Por: Ricardo Monreal Avila
Desde hace algunas semanas, en América Latina se han venido desarrollando una serie de movimientos sociales que han demandado el cese a la corrupción propiciada por la doctrina neoliberal aplicada en las economías locales.
Un ascenso de figuras políticas de izquierda se vislumbra nuevamente sobre la región latinoamericana —México, uno de los países más dispuestos a cambiar sustancialmente de régimen— lo cual, evidentemente implica el trastocamiento de intereses tanto locales como extranjeros, que, junto con los ánimos imperialistas y la reacción, continúan siendo importantes factores de desestabilización social en pleno siglo XXI.
Aún está fresco en la memoria histórica el recuerdo de usurpaciones, como la de Augusto Pinochet, en 1973; sin embargo, ahora mismo se están viviendo nuevas oleadas golpistas en América Latina.
Así, por ejemplo, el reciente conflicto en Venezuela, a inicios de año, en donde fue evidente la influencia de los poderes fácticos, ejerciendo presión desde las esferas mediática, política, económica y diplomática, y teniendo como ariete al autonombrado presidente, Juan Guaidó.
Hace un par de semanas se sabía de la existencia de un conflicto en Bolivia, país con el que México ha mantenido relaciones de amistad desde hace mucho tiempo. El problema inicial se debió a un supuesto fraude electoral durante los comicios de octubre pasado que le dieron la victoria al entonces presidente Evo Morales, con lo cual se suscitaron protestas en contra de su reelección, promovidas por sectores que, durante más de una década, había visto sus intereses comprometidos y lesionados.
La Organización de Estados Americanos intervino en el conflicto y recomendó reponer el proceso electoral, al haber detectado “serias irregularidades”.
El pasado 10 de noviembre, Evo Morales, presidente constitucional del país andino, decidió renunciar a su cargo debido a una solicitud realizada por parte del jefe de las fuerzas armadas, quien advirtió que sería la única vía para poder llegar al restablecimiento de la paz.
Como señalara el presidente de México, la actitud de Morales es digna de reconocimiento, pues dejó de lado la posibilidad de mantenerse en el poder, antes que propiciar un baño de sangre que diezmara a su pueblo.
Curiosamente, a pesar de las enormes críticas sobre la permanencia de Evo Morales en la presidencia de Bolivia, su gobierno fue altamente exitoso en materia económica; ha sido el único país de América Latina que registró un crecimiento económico anual del 5 por ciento del PIB, en promedio. A su gran desempeño se le bautizó como el Milagro boliviano.
La renuncia obligada de Evo Morales no procede de una fuente legítima; no respondió a una demanda social generalizada. La intervención del alto mando militar en el conflicto y su interpelación al hoy expresidente constituyen un atropello al Estado de Derecho y una completa regresión a escenarios de barbarie y tiranía.
Ante la pretendida implementación de una dictadura militar en el país hermano, el gobierno de México ha fijado una postura clara: no hay posibilidad de simpatizar con un régimen golpista, autoritario y antidemocrático, fiel a su historia como país que ha abierto sus puertas para recibir a perseguidos políticos de diferentes naciones. Recuérdese el acogimiento de las personas exiliadas de España entre 1939 y 1942.
Asimismo, pervive en la memoria el recibimiento en nuestro país de las y los perseguidos políticos de las dictaduras latinoamericanas de Chile y Argentina, en los años setenta del siglo pasado.
Al presidente Evo Morales se le ofreció asilo político, en razón de que su integridad física e incluso su vida estaban en peligro, ante la difícil situación que aún se vive en su país de origen.
En México, las voces conservadoras y reaccionarias se han hecho patentes una vez más, rechazando la presencia del mandatario, a quien han denostado con diversos calificativos racistas y clasistas; sin embargo, es innegable la gran capacidad del presidente boliviano para sacar a flote a un país que había estado hundido en la miseria, para posicionarlo como uno de los más prósperos de la región en la última década.
El sello característico de su gobierno fue la tendencia anti neoliberal, así como el rescate de la soberanía de su nación, no obstante el embate de los organismos financieros internacionales y de los países que no simpatizaron en lo absoluto con su forma de ejercer la administración pública, la cual, en lugar de ser entreguista, optó por la nacionalización de todos los recursos naturales y la reivindicación del papel estratégico del Estado.
Evo Morales es la antítesis del conservadurismo mexicano, que promovió la corrupción a cambio de beneficios para unos cuantos.
Nuestro país vuelve a posicionarse como un ejemplo de nación, como un actor internacional para mediar entre los conflictos, con buenos oficios y anteponiendo los principios de no intervención, libre autodeterminación de los pueblos y cooperación para la paz y el desarrollo (justo como lo marca nuestra Constitución).
De la misma manera, su vocación pro derechos humanos lo compele a asistir a aquellas personas que, por su condición política, estén amenazadas en su vida o integridad física.
Evo Morales en bienvenido en México. Sin duda, su experiencia y visión, que le permitieron llevar las riendas de un país de manera exitosa, son un importante referente en la región; de ello tenemos mucho que aprender.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA