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«Estar salado» tiene una connotación negativa, se usa para referirse a alguien con mala suerte y que todo lo que emprende le sale mal.

Se refieren a un local para renta, a  una vida amorosa difícil, complicaciones en el trabajo, pérdidas importantes de dinero, obstáculos que se repiten, de inmediato lo etiquetan de «estar salado».

La frase tiene diversos orígenes, desde las culturas antiguas que simbolizaban a la sal como algo negativo, la tiraban por el hombro para contrarrestar al mal que se les venía por tirarla en la mesa, por eso quedó la superstición de que es mala suerte pasar la sal de mano en mano en la mesa. Otra creencia es la costumbre de pagar con sal el pago de mercancías.

En cuanto a las creencias religiosas en las escrituras de la Biblia, en el pasaje de Sodoma la ciudad en la que los habitantes como castigo quedaron convertidos en estatuas de sal, esta parábola parece irreal pero las creencias pueden más que las realidades.

La profecía se rompe cuando la persona toma conciencia de que «estar salado» no es más que una creencia que se volvió autocumplidora.

De lo que quiero compartirles es del uso de la sal en los alimentos. La palabra se deriva de «salus», el nombre que los romanos daban a la diosa de la salud.

El uso de la sal como antiséptico de alimentos y conservador, estaba muy ligado a la salud del pueblo.

Es la combinación de cloro y sodio dos minerales imprescindibles para la salud que ayudan a regular los líquidos del organismo, la presión sanguínea y el balance acido-alcalino.

El sodio desempeña la función en la transmisión de los impulsos nerviosos y en el funcionamiento muscular.

El cloro es necesario para la producción de los jugos gástricos.

Lo que necesitamos es entre uno y tres gramos de sodio, pero consumimos unos nueve gramos, mucho más de lo que necesitamos.

La sal en exceso agrava padecimientos como la hipertensión, problemas renales, cardiovasculares, el edema y la toxemia en el embarazo.

La sal fue el primer aditivo que se agregó a los comestibles para mejorar su salud y prolongar su conservación.

Es el principal ingrediente sazonador, los consomés, las papas fritas, las sopas enlatadas, las carnes frías y los quesos contienen en exceso. El ingrediente no es para mejorar sus cualidades nutricionales sino restituirles el sabor que se pierde en el procesamiento.

Al igual que la adicción por el azúcar el gusto por lo salado es aprendido. La leche materna contiene menos sodio que la de vaca y las leches en polvo. Estamos tan acostumbrados a los alimentos dulces y salados que cuando los prohíbe el médico se convierte en una verdadera tragedia.

Es útil saber que los pueblos primitivos con una dieta baja en sodio no presentan hipertensión, también tenemos que tomar en cuenta que el estrés en las grandes ciudades es un factor muy importante y el cambio de hábitos, el consumo de bebidas embotelladas en lugar de agua natural.

Otro factor importante es el consumo de potasio, calcio y magnesio.

El sodio y el potasio están muy ligados en sus funciones, ayudan a regular el contenido de agua en el organismo, se les conoce como electrolitos.

El sodio permanece fuera de las células y el potasio dentro de la célula, el exceso de sodio saca el potasio del organismo. Cuando existe balance entre ambos el agua dentro del organismo y la presión de la sangre funcionan adecuadamente.

El sodio predomina en los alimentos procesados y el potasio en frutas, vegetales y semillas.

No es solo la sal que se consume en la mesa, es la industrialización, el enlatado. La carencia de calcio y magnesio eleva la hipertensión, más que el sodio. El sodio atrae a los fluidos lo que resulta en hinchazón de los tejidos y aumento de peso.

Finalmente, si padeces hipertensión cuida el consumo de sal y azúcar revisa las fórmulas: cuidado con las bebidas deportivas, el suero, las salchichas, el puré de tomate, las papas fritas, bebe por lo menos dos litros de agua y controla el estrés con la respiración y por lo menos camina.

rosamchavez@hotmail.com

Twitter @DrRosaCh