Las personas agradecidas son más felices y están más satisfechas con su vida, la tendencia es a ser más sociables, tienen mejores relaciones de familia y en su comunidad.

Otro rasgo es que experimentan más esperanza, son optimistas, tienen mejor autoestima y son más productivos en la escuela y el trabajo.

La gratitud incrementa los neuroquímicos esenciales para sentir el deseo de vivir, de trabajar.

Muchos no lo creen, pero es un hecho que las personas optimistas liberan neuroquímicos del bienestar como la Dopamina, la Oxitocina y la Serotonina.

El optimismo ayuda al buen funcionamiento de la neurofisiología del cerebro y de los órganos, se recuperan más rápido de las enfermedades, de las cirugías, pocas veces se sienten deprimidas, el sistema inmunológico es su mejor guardián.
La gratitud también está relacionada con la compasión.

La compasión no es sentir lástima, es un sentimiento que se manifiesta desde la comprensión y el sufrimiento del otro, incluso de los animales.

Es más intensa que la empatía, es la compenetración del sufrimiento del otro, el deseo de ayudar, de encontrar la causa del sufrimiento y evitarlo, una manera de estar en sintonía con los que sufren. En el opuesto encontramos la indiferencia, ante la muerte de un ser querido, el escuchar “lo siento mucho” pero que en realidad no sienten nada.

No son capaces de preguntar para no involucrarse: “¿te puedo ayudar en algo?” En cuanto a la salud las personas optimistas, empáticas muestran un estilo de vida más saludable, presentan menos síntomas de enfermedades, duermen mejor y son más productivas. Además, están satisfechas con su vida, pero no de la manera de ser conformistas, tienen deseos de superación, no les agradan las personas envidiosas, materialistas y algo muy interesante, no se sienten solas a pesar de vivir solas, están a gusto consigo mismas. Según el budismo el amor altruista es una actitud que consiste en desearle felicidad a otros y conocer lo que les hace felices.

Sentir compasión no significa identificarse con el sufrimiento de otros hasta llegar a sufrir con él, se trata de ayudar no de involucrarse demasiado para poder ayudar. En cuanto a los que nos dedicamos a la terapia, estamos entrenados para sentir empatía y poder recomendar de una manera que sea terapéutica.

El hijo Cirujano, por ejemplo, no debería operar a su padre si se encuentra demasiado sensible para hacerlo.
El trabajar con el sufrimiento continuado genera agotamiento emocional por la sobreexposición al sufrimiento de los demás, lo que en inglés se llama burnout, que significa el agotamiento por tanto sufrir. El que cuida a un familiar enfermo, el que trata enfermos en un hospital, en un asilo, en un psiquiátrico, incluso atendiendo pacientes, lo que en Psicología se llama transferencia y contratransferencia.

Volviendo a la gratitud, muchos enfermos se vuelven neuróticos al tener que depender de sus cuidadores y no muestran agradecimiento, lo que complica que no encuentren quién se encargue de ellos.

Ser agradecidos, es un estilo de vida, espontáneo, también se aprende en familia, esas personas alegres que cuando despiertan dan gracias a Dios, a su creador dependiendo de sus creencias.

Se vuelve algo tan cotidiano y debería ser de todos los días que agradezcan que la mamá o él papá se levanten temprano a preparar el desayuno y lleven a los hijos a la escuela.

La gratitud contribuye a ver el futuro con esperanza, los prepara para ser resilientes, para enfrentar las pérdidas y no saturarse de estrés.

Los modelos se aprenden en familia, en la escuela y en el grupo social, la empatía, el arte de empatar con el otro, se da de manera espontánea, no necesitan pedir ayuda o dar órdenes, los hijos ayudan en los quehaceres de la casa, en la tarea del hermano, acompañan a cruzar la calle a una persona con discapacidad. Ser positivo, compasivo, son valores esenciales para fomentar la gratitud.

Dar las gracias por un favor recibido se vuelve una motivación para el que lo recibe.
César al cumplir 50 años dio las gracias. “Agradezco que tengo muy buena salud. La mayoría de mis amigos tienen enfermedades crónicas, les han practicado varias cirugías, yo por el contrario me siento bastante bien, con ganas de seguir trabajando».

Mary, “desde niña aprendí a dar las gracias, hasta que fui adulta me di cuenta de que siempre fui empática y compasiva con los demás.

Tuve varios accidentes, hasta un infarto, gracias a mi actitud mental y deseos de vivir me he recuperado, me gusta mi trabajo, ayudar y orientar a los que sufren”.

Si quieres cambiar tu vida da las gracias, incluso al que te hizo daño, con el tiempo te darás cuenta que gracias a esa persona tu eres más tolerante, independiente y fuerte.

Como dice el Dalai Lama: “La raíz de todo bien crece en la tierra de la gratitud”

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