Por Ángel Álvaro Peña
Alma Grande
Desde el inicio de las tareas periodísticas este oficio ha recibido innumerables agresiones. Desde la autocensura permanente hasta el hostigamiento de agentes externos al periodismo que se inconforman con los contenidos de los diferentes comunicadores.
Desde que el oficio del periodismo en México inició de manera profesional hubo un dique de contención ante la verdad, ante el rumor e, incluso, ante la especulación.
Desde el periodismo del siglo XVIII, quienes informaban debían disfrazar la verdad, creando fábulas, inventando metáforas, dándole a los poderosos diferentes formas para librar de la agresión a los que daban a conocer el acontecer del país.
En la historia de México ha habido muchos intentos de los periodistas para protegerse, desde la creación de clubes que luego se volvieron mafias o simplemente caían en la involuntaria vulnerabilidad, hasta asociaciones que los protegieran de enemigos internos, es decir del mismo gremio, y externos, de parte de aquellos a quienes la verdad los hacía frágiles.
El gremio periodístico fue agredido desde el principio de su práctica, sobre todo en el siglo pasado, cuando los efectos de la Revolución Mexicana hacían débiles a los anteriormente poderosos y poderosos los que eran frágiles. De esta manera, la creación de los diarios en el país fue recibiendo influencias de quienes nada sabían de periodismo, pero tenían marcados intereses en influir en la opinión pública.
Nunca faltaba algún funcionario público que tratara de meter su cuchara, como ahora sigue existiendo esta terca costumbre de sugerir, ordenar, o simplemente comentar sobre el proceso de comunicación.
Nadie imagina ahora al amigo del propietario de un hospital sugerir sobre un diagnóstico con un especialista, y mucho menos tratar de cambiar el proceso de una cirugía por el simple hecho de ser amigo del director de la clínica. Pero en el periodismo así sucedió, siempre hubo alguien que ordenaba desde el poder el contenido de las noticias, dejando en la indefensión el trabajo de los comunicadores.
Es decir, siempre hubo agresiones al trabajo de los periodistas que pasaban de la violencia verbal a la violencia física, hasta el exterminio, como podemos ver ahora con las víctimas de asesinatos impunes en el periodismo mexicano.
Se pasa de la agresión permitida por los propios dueños de los medios, a la violencia que se eleva al exterminio contra los comunicadores, como si la tarea de estos fuera un simple entretenimiento.
Nadie levantó la voz cuando un funcionario público trató de cambiar el contenido de una noticia o de comprar a un columnista. Todo era felicidad, sin saber que el futuro del periodismo en México pudiera mancharse de sangre a causa de esa apertura de puertas a los contenidos de los diarios.
Se pasaba de la falta de respeto a la falta de justicia en menos de un siglo. La impunidad de los asesinatos que vienen desde principios de siglo no ha tenido una respuesta positiva.
Debemos entender de una vez por todas que
la polarización que muchas veces proviene de los medios y que pareciera no
rebasar los límites de las palabras, puede echar raíces en las acciones
sociales y arrojar muchas víctimas y dejar correr mucha sangre si los ánimos no
se serenan.
Se le ha faltado el respeto a un sinnúmero de gremios, a los maestros, los
policías, los sacerdotes, los militares, incluso al propio Presidente de la
República, y esto no puede llamarse libertad, sino excesos de quienes
consideran que la palabra no rebasa sus propios límites cuando en realidad se
trata del principio de una acción de exterminio e injusticia.
Cada vez que muere un periodista los poderosos afectados sienten que hay un enemigo menos. Los periodistas son el medio para conocer la verdad, no son un fin en sí mismo, y por ello deben entenderse muchos de los sucesos que se originan desde la práctica periodística.
Porque como sucedió en el pasado, todo empieza con la intervención invasiva al trabajo de los periodistas que merece el respeto de todos, pero esa labor tuvo su primera acción negativa con una autocensura que parecía haberse convertido en todo un género periodístico.
Ahora que el gobierno federal crea los instrumentos necesarios para la protección de los comunicadores, de los líderes sociales, de los defensores de los derechos humanos, su efectividad debe ser precisa, pero como sucedía en el pasado, se convirtió en una oficina dedicada a darle el pésame a los familiares de los periodistas muertos. PEGA Y CORRE. – Ahora que se trata de poner orden en todas las reglas impuestas en el pasado, debe pensarse seriamente desaparecer instancias como el Buró de Crédito que sólo sirve para evitar el otorgamiento del crédito, que cada día resulta más caro. Ahora, un grupo de diputados de la Comisión de Hacienda propuso reducir de seis a cuatro años el periodo en que una persona arrastre un historial crediticio negativo. Sin embargo, la propuesta es tibia si tomamos en cuenta que ahora, como nunca antes, se le da importancia a la palabra de los mexicanos y que es necesario reactivar la economía. Así, el Buró de Crédito es sólo una herramienta que afecta a los más pobres… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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