viajar a México para venerar personalmente a la Guadalupana, manteniendo viva la tradición de acercamiento entre la Santa Sede y los devotos mexicanos.