-Bellísima Aristócrata del Siglo XIX
-A los 16 Años Conoció a Humboldt
-¿Autora y Redactora del Plan de Iguala?
Alfa-Omega
(Este lunes 10, 198 aniversario de la República Mexicana).
Entre los personajes de la Historia de México hay mujeres y hombres poco conocidos, a pesar de su destacada participación e influencia en decisiones que significaron nuevos derroteros en una República Federal en formación, después del 1821 al declararse la Consumación de la Independencia, la desaparición de los 302 años de ser la Nueva España. Pasarían 15 años para que se firmara la paz y se iniciara la amistad entre España y los Estados Unidos Mexicanos, mediante el Tratado de Santa María-Calatrava.
Bien. Les comentaré que en la década de los años 70 del Siglo XIX en la Ciudad de México nació una mujer, a la cual el segundo presidente de Ecuador, escritor, político y diplomático Vicente Rocafuerte (Vicente Rocafuerte Rodríguez de Bejarano) describió en los siguientes términos a “La Güera” Rodríguez:
“…preciosa rubia, de seductora hermosura, llena de gracias, de hechizos y dotada de talentos, de un vivo ingenio para toda intriga y travesura, que su vida hará época en la crónica escandalosa del Anáhuac”.
Esa es, con precisión y sin exageración, la figura de quien se llamó María Ignacia Rodríguez de Velasco Osorio Barba y Bello Pereyra. Hija de Antonio Rodríguez de Velasco y María Ignacia Osorio Barba y Bello Pereyra, “La Güera” nació el 20 de noviembre de 1778 y murió 19 días antes de cumplir 72 años. Del primero de sus tres matrimonios procreó tres hijas y un hijo; otro vástago en sus segundas nupcias. Sus restos fueron sepultados en la Iglesia de San Francisco, en la calle del mismo nombre, hoy Madero. A corta distancia estaba el domicilio donde pasó la mayor parte de su vida.
SUS PRIMEROS AMORES
María Ignacia era una chica de la alta sociedad de la Ciudad de México. Su familia poseía una considerable fortuna. Muy popular desde temprana edad y se sabe que a los 14 años de edad, en 1792, contrajo matrimonio con el capitán del Ejército José Jerónimo López de Peralta de Villar y Villamil y Primo. Lo conocían simplemente como “El Capitán Villamil”. El matrimonio terminó en 1808, luego de un juicio civil donde los cónyuges se acusaron mutuamente, sin probar los cargos.
Dos años después de la boda, “La Güera” era invitada por sus amistades de la nobleza social a reuniones, fiestas, comidas. Se codeaba con los personajes de la encumbrada sociedad. Conoció al ya renombrado viajero internacional Alexander von Humboldt, manteniendo una amistad muy estrecha y los rumores eran que había romance entre ellos. Su belleza atraía a los millonarios de la época.
Para su cumpleaños número 20, la señora esposa del Capitán Villamil, era calificada de “frívola, de carácter fuerte, bella” que rompió con los prototipos de la mujer novohispana. Había conseguido su completa libertad.
La hija de un matrimonio criollo poseedor de gran riqueza, solamente tuvo una hermana, menor, que se llamó María Josefa, nombre que le puso a una de sus tres hijas: Las otras dos fueron María de la Paz y María Antonia. El primogénito fue bautizado con el nombre de Jerónimo. No se precisó el año en que sostuvo relaciones con otro destacado latinoamericano, Simón Bolívar. No narran sus biógrafos detalles de las relaciones de “La Güera” y Villamil. Sin embargo no debieron ser buenas porque terminaron ante un juez de lo civil.
ÉL, GOLPEADOR. ELLA, ADÚLTERA
Diez años después de la suntuosa boda de María Ignacio y José Jerónimo, ambos con sus respectivos abogados acudieron ante un representante de la justicia. La dama acusó a su marido de que la golpeaba constantemente y que en una ocasión pretendió matarla a tiros, pero se encasquilló la pistola.
Se presentó como “esposa sufrida y maltratada”. Declaró, ante el juez de la causa, que ella “era víctima del carácter volátil y violento de su esposo” y se llegó a decir que había testigos de que la encontraron “bañada en sangre”.
Por su parte el Capitán Villamil aseguró que su mujer había tenido relaciones sexuales con tres curas, tres sacerdotes católicos. Citó el nombre de uno de ellos, José Mariano Beristaín. Era compadre de la pareja.
Tardaron tiempo en dilucidar su problema. Ninguno pudo comprobar los cargos que se lanzaron. Para 1808 el matrimonio quedó disuelto. La hija María Antonia no conoció a su papá, pues murió meses antes de que ella naciera. Ya sus padres estaban divorciados.
