A pesar de que el ex embajador de Estados Unidos (EE. UU.), Ken Salazar, reaccionó de inmediato, señalando la “falta de respeto” a nuestro país y recordando la “relación histórica y familiar” entre ambas naciones, la semana pasada, el nombre de México fue mencionado en el Senado de la Unión Americana como “adversario extranjero”, junto con Irán, Rusia y China.

La ubicación geográfica de México, su rol en la economía mundial y su potencial de desarrollo lo convierten en un escenario de competencia geopolítica, donde EE. UU. busca limitar la influencia de China y Rusia.

De esta forma, el contexto internacional tiene implicaciones en territorio nacional, y el ajedrez geopolítico del país vecino involucra decisiones que ponen en jaque la diplomacia mexicana.

Para nuestro país, es fundamental tener presente en todo momento el entramado mundial, a fin de formar una visión clara de lo que está en juego, asumiendo que la retórica dejó de ser un ejercicio de persuasión y comienza a materializarse en decisiones políticas.

Estamos incursionando en una nueva realidad política internacional en la que la relación México-Estados Unidos continúa siendo multidimensional y opera como un sistema regido por una amplia tradición diplomática, política, de cooperación y comercio.

En este tenor, la teoría de sistemas nos ayuda a comprender que la interacción entre factores dentro de un sistema puede generar resiliencia o debilidad, es decir, puede derivar en caos o en reorganización o estabilidad.

En lo que concierne a México, frente a las decisiones de EE. UU., resulta fundamental no perder la hoja de ruta de un programa de acción fundado en principios constitucionales, doctrinas diplomáticas, relación clara de nuestros intereses nacionales, así como una comprensión amplia y profunda del contexto internacional.

La relación bilateral se mantendrá con un carácter multidimensional, ya que existen una serie de interacciones en los factores involucrados de este sistema, como seguridad, flujos fronterizos, intercambio económico, cuestiones energéticas, gobernanza regional, así como los horizontes internacionales, que invitan a México a buscar el reforzamiento de la cooperación multilateral para la generación de estabilidad y encauzar esta reorganización de acciones con la intención de redefinir la realidad política durante los próximos años.

El verdadero fin está en demostrar que, más allá de las etiquetas geopolíticas, nuestro país es un actor con autonomía, capaz de diversificar alianzas sin caer en el servilismo ni en el antagonismo estéril. Además, goza de gran fortaleza interna y, con ello, de gran potencial para crear oportunidades y responder con hechos, como profundizar la integración económica regional con el sur de América y aprovechar al máximo los 15 Tratados Comerciales con los que cuenta.

Nuestro actuar diplomático debe mantener la mesura y embeber de su vasta tradición ante entornos que nos invitan a pensar en escenarios radicales o que incluso los superan. Esta realidad, difícil de categorizar en cualquier teoría política, nos llama a reflexionar sobre un contexto desafiante, que no encaja en escenarios predecibles.

Solo existe un texto donde, en efecto, Irán, Rusia, China, Japón y México son vistos como amenazas a la seguridad nacional de EE. UU. y en donde se responde militarmente con base en la doctrina de los “ataques preventivos” y de los “juegos de guerra”, que hoy inspiran series y videojuegos como Juego de Tronos, La Casa del Dragón o El ascenso de las naciones.

La mención se incluye en la novela The Next War, escrita por el ex secretario de la Defensa de Ronald Reagan, el republicano Caspar Weinberger, junto con Peter Schweizer (Ed. Regnery Publishing, 1996), con un prólogo de Margaret Thatcher.

Los autores de esa obra retoman los escenarios de riesgo que hace 30 años visualizaban analistas del Pentágono para EE. UU., y develan las estrategias militares que tenían diseñadas para cada uno de ellos.

Resumo el capítulo tres, dedicado a México, donde el plan de acción es ubicado el 7 de marzo de 2003, día en que entra en operación el “Plan Operativo del Pentágono para la Liberación de México”, el cual consta de dos partes: la acción militar, para “derrotar física y moralmente” al Ejército Mexicano, y la liberación política, para “derrocar” al Gobierno federal en turno, “infiltrado por la corrupción y el narcotráfico”, e instalar un nuevo “gobierno democrático”.

En 2003, el presidente mexicano Lorenzo Zapata es asesinado y toma su lugar Eduardo Francisco Ruiz, líder de izquierda, formado por Jesuitas, quien nacionaliza la industria y cierra la relación con los Estados Unidos. Ruiz se apoya en los sectores duros de la izquierda, y con apoyo de los carteles de la droga, crea un Narco-Estado. Los reportes de la DEA, FBI y otras Agencias de Seguridad estadounidenses hablan de una “alianza indeseable” entre el Gobierno mexicano y el crimen organizado, por lo que incitan a Washington a una acción “rápida y quirúrgica”, a fin de evitar que la crisis económica que azota a México desde el magnicidio de Zapata se traduzca en una ola imparable de migrantes hacia la Unión Americana.

El Canciller mexicano es elegido por Washington para encabezar la asonada, y asalta la residencia oficial de Los Pinos, pero cuando entra en ella, el Presidente Ruiz ya huyó del país y abandona el poder. Paralelamente, para respaldar al nuevo gobierno, el Pentágono moviliza por tierra, en tres frentes, a sus tropas de combate, las cuales ingresan por Brownsville-Tampico, Laredo-Monterrey-Guadalajara, y Tucson-Hermosillo-Culiacán. Un escuadrón aéreo destruye en cuatro minutos el aeropuerto militar de Santa Lucía (hoy AIFA), lo que desmoraliza al Ejército Mexicano, el cual es alcanzado, en su último reducto, en la sierra de Zacatecas.

El Canciller nombra a un gobierno provisional y convoca a nuevas elecciones, a fin de restaurar la estabilidad, la paz y un nuevo orden político en el país.

El plan de liberación de México por parte del Pentágono es apoyado por grupos opositores internos, quienes agradecen a Washington su intervención. De esta manera, la amenaza queda superada.

Novela militar y política de ciencia ficción. ¿Quieren que se los cuente otra vez?

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