«Un pueblo sin tradiciones, es un pueblo sin futuro»
A pesar de la globalización todavía prevalece la costumbre mexicana de las ofrendas, con todo el esplendor de su colorido y su respetuoso ritual en honor a los difuntos.
Para nuestra fortuna las familias mexicanas continúan honrando a sus muertos con ofrendas que instalan en los sitios más importantes de sus casas.
Lo mismo sucede en algunas escuelas, edificios gubernamentales, parques y centros culturales.
De tal manera que los primeros días de noviembre nos dedicamos a obsequiar con alimentos, bebidas, panes, dulces y otros objetos de su preferencia a nuestros muertos, para que ellos, durante su breve visita en la tierra , disfruten de lo que más le gustaba comer, beber, oler, antes de emprender su viaje al más allá.
Pero también es preciso mencionar que en nuestras ofrendas igual se honra a los cuatro elementos de la naturaleza.
La Tierra: colocando frutos en los altares que alimentan a las ánimas con su aroma.
El Viento con algo que se mueva, como lo es el papel picado o papel de china en colores morado, naranja, azul añil, blanco y negro.
El Agua que se recuerda al llenar con este líquido vasos y recipientes, para que las ánimas, después del largo camino que recorrieron hasta el altar, calmen su sed.
Por último el Fuego presente en las veladoras colocadas en memoria de nuestros difuntos y de las ánimas del Purgatorio.
En la ofrenda también aparece la Sal que purificará la casa y el lugar donde se instale el altar.
El Copal, para que las ánimas guiadas por el olfato no se pierdan y lleguen hasta su destino terrenal.
Las flores de Cempasúchil, cuyos pétalos se riegan desde la puerta de entrada de la casa hasta el sitio donde se ha colocado el altar, facilitándoles con el sendero de pétalos, el camino a nuestros muertos.
Es interesante recordar en estas fechas, que el calendario prehispánico de los grupos Nahuas del altiplano central, consignaba por lo menos seis fiestas dedicadas a los muertos.
Entre ellas, dos eran las principales: las del 12 al 31 de julio.
En este lapso primero se honraba a los muertos niños y los veinte días siguientes eran para celebrar la fiesta de los muertos mayores. Estas celebraciones desaparecieron con la llegada de los colonizadores.
Entonces, con la fusión de rasgos culturales indígenas y españoles surgió la conmemoración que hoy conocemos, fechada en los primeros días del mes de Noviembre.
Este sincretismo nos trajo un nuevo culto a la muerte y con él nuevas ceremonias mortuorias, que dieron origen a las festividades de “Los Fieles Difuntos”.
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