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En La Era de la Información, Manuel Castells describe el cambio socio técnico de carácter global, con base en las tecnologías de la información y de la comunicación, hacia nuevos esquemas de sociabilización y comunicación.

Del mismo modo, Noam Chomsky hace notar el uso masivo de Internet como un fenómeno que permite el acceso a una cantidad inimaginable de información y genera condiciones para mantener comunicación entre diversas personas en diferentes partes del mundo, pero que produce, al mismo tiempo, una dependencia cognitiva, alejando a la gente de la interacción cara a cara.

Esto provoca que las personas migren la construcción de sus relaciones sociales del plano físico al digital. Desde las familiares hasta las casuales, las interacciones sociales se realizan por medio de dispositivos electrónicos.

Primero fueron blogs; después, las redes sociales, espacios diseñados para compartir algo más que textos (fotografías, videos, música o transmisiones en vivo), en los que se puede medir el nivel de popularidad de los contenidos mediante comentarios, likes, reacciones o número de visitas.

Las redes sociales más populares en Occidente pertenecen a Facebook, compañía hoy llamada Meta, que busca crear un nuevo entorno virtual denominado “metaverso”, y brinda servicios de redes y medios sociales online, como Facebook, WhatsApp e Instagram.

La más joven, TikTok (2016), es la tercera red mayormente utilizada en México, después de Facebook y Twitter, según una encuesta reciente. Se usa lo mismo para tareas escolares que para buscar ofertas, tendencias y compras (ropa, autos, productos de belleza e inmuebles), y cada vez más para contenidos e información política.

Su poderoso algoritmo detecta de tal forma los primeros videos vistos y buscados (gustos, tendencias y filias de las y los usuarios), que coloca a la vista los contenidos afines. De ahí su carácter “adictivo” e “impositivo”, ya que proporciona sólo aquello que el inconsciente demanda visual y hasta hormonalmente.

En el contexto de polarización global, donde podría estar comprometido el bloque hegemónico encabezado por Estados Unidos, TikTok es objeto de observaciones, investigaciones y prohibiciones en buena parte del mundo occidental y en el mismo país que la vio nacer, China, que la tiene vedada a militares y soldados.

EUA, Francia, Canadá y el Reino Unido solicitaron a mandos estatales y funcionarios desinstalarla de computadoras, celulares e instrumentos digitales de trabajo. Los motivos que arguyeron: que es “adictiva”, “distrae”, que sus contenidos son “fácilmente manipulables” (generadores de “deepfakes”), pero sobre todo, que es “instrumento de espionaje” del Gobierno chino.
Con 1.6 mil millones de personas usuarias activas (jóvenes y adolescentes, en su mayoría), TikTok está desplazando a Facebook, Instagram y YouTube como fuente de información y consulta de consumidores de contenidos audiovisuales.

Por su enorme influencia y carácter performativo, las redes sociales son cada vez más objeto del escrutinio de los Gobiernos. El Homo videns actual poco tiene que ver con el de los años 80 y 90 del siglo pasado, cuando el modelo de comunicación política basado en la televisión moldeaba conductas, gustos y actitudes.

A medida que avanzan los procesos de democratización en el país, la libertad de expresión gana terreno y tiene como corolario un mayor acceso a fuentes variadas de información, merced a las plataformas digitales.

Esto implica una notable disminución de la influencia de los medios de comunicación tradicionales; no obstante, toca a la ciudadanía diferenciar el tipo de información (veraz, calumniosa o tendenciosa) vertida en los medios digitales o convencionales.

El Homo videns de la Era de la Información está algorítmicamente programado y proyectado para alimentar sus emociones, pasiones y sentimientos más arraigados. Aunque también hay espacio para lo racional y reflexivo; para lo crítico, incluso, depende de la inteligencia emocional de las y los usuarios. No obstante, lo que más se alimenta son el pre-juicio, la pre-monición y la pre-disposición y, en función de ello, se actúa y decide en la vida personal y pública.

TikTok no es la única red social que moldea la inteligencia emocional, intuitiva e instintiva de las personas usuarias; el algoritmo de Facebook, Instagram y otras hacen lo mismo. Además, sería difícil ocultar sus prácticas relacionadas con la filtración de datos personales o el espionaje.

¿Habría que prohibir también, entonces, el uso de estas plataformas digitales? Esa sería la peor de las soluciones: equivaldría a pretender detener el desarrollo de Internet, de la banda 5G, de la inteligencia artificial, del big data y el universo de las TIC.

¿Hay que dar manga ancha al crecimiento de las redes sociales que la inteligencia artificial y la 5G desarrollen en el futuro? Tampoco, pero cualquier propuesta de regulación se debe formular con la participación de las y los usuarios, proveedores, desarrolladores y una sociedad cada vez más informada y digitalmente democratizada.

Hoy, el auge de Internet y el revuelo de las redes sociales permiten que las personas usuarias tengan información de todo tipo, misma que, además de almacenarse en la red, fluye las 24 horas; es decir, hacen posible conocer en tiempo real sucesos en diferentes latitudes del planeta, así como externar opiniones o sentires respecto a hechos diversos.

Sin embargo, el paradigma de la Información, derivado del auge de las nuevas tecnologías, orilla a plantear cambios profundos en los marcos normativos en los países y a repensar en los intereses a los que sirven las diferentes plataformas digitales, además de las consecuencias de su uso indiscriminado y las implicaciones en materia de seguridad nacional y protección de datos personales.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA