Hola Chicuelos….
¿Sabían que envejecemos cuando empezamos a opinar como si fuéramos sabios gurús en todos los temas?
¿O cuando nos resulta difícil contemporizar con los más jóvenes porque pensamos que son ignorantes, vulgares o arrogantes?
Envejecemos cuando solo deseamos ser escuchados y que nos festejen nuestros aciertos y nunca critiquen nuestros desaciertos.
Envejecemos cuando obligamos a todo mundo a compartir nuestras penalidades, mientras comentamos una y otra vez, con lujo de detalles nuestras enfermedades
Envejecemos cuando nos olvidamos de la humildad, si es que alguna vez fuimos humildes y cuando entramos, con frecuencia, en conflicto con quienes nos rodean, quizá porque hemos dejado de ser pensantes y nos hemos convertido, en uno de esos taciturnos, que solo ven lo malo en todas partes.
Y lo que es peor, envejecemos ridículamente cuando al vernos en el espejo pegamos de gritos: ¡No, no, esa vieja, ese viejo, no soy yo!….odiamos nuestras arrugas, nuestras canas, nuestro cuerpo gordo o flácido y salimos a toda prisa en busca del cirujano plástico, del masajista, o por lo menos de un estilista autorizado para que nos rellene las arrugas con colágeno, nos tiña las canas.
Y más aún, visitamos centros comerciales en busca de modelitos que nos rejuvenezcan para vernos como nuestros hijos o nietos.
Douglas MacArthur, nos dice a
propósito de la vejez lo siguiente:
“Usted es tan joven como su fe, tan viejo como su duda, tan joven como su confianza en sí mismo, tan viejo como sus temores, tan joven como su esperanza, tan viejo como su desesperación”.
Por último, los consejos de
Borges para ser un viejo feliz.
El extraordinario escritor Jorge Luís Borges escribió lo siguiente a propósito de una vejez feliz:
“Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida: claro tuve momentos de alegría, pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos, pues yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente y un paraguas.
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riegos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría montañas, nadaría en más ríos. Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a caminar descalzo a principios de primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. Contemplaría más amaneceres y jugaría más con los niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya ven, tengo 80 años y sé que me estoy muriendo”.