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En las nubes

Carlos Ravelo Galindo, afirma: Sobre las mañaneras.  

Dice una moraleja  que puedes cambiar el mundo. Tal vez no de una vez y de seguido, sino poco a poco, con una persona, un animal y una buena acción a la vez. 

Despiértate cada mañana y ten en mente que lo que haces marca la diferencia. Porque de verdad lo hace.

Pero antes, un chascarrillo deportivo
-Oye, Juan Carlos, ¿en el cielo habrá campos de fútbol?
-Pues yo creo que no Diego.
Oye, el primero que se muera que se lo diga al otro para  saber si hay.
-De acuerdo.
Al cabo de unos años, Juan Carlos se muere y, al día siguiente, Diego oye una voz del más allá: -Dieeeego,  Dieeeego, Dieeeego, soy Juan Carlos.-

¿Qué quieres?
Dos noticias, una buena y otra mala.
-¿La mala?
-Que no tenía razón, porque aquí hay un campo de fútbol fantástico, grande, con un césped perfecto y unas instalaciones increíbles.
-¿Y la buena?
-Que juegas mañana a las doce del día. 

Y sobre la moraleja  de las cuatro tortugas, les platicamos que todos los domingos por la mañana hacemos  un ligero trote alrededor de un parque cerca de  casa.  Y del lago ubicado en una esquina.

Cerca de este lago, vemos  a la misma anciana sentada al borde del agua con una pequeña jaula de metal a su lado.                                                                                                 

El domingo pasado nos  picó la curiosidad, así que dejamos  de correr  cerca de  ella.

La jaula de metal era, de hecho, una pequeña trampa.

Había tres tortugas, ilesas, que caminaban lentamente alrededor de la base de la trampa.

La anciana tenía una cuarta tortuga en su regazo que restregaba cuidadosamente con un cepillo esponjoso.                                                                            

«Hola», dijimos. «Te veo aquí todos los domingos por la mañana. Si no te importa mi curiosidad, me encantaría saber qué  haces con estas tortugas».                                                                                                   Ella sonrió. Limpio sus caparazones.

«Cualquier cosa en el caparazón de una tortuga, como algas o espuma, reduce la capacidad de la tortuga para absorber calor e impide su habilidad para nadar. También puede corroer y debilitar la concha a lo largo del tiempo».                                

«¡Guau! ¡Eso es muy amable por tu parte!», exclamé.                               

Ella continuó: «paso un par de horas cada domingo por la mañana, relajándome en este lago y ayudo a estos pequeños chicos. Me gusta creer que sirve para algo y que marca la diferencia».                                                  

Pero la mayoría de las tortugas de agua dulce viven toda su vida con algas y restos colgando de sus caparazones», aclaré.                                               

«Sí, por desgracia, lo hacen», respondió ella.                                             

Me rasqué la cabeza. «Bueno, entonces, ¿no crees que podrías invertir mejor tu tiempo?

Quiero decir, creo que tus esfuerzos son muy amables, pero hay tortugas de agua dulce que viven en todos los lagos de todo el mundo. Y el 99% de estas tortugas no tienen a personas amables como tú que las ayuden a limpiar sus caparazones.

Así que, no pretendo ofender pero… ¿cómo va a marcar alguna diferencia tu pequeño esfuerzo?»                                                          

La mujer rió en voz alta.

Miró a la tortuga en su regazo,  limpió el último pedazo de algas de su caparazón y dijo:                             «Joven, si esta pequeña tortuga pudiera hablar, te diría que para ella, marqué una gran diferencia».

craveloygalindo@gmail.com