Jesús Te Ampare
Militantes de la 4T retozan con la suntuosidad; la valoran como si fuera una medalla de victoria o un resarcimiento simbólico contra un pasado de carencias.
Y aunque la señora Luisa María Alcalde los convoque a la austeridad, ellos pierden la perspectiva o el control porque, ahora, experimentan un cambio significativo y repentino de fortuna.
“El que nunca tuvo y ahora tiene, loco se quiere volver”, proverbio popular con toda la carga de sabiduría que encierra, resulta hoy más vigente que nunca.
Basta observar la conducta de algunos actores políticos que, tras haber escalado a posiciones de poder, parecen haber perdido el sentido de proporción, congruencia y mesura.
Debido a la emoción y al cambio drástico de su vida -gracias a la 4T y a las patrañas de su su mentor- pueden llegar a modales impulsivos o desequilibrados.
En particular, este fenómeno se ha hecho evidente entre militantes del partido Morena, surgido como un Movimiento que prometía encarnar los valores de la austeridad republicana, la justicia social y la transformación ética de la vida pública.
Sin embargo, a más de seis años de haber llegado al poder, algunos de sus cuadros han caído en las mismas prácticas de élites políticas que antes criticaban con vehemencia.
Los ejemplos abundan: viajes internacionales en clase ejecutiva o jets privados, comidas en restaurantes de alta gama, consumo de vinos costosos, uso de relojes de lujo, autos blindados, escoltas y poses ostentosas en redes sociales.
Estos nuevos hábitos contrastan con las biografías de lucha social y orígenes humildes que muchos de ellos aún reivindican, generando una disonancia difícil de ignorar.
¿Qué ocurrió con la sobriedad que prometieron?
¿Dónde quedó la congruencia con el pueblo?
No se trata de una crítica superficial al ascenso económico o social per se.
Toda persona tiene derecho a mejorar su calidad de vida.
El problema surge cuando el poder impulsa una transformación personal desmedida, en la que se pierde el sentido de servicio público y se sustituye por una lógica de privilegio, ostentación y narcisismo.
Lo más alarmante es que esta “locura del poder” no es una mera anécdota individual. Es un síntoma de algo más profundo: una desconexión peligrosa entre la clase política y la ciudadanía, un vaciamiento del discurso ético que legitimó su llegada al poder.
Cuando quienes predican la honestidad comienzan a actuar con impunidad, cuando los que hablaban de igualdad se rodean de grandiosidad, el mensaje que se transmite es devastador para la credibilidad institucional.
En esta caída en espiral, el refrán no solo describe una transformación personal. También funciona como advertencia.
“Tarde o temprano encontrarán su merecido”: una sentencia popular que puede leerse como castigo legal, social o histórico.
A lo largo del tiempo las sociedades han ajustado cuentas con quienes traicionan sus ideales. A veces lo hace la justicia, otras veces lo hace la historia, pero casi siempre lo hace el juicio público.
México no necesita mártires del poder ni redentores de ocasión. Demanda servidores públicos con temple, con ética, y con una comprensión profunda de que el poder no es para servirse, sino para servir.
La verdadera transformación no se mide en relojes ni en copas de vino, sino en la capacidad de mantener la dignidad cuando se alcanza la cima.
Cayeron en la trampa: sustituyen las carencias por el derroche.
En la necesidad de conducirse siempre con honestidad, humildad y sencillez
No haciendo derroche de recursos económicos
Lee cartilla a los políticos de Morena….
ceciliogarciacruz@hotmail.com