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A partir de 1975, a iniciativa de la Organización de Naciones Unidas, se estableció oficialmente que el 8 de marzo de cada año se conmemorara el Día Internacional de la Mujer, recordando la huelga laboral de trabajadoras de la industria textil en la ciudad de Nueva York, que fallecieron el 8 de marzo de 1908, al incendiarse la fábrica en donde laboraban y de donde no pudieron salir, pues el dueño del lugar había ordenado cerrar las puertas.
Ellas se manifestaban por salarios más justos, mejoras en sus condiciones laborales, trato más humano y la prohibición del trabajo infantil, entre otras demandas.
Actualmente, no han cesado los esfuerzos por garantizar la plena vigencia de todos los derechos para las mujeres, erradicar la violencia de género y lograr en el seno del Estado el establecimiento de una sociedad caracterizada por la igualdad.
Hace algunos años publiqué el libro El acceso de las mujeres a la justicia —cuya tercera edición estoy presentando en estos días—, en el que se logran plasmar las grandes desigualdades que ellas enfrentan al entrar en contacto con el sistema judicial en México, el cual, en general, no actúa con perspectiva de género y en el que aún prevalecen los estigmas propios de una estructura acostumbrada a desacreditar las causas de la población femenina.
En México, al menos el 66 por ciento de las mujeres ha sufrido un incidente de violencia, pero el 88 por ciento de las víctimas decide no denunciarlo. Las diferentes manifestaciones en torno a la violencia de género sirven para expresar todas las inconformidades que el sistema no ha sido capaz de canalizar.
Efemérides como el Día Internacional de la Mujer son instrumentos importantes para propiciar momentos de reflexión y sensibilización a nivel mundial, en los que, lejos de buscar politizar un tema trascendental para el desarrollo de las sociedades, es necesario aceptar que las mujeres se encuentran en condiciones de vulnerabilidad y desventaja frente a los hombres en casi todos los ámbitos de la vida.
Sería un error pensar que la brecha en la igualdad de género, incluido el acceso de las mujeres a la justicia, se corregirá por sí misma. Sin duda, la libre manifestación de las ideas y las protestas ayudan a visibilizar temas que necesitan ser atendidos, pero también es fundamental que las mujeres ocupen espacios públicos desde donde puedan cambiar la composición rígida de sistemas en los que la participación y las decisiones de mayor relevancia ha estado reservados para los hombres.
De todas las diferencias que suponen el origen de las sociedades desiguales (raciales, religiosas, generacionales, económicas, educativas, culturales, tecnológicas, etc.), las de género son las que históricamente han dado lugar a las expresiones más irracionales y violentas.
La vía para transitar a un Estado en el que se garantice la plena igualdad entre mujeres y hombres implica caminar sobre pequeños, pero constantes y sucesivos, escalones. ¿Cuáles son los 10 peldaños más importantes de esta escalera en forma de espiral?
Acceso a la educación universal, sin distingo de género.
Acceso al mercado laboral, en condiciones de igualdad de capacidades.
Derecho garantizado a la salud sexual y reproductiva.
Acceso a una vida libre de violencias y discriminación.
Políticas públicas con perspectiva de género, debidamente fondeadas (feminismo sin presupuesto es demagogia).
Acciones afirmativas para garantizar la integración paritaria de los órganos del Estado y niveles de gobierno en un país.
Desde la familia y la escuela, impulso a un nuevo orden de convivencia social, basado en el respeto, el cariño y el apoyo mutuo entre géneros.
Castigos severos al feminicidio.
En tiempos de redes sociales, prevención del bullying, el mobbing, el sexting y la violencia digital.
Construcción de un Estado de derecho con igualdad de género.
Al respecto, se ha venido construyendo un marco legislativo en el país para fincar un Estado humanista más igualitario y justo para las mexicanas. Entre los ordenamientos más importantes destacan la Ley Federal para Prevenir y Erradicar la Discriminación (2003); la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (2006); la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2007); la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas (2007), y, por supuesto, el impulso de un código nacional para tipificar y castigar el feminicidio.
Asimismo, en la presente legislatura, la Cámara Alta aprobó la llamada Ley Olimpia, por la cual se tipifican y sancionan el acoso, el hostigamiento y la difusión de contenido sexual en plataformas de internet o redes sociales, y las agresiones en contra de mujeres en medios de comunicación. Además, en materia de acceso a la justicia, se aprobaron mecanismos de protección, como el embargo preventivo de bienes del agresor y el desalojo del domicilio en casos de violencia.
Aunado a los valiosos esfuerzos legislativos, cabe reconocer que en México no había existido, como ahora sí, una administración federal que buscara garantizar que las mujeres ocuparan los espacios de participación que por derecho les corresponden; sin duda, la agenda feminista es parte del plan alternativo de nación que impulsa el actual presidente de la República.
Después de la elección de 2018, por ejemplo, México consiguió un avance sin precedente en materia de representación política en el Congreso de la Unión, logrando un 48 por ciento de presencia de mujeres en la Cámara Baja y un 49 por ciento en la Cámara Alta, lo que nos colocó entre los cinco países del mundo con mayor representación parlamentaria femenina.
Este hecho, sumado a la voluntad política de concretar la paridad total en los espacios públicos, permitió la reforma constitucional de 2019, que fue aprobada de manera unánime y que modificó 10 artículos de la Constitución, para establecer la obligación de integrar paritariamente los poderes de la Unión en los tres órdenes de gobierno, así como en los partidos políticos, órganos autónomos y cualquier entidad que ejerza funciones de autoridad en el ámbito de la Federación, las entidades federativas, los municipios y las alcaldías de la Ciudad de México.
Seguiremos trabajando para lograr transitar, sin violencia, de las sociedades patriarcales a las sociedades igualitarias.