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Con nostalgia recuerdo mi niñez, adolescencia, juventud, aquellos tiempos cuando todo era tranquilidad al anochecer a excepción del silbido agudo del carrito de los plátanos azucarados y el camote con miel de piloncillo, que se estacionaba en la esquina de la calle, junto al intachable, muy pulcro y sonriente policía de la cuadra siempre atento y vigilante, para cuidarnos.

Cuando los juegos terminaban cuando la mamá asomaba por el balcón sin barrotes, para avisarnos que era la hora de merendar y de inmediato obedecíamos.
Amábamos, respetábamos a nuestros padres igual que a los abuelos.

-Íbamos solos a la escuela, regresábamos solos. Al cine preferíamos ir con amigos. Nada pasaba. Nuestro miedo era para lo obscurito, tarántulas, alacranes, murciélagos y también a reprobar en la escuela.

Recuerdo a la película cuando el “Destino Nos Alcance” y nunca, nunca imaginé que algún día nos alcanzaría.

¿En dónde nos desviamos?…. ¿En qué momento nos perdimos? … ¿Desde cuándo empezaron las protestas a todo lo largo y ancho de México, con miles de rostros enojados, tristes, dolidos que piden a gritos honestidad, respeto, seguridad… vivir en paz?

-¿En qué momento empezamos a vivir la ausencia de valores, la desunión familiar, la indolencia ante el sufrimiento de nuestros semejantes?

-¿Cuándo cambió nuestra vida sana, simple, bonachona y nos convertirnos en sofisticados zombis que para ser “felices” necesitamos computadoras, celulares, televisiones, autos, casas, viajes, joyas, droga etc.?

De todo corazón deseo que la honestidad vuelva a ser motivo de orgullo… que se pueda vivir sin rejas, sin encerrarnos con llave. Deseo sentarme, como antes, en la puerta de mi casa a disfrutar el anochecer de un tranquilo verano.

-De verdad, deseo dejar de herencia a mis nietos un mundo donde lo más importante sea el amor, la alegría y todos tengan techo y comida. Un mundo en el cuál no solo se piense en el tener, sino en el ser.
taca.campos@gmail