DOS MATRIMONIOS MÁS
Nuestra distinguida dama nunca se alejó de los saraos y fiestas de sociedad. Ampliaba su círculo de amistades. Se le veía acompañada de militares Realistas al igual que de jefes Insurgentes. Se codeaba con Virreyes y no dejaba de conversar con miembros de la nobleza. Mariano Briones, anciano millonario, la enamoró y ella no dejó escapar la oportunidad. Se casaron y tuvieron un hijo. El segundo esposo, en un corto lapso, falleció. Obvio crecieron las riquezas de “La Güera”. Heredera única de Mariano.
Monserrat Gali i Boadella, supuestamente amiga de nuestra comentada mujer, “la llamó prototipo de la mujer ilustrada y libertina”. Los comentarios no cesaban. El chismorreo en las tertulias era el tema central, María Ignacia daba mucho que comentar sobre las relaciones con los hombres y las esposas que soportaban los romances extrahogar de sus maridos.
Y ocurre que María Ignacia nuevamente se enamora “perdidamente”; ahora el novio fue el chileno Manuel Elizalde. No se conocen detalles del trato que tuvo la pareja.
Los últimos días de octubre de 1850 “La Güera” los pasó encamada y su salud muy quebrantada. En el certificado de defunción quedó asentado que la señora estaba paralítica. No hubo más información. Se apagaba la existencia de quien, para muchos, fue una heroína de la Independencia el primer día de noviembre del citado año. El viudo se retiró a un convento y abrazó el sacerdocio.
“EXILIADA” A QUERÉTARO
“Una mujer extraodinaria por su buen parecer, su claro talento, de fácil minerva, su gran riqueza y su esplendoroso lujo”, así consideró a “La Güera” Rodríguez el saltillense escritor, abogado, cronista y diplomático don Artemio del Valle Arizpe.
Entérese que el 22 de marzo de 1811 doña María Ignacia, la superatractiva joven rubia, fue presentada en las oficinas de la llamada Santa Inquisición, el Santo Oficio. El edificio se conserva en la esquina de las calles Brasil y Venezuela. La acusaron de “alterar el orden público en pro del Movimiento de Independencia”.
Se aseguró que la presentada tenía relación con el cura Miguel Hidalgo, a quien apoyaba económicamente en su lucha.
Además el inquisidor Juan Sáenz de Muñozca la acusó de adulterio. A su vez ella dijo que esa persona practicaba la homosexualidad. El Tribunal de la Inquisición no encontró culpabilidad en ambos casos y el Virrey Francisco Javier de Lizana y Beaumont decretó “el exilio a Querétaro”, del que la rubia regresó meses después a su hogar en la Ciudad de México.
(Es creíble que fue el Virrey Francisco Javier Venegas el que ordenó “el exilio”, porque Lizana y Beaumont murió el 6 de marzo de 1811 y el juicio comenzó el día 22).
ROMANCE CON ITURBIDE
Un ángulo interesante, como todos los demás, en la vida de “mi señora María Ignacia», como la llamaba Agustín de Iturbide, es el de su posible participación en la política de aquella etapa histórica. Se dice que ella influyó mucho al hablarse del Plan de Iguala e inclusive que tomó parte en la redacción del mismo.
Lucas Alamán y Lorenzo de Zavala, intelectuales y políticos, coincidieron al afirmar que “La Güera” pudo aportar ideas políticas. Recuérdese, comento, que la mujer en 1810 ayudó a los Insurgentes. Eso revela lo de su “vivo ingenio para toda intriga y travesura” como escribió Rocafuerte.
El emperador Iturbide se prendó de María Ignacia desde que la conoció en una reunión social. Él estaba acompañado de su esposa, la emperatriz Ana María Huarte, quien, se lee en las crónicas, se enteró de “la relación sentimental que sostenían los dos personajes”. En aquellos días corrió el rumor de que el emperador coqueteaba con una de las hijas de su amante. No pasó de ser eso, un rumor.
Lo que registra la historia es que Iturbide iba al frente del Ejército Trigarante, había salido del cruce de la calzada de La Tlaxpana y San Cosme (Melchor Ocampo, Circuito Interior, la primera de las calles) y debía recorrer lo que hoy es la avenida 5 de Mayo (nombre impuesto por Benito Juárez para recordar el triunfo mexicano en la Batalla de Puebla),Agustín cambió la ruta para pasar por lo que hoy es Madero, para detenerse frente a la casa de su amada y saludarla. María Ignacia lo saludó, estando de pie junto a la barandilla del balcón de la elegante residencia.
En la Iglesia de La Profesa, Madero e Isabel Católica, Centro Histórico, hay dos obras de Manuel Tolsá. En la parte derecha del Altar Mayor, una escultura basada en la imagen de María Ignacia y una pintura de la Inmaculada Concepción, en uno de los altares del costado derecho. Se dijo que el rostro corresponde a una de las hijas de “La Güera”.
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