Jesús Te Ampare

XALAPA, VER. 22 09 2025.- No mentir, no robar y no traicionar. Tres principios que se reiteran como dogma en la narrativa de la “Cuarta Transformación”.

Sin embargo, como suele ocurrir en la política mexicana, las expresiones solemnes comienzan a desdibujarse cuando se confrontan con la cruda realidad.

Porque no todo lo que brilla es oro, y el resplandor de la pureza proclamada se opaca con la oxidación de la corrupción que nunca se fue: únicamente cambió de protagonistas.

La putrefacción no perdona. Carcome y hunde los niveles más preciados de la política, la economía y la sociedad.

La Marina, institución que durante años se jacta incorruptible y guardiana de la disciplina, enfrenta ahora un desafío mayúsculo.

El propio secretario de Marina, Almirante Raymundo Pedro Morales, reconoció que en la dependencia que encabeza se tejió una cadena de deshonestidad que involucra a altos mandos navales con la red de huachicol fiscal.

No es poca cosa. Asumir públicamente que la casa no estaba limpia muestra una señal de valentía, pero también de urgencia; porque cuando las cloacas se destapan, el hedor alcanza la cima.

La corrupción, conviene recordarlo, no comenzó ayer. Viene incubándose desde el sexenio pasado, cuando los contratos, las adjudicaciones directas y los privilegios discrecionales se multiplicaron al amparo de un discurso de moralidad pública.

Hoy, lo que parecía blindado se exhibe vulnerable.

Con la detención de personajes como Hernán Bermúdez (líder del cártel “La Barredora”, a quien Adán Augusto López entregó la Seguridad Pública de Tabasco) se abre la puerta a que caigan otros “peces gordos” en el mismo costal, así provengan de aguas azul turquesa naturales del sureste de México.

La respuesta del poder suele ser la misma: rechazar, minimizar y descalificar o, en el mejor de los casos, utilizar “otros datos” para maquillar lo evidente.

Pero el desgaste está a la vista.

Cuando el discurso tropieza contra los hechos, el poder se fractura.

El episodio en la Marina es apenas un botón de muestra de la putrefacción que pulula en las oficinas de gobierno.

Si en una de las instituciones con mayor prestigio y jerarquía se infiltraron redes inmorales, ¿qué queda para las dependencias más frágiles o politizadas?

El país enfrenta una encrucijada: ¿se quedará en la anécdota de la detención de un funcionario ligado al crimen organizado, o realmente veremos que se rompe la cadena de complicidades?

La respuesta marcará si seguimos alimentando las “palomitas blancas” que se venden como símbolos de pureza… o si de una vez por todas reconocemos que el color empieza a desteñirse.

ceciliogarciacruz@hotmail.com