Uno de los retos más importantes que tiene ante sí el partido MORENA es dar continuidad a los altos índices de legitimidad, desde la dimensión electoral y adyacentes al proceso democrático, que lo encumbraron en la Presidencia de la República en julio de 2018, y le permitieron obtener la mayoría absoluta en ambas Cámaras del Congreso de la Unión, en las legislaturas locales y también en los gobiernos de las entidades federativas, a partir de la ratificación de la confianza ciudadana en los comicios de 2021.
Todo ese respaldo electoral y democrático ciudadano se debe considerar como una deuda histórica que MORENA está obligado a honrar con el pueblo de México, el cual le ha extendido su confianza para apuntalar las bases de la tan necesaria Cuarta Transformación de la vida pública del país.
El advenimiento de una nueva República es necesario para corregir el rumbo de la política económica que durante poco más de tres décadas estuvo orientada a propiciar una creciente desigualdad; para reencauzar el ejercicio del poder público, y para atender el grave problema de la corrupción. Por ello, en el seno de MORENA, no se puede prescindir de un ejercicio autocrítico para evitar caer en prácticas antidemocráticas.
MORENA tiene ejemplos de sobra de lo que puede ocurrir si, por alguna razón, deja de tomar en cuenta la opinión de las bases, pues, para poder presentarse a una elección popular como contendiente serio, hace falta mucho más que contar con el voto duro o cautivo de ciertos sectores de la población que simpatizan con la organización; se necesita el apoyo y el trabajo de las bases, cuestión que, en la elección presidencial de hace tres años quedó demostrada.
El partido necesita garantizar que la voz del pueblo sea respetada, y que sus procesos internos sean tan legítimos y transparentes como los comicios de 2018 y 2021, los cuales lo posicionaron como la primera fuerza política de México.
El partido MORENA y su proyecto de gobierno reconocido como la 4T representan una alternativa electoral atractiva para la ciudadanía. No obstante, debe asumir con responsabilidad la misión de no caer en los vicios y errores de otras organizaciones políticas.
Está obligado, ética y moralmente, a garantizar el ejercicio de una auténtica democracia en el interior de sus propias filas; sería un anacronismo darle la espalda al largo proceso de democratización que le permitió posicionarse como una opción real de cambio para la población.
Si no se atiende la nueva realidad democrática de México, existe un peligro inminente de sufrir el mismo destino de otros institutos políticos, que tiempo atrás gozaron de periodos pronunciados en la cumbre del poder.
En el caso de la situación actual de MORENA, la forma es fondo. Por ello, conviene establecer mecanismos democráticos en los procesos internos de selección de candidatas y candidatos para competir en las justas electorales por venir.
El establecimiento de la encuesta como mecanismo preferente para determinar a quienes encabezarán las candidaturas puede dar lugar a un desgaste acelerado de la legitimidad, en función de la opacidad que suele envolver a ese tipo de ejercicios.
Las encuestas tienden a ser complejas y se vuelven cuestionables cuando hay intereses políticos de por medio, ya sea individuales o de grupo. Aunque hay todo un proceso técnico en el levantamiento de un muestreo, el resultado o dato publicado no necesariamente refleja la realidad.
Se sabe que cuando una empresa llega a un resultado distinto del esperado tiene dos opciones para elegir. Primero: la ética indica que se deben publicar los resultados tal cual se obtuvieron; segundo: es necesario modificar los datos recabados, para así cambiar los resultados obtenidos.
En el caso de la contienda electoral, el personaje que cuente con el favor del grupo político en el poder podría utilizar los resultados de un ejercicio estadístico apócrifo para justificar su elección, por lo que habría que pensar sí éste sería el mecanismo idóneo para el futuro político de MORENA.
Por esta razón es que Mark Twain -según le atribuyen- consideraba la existencia de tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.
Basándonos en las experiencias pasadas, como el fraude cometido en 2006 en perjuicio de la elección del hoy presidente de la República, no hay mayor certeza en el resultado de una contienda electoral que el conteo voto por voto, casilla por casilla.
Por ello, el mecanismo de elecciones primarias se perfila como el mejor método para dar certeza a los procesos internos del partido, con lo cual se tendrá la autoridad moral suficiente para exigir certeza en los futuros comicios organizados por las instituciones federales y estatales.
Además, contemplar la opinión de las bases de MORENA y hacerlas partícipes de la elección de sus candidatas y candidatos dotaría a éstos de una legitimidad incuestionable; de lo contrario, se caería en los mismos errores que precipitaron el desgaste acelerado de las élites políticas de otros partidos. La defensa y procuración del sistema democrático que se desea para nuestro país debe comenzar indudablemente en las filas internas partidistas.
MORENA tiene en su ADN la lucha por la democratización de la vida pública nacional; cerrar la discusión en torno a los procesos de selección interna iría en contra de su propia esencia.
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