Por Cecilio García Cruz

                     Jesús Te Ampare

XALAPA, VER. 21 11 2025.-Cuando laboré en Televisa, México, algunos amigos entrañables me decían cariñosamente “Siciliano”.

No era por tener raíces en Palermo, Italia, ni por vínculos con Sicilia, sino por la fonética de mi nombre: Cecilio.

Con orgullo debo informar que soy originario de la zona norte de mi querido Estado de Veracruz.

Ironías de la vida —  el “Siciliano” que nació como broma amistosa terminaría acercándome, muchos años después, a una historia fundamental para entender la lucha contra el crimen organizado.

He recorrido varias ciudades de Italia, pero no Palermo: la capital espiritual de la Cosa Nostra, el lugar donde se consumó el asesinato del juez Giovanni Falcone, aquel hombre que revolucionó la manera de combatir a la mafia siciliana.

Ayer tuve una charla amena con mi amigo el reconocido abogado, diplomático y escritor veracruzano Ignacio Morales Lechuga.

Me reveló una anécdota invaluable: Giovanni Falcone le compartió estrategias y experiencias que marcaron su cruzada contra la mafia más poderosa del siglo XX.

“Falcone fue considerado símbolo de la lucha contra el crimen organizado; se desempeñó como juez instructor en Palermo y dedicó su vida a desmantelar las redes de la mafia”, recordó Morales Lechuga.

“El polémico personaje estaba convencido de que, con una estrategia integral —policial, judicial, cultural y política— Italia erradicaría antes que cualquier otro país, incluido México, a los grupos terroristas, me dijo.

Y así sucedió.

El éxito de la ofensiva antimafia no fue producto del azar. Giovanni Falcone encontró una pieza clave en Tommaso Buscetta, “el capo de los dos mundos”. Un mafioso convertido en colaborador de justicia, quien le reveló al juez la anatomía completa de la Cosa Nostra: su estructura jerárquica, su código de silencio, sus métodos criminales y sus alianzas tácticas.

Esas confesiones, consideradas una traición imperdonable por los clanes, permitieron construir el Maxi Proceso de Palermo: el mayor golpe legal que los terroristas hayan sufrido en su historia.

Pero el elemento indispensable en ese éxito —al que solemos restar importancia en México— fue el consenso social y político.

En Italia hubo unidad para defender al Estado de derecho. Se adoptó la “estrategia de la firmeza”: no negociar jamás con terroristas ni con criminales, y respaldar institucionalmente a quienes enfrentaban a los capos.

En nuestro país sucede exactamente lo contrario.

Aquí, a quienes sueltan balazos se les ofrecen abrazos. Se les conceden territorios, impunidad, poder e incluso acceso a las instituciones.

Falcone enseñó al mundo que pactar con el crimen es la garantía de su expansión. Nosotros, en cambio, insistimos en repetir el error de creer que entregándole la plaza al delincuente habrá paz.

La mafia siciliana logró, con balas y bombas, matar a Falcone. Pero no derrotó sus ideas. En México —con tanta sumisión disfrazada de estrategia— pareciera que quisieran exterminar la idea de Estado antes siquiera de enfrentar al crimen.

Ojalá que el gobierno en el poder elija a  políticos y jueces que, como Falcone, entiendan que negociar con la violencia es perpetuarla. Y que renunciar a defender la República… es entregar el futuro.

ceciliogarciacruz@hotmail.com