La Voluntad de Poder es un elemento que abarca ciertas actitudes.
Todo ser vivo que habita en el universo está impulsado por una fuerza innata: la voluntad de vivir, el eros, la fuerza vital, el instinto de conservación. Este instinto impulsa a todas las creaturas a evitar la muerte, y a reproducirse (el Eros contra el Tánatos).
El hecho de tener fuerza de voluntad no significa que se consigan los objetivos; la voluntad se convierte en un intento, un deseo, pero sin la voluntad de la persona no pueden salir del círculo vicioso de las adicciones; la voluntad está atrapada por el abuso de sustancias: alcohol, narcóticos, fármacos, analgésicos con Morfina, Cafeína, Codeína, Fentanilo y por conductas como la ludopatía, la pornografía, el sexo, los juegos de video, en fin. La fuerza de voluntad, el deseo y los juramentos no serán suficiente para recuperarse.
La voluntad es el deseo de hacer algo; tener fuerza de voluntad es llevar a cabo ese deseo, llevarlo a la práctica y poniendo los medios necesarios para que se cumpla.
Una idea muy común y equivocada es que la adicción es otra manera de divertirse, es un problema moral y lo que hay que hacer es dejar de consumir.
En opinión del Dr. George Koob, director del Instituto Nacional de Abuso de Alcohol y sustancias “El cerebro cambia con la adicción, se necesita mucho trabajo terapéutico para lograr que vuelva a su estado normal, cuanto más alcohol o drogas consuman más afecta su cerebro”. Buena parte del poder de la adicción está en su capacidad de secuestrar y destruir regiones cerebrales fundamentales que se encargan de la sobrevivencia, Un cerebro sano recompensa los comportamientos sanos; practicar ejercicio, alimentarse, lazos con sus seres queridos, el cerebro fabrica sustancias para sentir el placer de vivir. Por el contrario, cuando está en peligro prende la alarma y la protección interna nos dice “corres o peleas”.
Las regiones frontales del cerebro ayudan a decidir si los actos o deseos valen la pena, pero cuando están atrapados en la adicción los procesos cerebrales funcionan en contra, las sustancias los vuelven esclavo de los circuitos de Placer-Recompensa, no pueden poner freno y piden más y más.
La adicción sobrecarga los circuitos emocionales que activan la sensación de peligro lo que provoca sensaciones de ansiedad en momentos de abstinencia, se pierde la conciencia moral y hasta pueden volverse asesinos.
El consumo repetido daña el centro de toma de decisiones en la parte frontal del cerebro, esta zona ayuda a identificar lo que conviene o no, pero se queda atrapada.
Cuando la corteza prefrontal está atrapada pierden la voluntad y no pueden poner freno a la adicción, a pesar de saber que su vida está en peligro.
La adolescencia es como un imán para atraparse en el abuso de sustancias. El hecho de que todos lo hacen es como un virus en pandemia. Mientras más jóvenes inician es más fácil atraparse en adicciones, la corteza prefrontal inmadura queda inutilizada y se pierde la voluntad de poder.
No hay genes que se transmitan en familia que comprueban que se transmite por la herencia. Son los patrones, los modelos en la familia, en la sociedad, quedan en el inconsciente y en automático se siguen repitiendo.
Con reglas y limites en familia pueden lograr que estos patrones se interrumpan, el sentido de pertenencia a la familia y a sus raíces culturales son básicos: la actividad física, un deporte, la comunicación, las actividades artísticas; aprender a tocar un instrumento, cantar, pintar, manualidades, la meditación consciente (mindfulness) y restringir las redes sociales.
Para la recuperación de un adicto no basta con ingresarlo a un anexo en donde en la mayoría de los casos resulta contraproducente. He tenido varios pacientes que han ingresado a ocho anexos y siguen sin mejorar, pero siguen con resentimiento al centro y a sus padres.
Lo que funciona es una terapia en donde los padres o la esposa se den cuenta que son parte del problema y traten la codependencia.
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