Por: Víctor Hugo Mondelo
Ni pinto ni Colorado
LEON GTO. (Especial).- Aquí la situación es desesperante, muy lejana de aquel Guanajuato de leyenda tan escrito por Jorge Ibargüengoitia Antillón, con esa semilla de monstruosidad siempre presente, como en su novela Las Muertas, aunque tenga más cabida en el anecdotario.
Las nuevas Poquianchis hoy resultan renacidas en bandas de asaltantes, violadores de mujeres, huachicoleros, sicarios atacando bares y cantinas, rafagueando comensales, elevando las ejecuciones a cifras estratosféricas; colonos de comunidades incendiando camiones y bloqueando caminos para proteger a líderes criminales.
Irapuato es actualmente la sexta ciudad más violenta del mundo y Celaya entra en el número treinta y dos.
Guanajuato, en tiempos de Jorge Ibargüengoitia, era un páramo triste, solitario y conservador, con un talante aburrido, como enunciaba el famoso escritor guanajuatense. Aunque en su sátira y crítica, Ibargüengoitia, solía despedazar el statu quo guanajuatense: en realidad, este lugar, le otorgó el material suficiente para su trascendencia literaria.
Esos pueblos rurales de doble moral, le dieron la historia de las hermanas Baladro, para su gran novela Las Muertas; el paso de Las Poquianchis, aquellas lenonas asesinas seriales de mujeres en los pueblos del Rincón de Guanajuato y los Altos de Jalisco que estremecieron al país en la década de los 60s con la muerte de más 150 asesinatos de mujeres, en un infierno de prostitución, abuso, tortura y secuestros.
Por otro lado, en su novela Estas Ruinas que Ves, Ibargüengoitia plasma a Guanajuato como una región, El Plan de Abajo, y a la colonial ciudad, capital del Estado, como Cuévano. Aquí al igual que en su novela, Dos Crímenes, nos muestra una atmósfera menos gris y lánguida, nos lleva a un recorrido sobre lo colorido del Bajío y su gente, el mundo cosmopolita de una ciudad entre montañas y minas; su alegre, reventada comunidad estudiantil; la clase alta y su doble vida, la influencia extranjera en el arte que los cuevanenses se apropian alegando en la comunidad un cierto aire de intelectualidad que esgrime con la religiosidad severa, como también, Carlos Fuentes describió en su novela, Las Buenas Conciencias.
El Bajío, tierra de paso, desde la época prehispánica entre Toltecas, Otomíes, Purépechas, principalmente Chichimecas (Guachichiles, Guamares, Jonaz y Pames, no ha sido exenta de guerras violentas en todas las épocas, donde su población ha sufrido el abuso de invasores de todo tipo, por lo cual, desarrolló formas de adaptación muy peculiares para paliar crisis y desastres: epidemias, pestes, hambrunas, así como sequias e inundaciones, que son otra constante del devenir guanajuatense.
Para finales del siglo pasado, el entorno campirano fue evolucionando a uno devastador y completamente industrial, desarrollado en un corredor que va desde Purísima y San Francisco del Rincón, pasando por León, Silao, Irapuato, Salamanca, Villagrán, Celaya y los Apaseos.
Para las primeras dos décadas del siglo XXI, el desarrollo industrial se expandió, en el Altiplano, en municipios como: Dolores Hidalgo, San Luis de la Paz, San
José Iturbide. Hacia el sur: en Valle de Santiago, Cortazar, Salvatierra, Moroleón, Uriangato, Abasolo y Pénjamo. Uno de los municipios que pasó drásticamente en la década de los 90s de oficio agrícola a industrial, es Silao. Ejemplo de escasa planeación y prevención al cambio tan dramático que sufrió su población en tan solo dos décadas. Mientras el desarrollo en los parques industriales es envidiable a nivel mundial, el desarrollo social, educativo y cultural es, por otro lado, deficiente.
Esto explica, en parte, el nivel de violencia que se vive hoy día en la entidad; Guanajuato, políticamente se ha movido entre el liberalismo en el siglo XIX, con la Guerra de Reforma, incluso fue refugio y capital nacional para Benito Juárez, al sinarquismo conservador de mediados del siglo XX, lo cual fue la base para el mandato que ha tenido el Partido Acción Nacional desde que tomó, con Carlos Medina Plascencia, el poder a finales de 1991, con lo que ya suma casi tres décadas en el poder local, y un total de seis gobernadores electos y dos interinos.
A pesar del crecimiento económico muy por encima de la media nacional, el empuje turístico con el auge de la ciudad de San Miguel Allende, las flamantes rutas de vinos, mezcal, haciendas y pueblos mágicos como Pozos o Jalpa de Canovas. Todo esto, se ve amenazado por niveles infernales de inseguridad. En el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, se inició con la guerra contra el narcotráfico en todos sus frentes y territorios ocupados por los cárteles.
En esa época, Guanajuato gozaba de una paz social casi en todos sus municipios; las ciudades grandes como León, Irapuato o Celaya, mostraban los problemas clásicos de marginación social, pandillas en polígonos de pobreza, consumo de alcohol y drogas cada vez más acentuados y en un crecimiento descontrolado.
El trabajo del gobierno y la sociedad, en las áreas de educación, política criminal, prevención del delito, seguridad y salud, no elaboró un análisis sustancial para menguar un problema que, parecía, no tener signos de descontrol. El efecto cucaracha de la fallida guerra calderonista, trajo a Guanajuato un semillero de grupos criminales atípicos en la entidad y los enfrentamientos de los delincuentes con las fuerzas públicas subieron de impacto en armamento y muertes.
Durante el sexenio de Peña Nieto, la violencia tomó por asalto a todos los municipios del corredor industrial con el Cartel de Jalisco Nueva Generación enfrentándose al Cartel de Santa Rosa de Lima de Villagrán, el cual controla todo el robo de combustibles, el famoso huachicol, de los oleoductos que forman el codiciado, triángulo del Bajío.
Los primeros cuatro meses del presidente, Andrés Manuel López Obrador, en su estrategia contra el robo de combustible, la violencia en la entidad se ha recrudecido, al intentar cortar de tajo la inseguridad, que evidencia la incapacidad de los municipios, las limitantes del gobierno estatal a un problema que tiene al enigmático Cuévano sumido en el más profundo, oscuro y desesperanzador, abismo.
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