Ráfaga
(Les invito a meditar su voto, para el domingo 6 de junio).
En la entrada al café “En un Lugar de la Mancha”, en Prado Norte, Lomas de Chapultepec, un grupo de amigos salíamos de desayunar y de intercambiar comentarios, cuando me fue presentado el licenciado Julio Scherer Ibarra.
–¿Ya se conocen, Jorge?
–No, no tengo el gusto.
–Es Julio Scherer, el hijo de tu colega.
Nos dimos el hoy ya desaparecido saludo de mano y, en algunos casos, el obligado “mucho gusto”. Todavía no terminaba el sexenio peñista. Desde esa mañana, solo he oído el nombre y apellidos del consejero jurídico de la Presidencia de México. No volvimos a entablar ni el saludo.
Dudé de su buen ejercicio como licenciado en Derecho, en una posición tan importante, como es la de asesor en materia jurídica del Presidente de la Republica, el día en que en pocas horas fue reformado un artículo constitucional, a efecto de dar el nombramiento en el Fondo de Cultura Económica a un no nacido en México, como estaba dispuesto.
No ha sido la única ocasión en que el señor scherer ibarra guarda silencio o pretende justificar las órdenes que recibe, a sabiendas de que su jefe, en sesión del Congreso de la Unión, el 1 de diciembre de 2018 al asumir el máximo cargo, por mandato popular, prometió guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las Leyes que de ella emanen.
Entiendo que la forma de trabajar del actual Presidente de México dista mucho de cumplir con las funciones legales que le corresponden. En los dos años y cuatro meses del sexenio, hemos visto que ningún miembro del gabinete o de cualquier otra institución debe discrepar con el presidente. “Obedecer a ciegas”, no es una simple frase, es la orden a todos sus colaboradores y a los legisladores les ha dicho que a las iniciativas que les envía “no deben quitarle ni una coma”.
TAPARLE LA BOCA A REPORTEROS
Este es el primero y último comentario relacionado con el Consejero Jurídico de la Presidencia. Nadie más que él para hacer y decir lo que le venga en gana, toda vez que es un adulto, un profesionista y heredero de un muy apreciado amigo y colega que tuve desde 1957, de quien recuerdo sus consejos para reportear en la Cámara de Diputados y que siempre me saludaba con una sonrisa y la frase “¿cómo estás hermanito?”
Cuando escuché las respuestas del licenciado scherer ibarra y luego leí diversas informaciones sobre la entrevista radiofónica que le hizo una ícono del diarismo mexicano, Carmen Aristégui, reflexioné que nada justifica, ni dar disculpas posteriores, al hijo del reportero diarista que seguirá siendo ejemplo, para quienes le conocimos como para las nuevas generaciones del periodismo, decir “que había que taparle la boca a los reporteros”.
“El presidente digamos tiene un problema, Carmen, hay que taparle la boca a los reporteros y decir oiga, por favor no pregunte de esto o de lo otro”.
“Hay que decirle a los reporteros: usted no puede preguntar de esto y no puede preguntar de lo otro, porque entonces pone en riesgo al presidente de que el INE (Instituto Nacional Electoral) le ponga una multa o lo meta a la cárcel”.
Estoy seguro, porque fueron muchos años los que compartí la tarea reporteril con don Julio Scherer García, que él jamás hubiese aceptado una “recomendación” de esa naturaleza. Lo escribo, porque fueron muchas las ocasiones en que “me le pegaba” para escuchar las entrevistas que hacía a los diputados, sin cortapisa alguna y además no hubiese aceptado que le dijeran qué podía y qué no podía preguntar.
Me comentó mi compadre, amigo y colega Félix Fuentes Medina que el Señor Consejero Jurídico ya se había disculpado. Nada más que como dice el refrán popular, “palo dado ni Dios lo quita”. Lo malo es que “donde manda capitán, no gobierna marinero” y como alguna vez dijo mi compañero Arnulfo Rodríguez Argüelles, en la redacción de La Prensa, “hasta la ignominia, antes que la renuncia”.
Manuel J. Jáuregui, editorialista del diario Reforma escribió: “Don Julio padre, si viviera, se sentiría muy avergonzado de lo dicho por su retoño, una expresión ANTIDEMOCRÁTICA por esencia, que nos brinda una indicación terrible sobre cuál es la mentalidad tiránica, absolutista, que revolotea en torno al presidente, una de imponer y no de convencer, de someter y no respetar”.
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