Por Cecilio García Cruz
Jesús Te Ampare
XALAPA,VER.- O6 11 2025.- ¿Quién recomendó a la presidenta Sheinbaum –con toda la popularidad que le asignan las encuestas que paga la 4T— caminar, muy oronda, por unas calles del Centro Histórico?
La estrategia, sonaba bien, pero el resultado fue fatal: empañar la imagen de la investidura presidencial.
El incidente protagonizado por un sujeto (alcoholizado) identificado como Uriel Rivera, que logró acercarse a la presidenta Sheinbaum, abrazarla por la espalda y rozarle con sus labios el cuello sin que su equipo de seguridad reaccionara a tiempo, va mucho más allá de un error humano.
Es un síntoma. Una grieta que revela la vulnerabilidad de un sistema que presume control, pero que, en realidad, opera con reflejos lentos y confianza desmedida.
Las imágenes son elocuentes. El hombre se aproxima, invade el espacio físico de la mandataria y, en un acto de evidente atrevimiento, logra un contacto impropio.
“Nos tomamos la foto, no te preocupes”, se escucha la voz de la mandataria.
Ningún guardia lo intercepta de inmediato. Ninguna barrera preventiva. Solo sorpresa, confusión y, finalmente, la torpe reacción posterior.
¿Falla de protocolo?
Sin duda.
¿Una comedia frívola?
Quizá.
¿Pero también una advertencia?
Probablemente.
Porque si a la presidenta –rodeada de anillos de seguridad, personal armado y cámaras—un sujeto pueda alcanzarla con semejante facilidad, ¿qué pueden esperar los ciudadanos comunes, o incluso para políticos regionales que enfrentan riesgos reales y permanentes?
El caso recuerda inevitablemente el marrullero asesinato de Carlos Manzo, quien fue abatido pese a estar supuestamente “protegido” por 14 elementos de la Guardia Nacional y otros locales.
El paralelismo es incómodo, pero necesario: cuando el Estado no puede cuidar a su propia jefa, la palabra “protección” se vuelve una ficción.
El suceso no solo pone en entredicho los protocolos de seguridad, sino que también desnuda una narrativa política: la de una administración que insiste en proyectar cercanía, pero a costa de la fragilidad.
Sheinbaum, fiel al estilo de López Obrador, busca mostrarse accesible, sin barreras entre el pueblo y el poder.
Pero la frontera entre la empatía y el riesgo es cada vez más delgado.
¿Fue una falla individual o un mensaje perverso enviado desde la mismísima 4T?
En política nada es casualidad.
A veces, un abrazo indebido revela más que mil discursos: la flaqueza de un sistema que confunde austeridad con descuido, y apertura con exposición.
El episodio debería encender las alarmas no solo de la seguridad presidencial, sino del propio relato del poder.
Porque cuando la seguridad falla en lo simbólico, también empieza a fracasar en lo real.
Y si eso ocurre, la pregunta ya no es si alguien puede llegar hasta la presidenta…sino quién será el próximo en intentarlo.
¿Usted se imagina a López Obrador –con todas sus ocurrencias—caminar por las calles del Centro Histórico?
¡Jamás!
¿O acaso fue un vodevil bien montado para desviar los ojos del infierno que vive Uruapan y todo Michoacán.
ceciliogarciacruz@hotmail.com