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Por: Rosa Chávez Cárdenas

rosamchavez@hotmail.com

Un sistema social es un conjunto de unidades que interactúan entre sí, las relaciones con el grupo se dan a través de subsistemas, el intercambio de energía e información se lleva a cabo de manera abierta o cerrada.

El sistema se define por sus problemas para relacionarse, su estructura, la interdependencia, la capacidad de conciencia, la sensibilidad y los símbolos para comunicarse con el exterior y dentro del grupo.

El sistema cerrado niega el principio de equifinalidad, es decir las condiciones para interactuar de manera independiente. En los sistemas cerrados, solo hay un modo de llegar a un resultado, las reglas son estrictas a través de una jerarquía.

Un ejemplo de sistema cerrado se observa en las religiones, los sistemas escolares y la milicia.

Las religiones forman parte de las culturas de los países, debido a la necesidad de explicaciones de algunos fenómenos naturales. Para tal fin les fueron dando el nombre de una deidad, nuestros ancestros adoraban al sol, la luna. Ahí está el testimonio, las pirámides y los centros ceremoniales, qué, cuando llegaron los españoles con la religión católica construyeron templos en el mismo lugar para cambiarles sus creencias.

Las explicaciones que escuchamos desde niños se comparten en el inconsciente colectivo, se convierten en creencias y se vuelven parte de las reglas del grupo al que cada uno pertenece.

Como dijo atinadamente Albert Einstein “es más fácil romper un átomo que una creencia”. Un sistema cerrado como las religiones respetan y dan valor a lo que está escrito en sus libros sagrados: el Kanjur, Mahavansa, Bhagavad-Gita, el Corán, la Biblia, el Antiguo y Nuevo Testamento, entre otros.

La religión como sistema cerrado tiene vedados varios temas referentes a la sexualidad como el aborto, el matrimonio homosexual, los anticonceptivos y los preservativos. A partir del internet y las redes sociales, cualquiera con un dispositivo opina y se convierte en una influencia para el sistema abierto a las críticas.

Recuerdo cuando niña no podíamos hacer preguntas sobre la Biblia o el Catecismo, todo era dogma de fe, no entendíamos que significaba: “no desearás a la mujer de tu prójimo”. Muchos años pasaron para saber que se referían a una relación heterosexual. Es tanta la influencia de la religión que compartimos en la conciencia moral, la culpa y el pecado original de Adán y Eva por haberse comido la manzana prohibida, creencia que a los jóvenes hoy en día les parece absurda.

Los sistemas cerrados al no adecuarse a los tiempos, se destruyen a sí mismos y parece ser que le está sucediendo a la iglesia católica.

Hace unos años, los medios de comunicación rompieron la conspiración del silencio. Nos enteramos de las demandas millonarias que se han hecho en contra de sacerdotes que han abusado sexualmente de niños, varones en su mayoría, incluso algunos con discapacidad.

Al Papa Francisco le ha tocado enfrentar el escándalo y las demandas sobre pederastia de sacerdotes en muchos países del mundo. Hace unos días, el Papa, convocó a clérigos, casi 200 líderes de la Iglesia católica romana acudieron al Vaticano, cuatro días hablaron sobre responsabilidad, rendición de cuentas y transparencia para abordar la crisis de abuso sexual infantil y la homosexualidad.

La regla del celibato ha hecho que la represión como mecanismo de defensa inconsciente se salga de control: “aquello a lo que te resistes persiste”. Los instintos sexuales, esencia básica del ser humano, cuando son reprimidos salen como un volcán en erupción. Dice la sabiduría popular, la hormona mata a la neurona. Los sistemas cerrados tienen que entrar en caos para que exista un cambio, o se destruyen y forman otros subsistemas. Lo más sano sería que se adapten a los tiempos de inclusión y modernización, una religión más democrática. Finalmente “Construyamos un templo tan grande en el que todos adoren a su propio Dios”.