Por: Sócrates A. Campos Lemus
Que conste….son reflexiones!…
Nosotros, los mayores, venimos de una generación donde la Segunda Guerra Mundial dejaba tantos estragos y angustias que comenzaban los tiempos de la recuperación económica.
No existía ya el hambre crónica pero los trabajos eran mal pagados y los ingresos familiares limitados, sin embargo las familias salieron adelante, con las carencias de todos los tiempos malos. Heredaban la ropa de los mayores a los menores, poco se festejaba con platillos caros y los recursos se administraban con precaución.
Por ejemplo, veía a mi madre cómo, cuando mi padre entregaba sus salario ella puntillosa y ordenada colocaba cada parte en sobre, para la renta, la luz, los gastos diarios, los pagos de adeudos y de cómo, cuando nos enviaba por las tardes a comprar el pan, nos pedía que cada uno dijera lo que comería, si bolillos o pan de dulce. Si eran bolillos pues tenía uno más pero si era pan de dulce era poco y así todos sabíamos lo que deberíamos hacer.
Se nos educó para ayudar a la madre en los asuntos de casa, nos enseñaron a lavar platos y planchar ropa o limpiar pisos y vidrios y apoyar a la madre cuando tenía que ir hasta el mercado de la Lagunilla por las cosas cargando las bolsas y apoyando en su arrastre. Se cuidaba el uniforme a menos que quisiera uno una buena tunda y los cuadernos se llenaban sin desperdiciar hojas. En fin, todo era así, pero siempre en la mesa había algo que comer y claro esto sigue en muchos hogares mexicanos ahora que la pandemia ha destrozado la economía familiar de miles de hogares y familias.
No estamos en la hambruna pero andamos cerca en muchos sitios, no todos tienen ingresos y cuando los logran son escasos y los precios aumentan día a día, no hay control de ellos y los sistemas de distribución son controlados por hambreadores y especuladores de tal suerte que un día por ejemplo la cebolla amanece a 40 pesos el kilo cuando los productores solamente reciben cuatro o cinco pesos y con el tomate sucede igual y el chayote y el limón y las verduras y los chiles y el frijol no se logra ya en los ranchos y campos,se tiene que importar al igual que el maíz y la leche y así vamos perdiendo soberanía agroalimentaria y por supuesto dependemos de lo que hagan en el extranjero, mientras, en las casas la comida es escasa y mala y ahí comienzan los problemas reales porque tendremos que recordar que, al final de cuentas, las lealtades y las insurrecciones empiezan en los estómagos, más cuando no hay forma de ayudar a los que menos tienen.
Pues, sin duda, ayuda en algo los depósitos que les hacen por los programas sociales a las familias y grupos vulnerables, pero la realidad ayuda pero no resuelven porque el asunto es que necesitan en todos lados empleos y los viejos están fuera del mercado laboral y ya se ve a muchos solicitando empleos o buscan ayuda en las calles o con sus familiares, los jóvenes también están fuera del mercado y los que tienen alguno pues andan locos por el nivel de presión y los bajos salarios, los empresarios pequeños y medianos que son los que generan los empleos reales en las comunidades están sin apoyos y presionados por los impuestos y los tratos que dan los funcionarios al grado de que es mejor llegar a darles una “lana” que andar cumpliendo con los requisitos que van inventando para chingarlos a todos.
En las calles los grupos que venden cosas aumentan y fomentan las cuotas a los dirigentes que a su vez manipulan esos recursos y los brindan a los políticos que les protegen y alientan la venta del contrabando y artículos robados y el ciclo sigue de tal suerte que, ahora, hasta en las tiendas llegan a vender ropa de paca, usada, para que la gente tenga artículos gancho que les lleve a los centros comerciales,
Los restaurante están medio vacíos no solamente por las normas de salud, sino porque la gente ya no tiene para ir a consumir y prefiere tacos, y tortas, y al final de cuentas, incluso los refrescos no bajan su consumo porque con ellos se logra incluir muchos carbohidratos a la dieta y lo consideran una especie de premio o de postre en las casas, y para paliar el hambre en el día bastan diez pesos para comprar las papitas y asunto arreglado, claro que esto los diputaditos que aprueban las leyes con fines publicitarios no saben de eso porque ahora ellos gozan de buenos salarios y muchos ingresos buenos y malos, porque en los tiempos de crisis ellos ganan más porque se prestan más las transas y las andanzas que los buenos hábitos.
Y cuando uno recorre el México real en los barrios pobres y zonas marginadas donde viven los más, pues se da uno cuenta de que los platos en las casas están medio vacíos y con poco alimento y que muchos niños y viejos solamente tienen la mirada perdida y algunos mejor se drogan para olvidar el hambre y la miseria. Ahí no llegan los políticos ni funcionarios, no, para qué, esas zonas no se ven desde lejos, se siente el horror y el terror de las mismas cuando uno camina por ellas, cuando nota a las pandillas acechando a las víctimas, cuando nota la presión para vender drogas y cobrar piso, cuando se acerca la realidad en la prostitución obligada de niños y de jovencitas explotadas por esos grupos, cuando se ve que las casuchas solo tienen láminas y techos de cartón y pasan frío y no hay luz ni agua ni drenaje ni seguridad ni nada, menos alimentos que son escasos, mientras muchos no tienen nada, otros pocos tienen de más y desperdician, porque al no tener conciencia de la realidad pues les vale y dejan las cosas tal como están sin hacer nada por ayudar o cambiar. No hay solidaridad, hay brutalidad y horrores y terrores en esas zonas, esa es la realidad, y los políticos pues andan en sus grillas y buscando sostenerse en la ubre presupuestal y en los puestos y presupuestos, mientras la presión social se calienta y puede estallar..