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Ráfaga

(Insisto, no derrochemos agua y cuidemos la salud).

Ya no puede dudarse que vivimos, como nunca, en un régimen federal de imposición, de autoritarismo presidencial, encaminado al extremo que ni Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas del Río, pensaron.

Los cuatro se significaron por la lucha de Independencia, por resistir ante una monarquía europea, para romper las cadenas esclavizantes de millones de pobres y por dar la tierra a los campesinos, al tiempo de rescatar la riqueza del subsuelo mexicano.

No conozco a una mexicana o a un mexicano que esté de acuerdo con la corrupción y la impunidad que, desde finales del pasado siglo a la fecha, es un flagelo.

Por ello más de treinta millones de mexicanos con su voto, en julio de 2018, pusieron fin a los gobiernos que en una u otra forma hundieron al país.

Desde el comienzo del actual siglo se ha hablado de “cambio” y de “alternancia”. Hoy se habla de “transformación”, destruyendo lo construido en lugar de trabajar en una verdadera serie de acciones que restituyan, que hagan limpieza de arriba hacia abajo. Si en cambio se ordenan reformas constitucionales, “sin quitarles ni una coma”, para cumplir las ocurrencias del tabasqueño que está avecindado y aposentado en Palacio Nacional.

En mis más de ochenta años de vida, no atestiguaba una división entre los mexicanos, hombres y mujeres. El Presidente de México en sus “mañaneras”, desde la sede de Poder Ejecutivo Federal, ha clasificado a la población. Los que no aprueban sus medidas, órdenes y propuestas son “conservadores”, otros son producto del “neoliberalismo”, la Prensa que no lo halaga es “fifí”. No se le ha escapado nadie, pues arremetió contra los investigadores, los científicos, cerró las puertas a las instituciones de servicio social, liquidó a los fideicomisos. Todo anda, como dice el pueblo no sabio ni bueno, al garete.

Con la obsesión de ver enemigos por todos lados, siempre pluralizando al decir “nos atacan, nos golpean, no aceptan la transformación, primero afirmó que él, como Presidente de México no se iba a quedar con los brazos cruzados y vigilaría el proceso electoral y las votaciones. Después ha dicho que si Morena pierde, el Instituto Nacional Electoral será reformado. A sus colaboradores les pidió mantener una “obediencia ciega”. 

Entendería la llamada Cuarta Transformación, si ésta consistiera en el saneamiento de la administración pública, no aplicando restricciones, anulando programas, ni eliminando instituciones. Lo más importante no acusar verbalmente a presuntos responsables, sino presentando los cargos y las pruebas contundentes para fundamentar los procesos judiciales correspondientes. Vicente Fox amenazó con pescar “peces gordos” y ni un charal apareció.

EL QUE SE OPONGA, ES TRAIDOR

El pasado lunes “la mañanera” dejó un mal sabor de boca antes del desayuno. Uno de los “periodistas”, debidamente aleccionado, lanzó la pregunta al Presidente de México sobre cómo calificaría a los Ministros de la Suprema Corte de Justicia que no apoyaran la prolongación del mandato de arturo zaldívar lelo de larrea.

Concretando, la respuesta es que si no aprueban esa determinación presidencial “están al servicio de la corrupción”, además de recibir el calificativo de moda: traidores que no aceptan la Cuarta Transformación”. O sea, como manifestó el diputado Porfirio Muñoz Ledo, en la tribuna parlamentaria, se está aplicando la política de que “no más mis chicharrones truenan”.

Lo grave es que tenemos dos puntos trascendentales. Primero, la división de Poderes de la Unión está por los suelos. El Congreso de la Unión aprueba las iniciativas que salen de Palacio Nacional, sin chistar. La oposición política no existe. El PRIista Alejandro Moreno asegura su próxima diputación plurinominal, será coordinador de la bancada, para mantener su incondicional respaldo a Morena y a su fundador-líder moral.

LA RENUNCIA DE UN MINISTRO

Recordaba don Eduardo Camacho González que el jurista poblano Luis Cabrera Lobato fue aprehendido por la policía y desterrado a Guatemala, por órdenes del presidente Pascual Ortiz Rubio, después de que el abogado agrarista dio su conferencia “El Balance de la Revolución” en los salones de la Biblioteca Nacional de México, en que manifestó su desacuerdo con El Pacto de Sonora y con los gobiernos de Obregón y de Calles.

También circuló la versión en el sentido de que el general Obregón le dio la orden al presidente Ortiz Rubio, porque Luis Cabrera pretendía ser candidato a la Presidencia de la República. Como no era cierto, Cabrera, enterado de ello, decidió contar con la protección de la justicia federal, pero el Amparo no fue respetado. Por ello el Ministro de la Suprema Corte, Alberto Vázquez del Mercado, protestó por la violación constitucional y presentó su renuncia. En años posteriores Cabrera no aceptó ser candidato presidencial del Partido Nacional Antireelecionista ni del Partido Acción Nacional.

SE LAVÓ LAS MANOS, COMO PILATOS

Mientras tanto zaldívar lelo de larrea, doctor en Derecho especializado en Constitucional, profesor universitario de esa materia, primero guardó total silencio “porque esperaba lo que dijeran los diputados” y después en la entrevista televisiva con Joaquín López Dóriga, arturito, habló mucho y no contestó con un sí o con un no, respecto a que si aceptaba la prolongación de su mandato de 4 a 6 años, así como el constitucionalista aseveró que la reforma no era inconstitucional.

Fue tan hábil el abogado queretano, que nunca antes de ser ministro laboró en el medio judicial, que imitó a quien se lavó las manos cuando “enjuiciaron” a Jesucristo. Dijo el presidente del Máximo Tribunal Judicial que si en el pleno de la Corte se abordaba el asunto, para tratar lo de la inconstitucionalidad de la reforma, él “se excusará” y acatará el fallo de sus compañeros. Él no votaría y los tres ministros nominados por el hombre de Palacio Nacional, lógico no serán señalados como corruptos. El pleno lo integran 11 ministros y se requieren 8 votos para el fallo final. ¿Ya adivinó?

El único ministro “de confianza” habrá de cumplir con los cuatro años, en 2022,  para que fue electo por el pleno y después otros dos años para acabar de “limpiar” al Poder Judicial de la Federación. En el acta del pleno donde trató si se procedía la “consulta popular” para juzgar a los últimos cinco expresidentes, el actual presidente de la Suprema Corte rompió protocolos, adelantó su voto a favor e indujo a sus compañeros, por eso es “el único de confianza”.

PREGUNTA PARA MEDITAR:

¿Por tercera vez tendrá que rendir la honrosa protesta de respetar y hacer respetar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos?

jherrerav@live.com.mx