Jesús Te Ampare
XALAPA, VER.- Don Miguel de Cervantes y Saavedra, conocido como “El Manco de Lepanto”, está considerado la máxima figura de la literatura española.
Es universalmente identificado por haber escrito la novela “EL ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”, una de las obras más editadas y traducidas de la historia, después de la Biblia.
En una ocasión, Cervantes y Saavedra, escribió a su lazarillo Sancho Panza:
“Compruebo con pesar, cómo los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de los reyes, pero peores son los que engañan al pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas, pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo, sin saber que los piratas solo reparten entre piratas”.
El mensaje llama la atención porque se refleja y acomoda en el espejo del baño principal de Palacio de Gobierno de Veracruz.
Esta es la historia.
El emperador, perdido en el embuste y el autoritarismo, se aposenta en el palco principal del Coso Romano. Extiende su mano derecha hacia el frente y con su pulgar hacia arriba o hacia abajo, pretende juzgar, con gran ironía, a un pueblo alegre que padece la arrogancia de la mano poderosa.
Con su acostumbrada actitud de suficiencia y ese aire de “yo puedo con todo”, la gobernadora Rocío Nahle volvió a dar de qué hablar.
Esta vez no fue por una obra inflada ni por algún desliz político, sino por algo aparentemente inofensivo: el anuncio de hermanar de manera cultural a Veracruz y Zacatecas con motivo del Día de Muertos.
El gesto, que en otro contexto podría sonar noble, resonó con una ironía tan burda que hasta los dioses del Mictlán (“Lugar de los Muertos”) se debieron de atacar de risa.
Porque si algo ha marcado la trayectoria de la señora constructora es la eterna polémica sobre su origen.
Nacida en Río Grande, Zacatecas, ha cargado con el mote de “zacatecana” como si fuera una maldición, y no una simple coordenada de nacimiento.
Sus adversarios –a quienes califica de carroñeros—no se la perdonan. Y ella, con ese toque de sorna y prepotencia que la caracteriza, parece haber encontrado la manera más elegante –y provocadora—de responderles: uniendo “su tierra” con la que hoy intenta gobernar.
La notificación tiene sabor a perversidad. Como quien dice “¿No me quieren por ser de Zacatecas”? Pues ahora Veracruz y mi auténtica tierra serán familia”.
Una jugada digna de una funcionaria que domina el arte del sarcasmo institucional. Porque la señora constructora no da puntada sin hilo: cada palabra, cada evento, cada guiño lleva un subtexto, y este no fue la excepción.
Los veracruzanos –más atentos a la inseguridad, a la violencia, a los baches, a las inundaciones y a la falta de resultados—se preguntan qué beneficios traerá este vínculo más allá de los discursos y las selfies en traje regional.
Pero ella sonríe. Sabe que la política, como el humor, se trata de controlar el relato. Y si en ese relato puede poner en su sitio a los que dudan de ser “veracruzana”, mejor todavía.
El problema es que el sarcasmo, aunque divertido, no construye hospitales ni cura a niños con cáncer.
Veracruz no necesita de hermanamientos simbólicos para saciar solamente el morbo de la autoridad, sino reconciliaciones reales con su gente.
Pero en el estilo de la señora constructora, la política se disfraza de espectáculo, y los agravios se contestan con histrionismo.
Así, mientras los muertos descansan en paz, los vivos seguimos asistiendo al desfile de vanidades y ocurrencias.
En el altar de la 4T, Rocío Nahle coloca su ofrenda con una mezcla de orgullo zacatecano y poder veracruzano: asado de boda, tacos envenenados, colonche, melcocha, lecheros, canillas, picadas y gorditas negras.
Y entre flores de cempasúchil y papel picado, nos recuerda que en política –como en el Día de Muertos—todo es cuestión de apariencias.
No cabe duda, la desfachatez permite imponer por la fuerza hasta el más salvaje de los deseos.
ceciliogarciacruz@hotmail.com