Hace años oí los siguientes comentarios: “Soy católico, pero simpatizo con el budismo y aplico su  filosofía en mi vida cotidiana”.  “Soy judío y budista”.  No entendí; ¿practicantes de tal o cuál religión, y también budistas?

Con el tiempo, ya sumergida en la vorágine de estos tiempos violentos, que nos han convertido en seres carentes de compasión, indiferentes al dolor ajeno, tuve la oportunidad  de  viajar al norte de Tailandia y estudiar Budismo, en el Monasterio What Umong, donde un laico tiene la libertad de asumirse como monje o monja o simplemente ser un estudiante presencial al que se le permite comprobar si esta antiquísima, pero a la vez moderna y científica filosofía, nos mejora como seres humanos, funcionando  como un psicoanálisis sin psicoanalista, que además nos ahorra tiempo y dinero, pero no esfuerzos. 

UNA OPCION 

Jawaharlal Nerhu, quién fuera  Primer Ministro de la India y seguidor de Mahatma Gandhi,  expresó  pocas horas antes de morir:

“Si un sabio merece llamarse «Príncipe de la Paz» es  Buda. La Humanidad tiene que decidirse, en última instancia, por su mensaje o por la bomba de hidrógeno.  El Budismo, jamás manchado con sangre, ni  rival, ni enemigo de cualquier  otro sistema religioso es remedio y bálsamo para esta era moderna, donde se hace evidente la destrucción del mundo entero”.

Termino con algunos hermosos pensamientos dichos o inspirados por Buda:

“El sabio no conoce el odio”. 

“No esperes todo de los dioses sino de tu propia purificación y meditación”. 

“La moralidad y la ética que se practican por miedo, constituyen un aspecto religioso muy elemental”. 

“Cuidad de vuestros labios, como si fuesen las puertas del palacio de un rey. Que todas  vuestras palabras sean armónicas, mesuradas, verídicas, hermosas y corteses, cual cumple a la presencia del rey: vuestro propio espíritu superior o divino”.

“El que está libre de deseos, no conoce pesar, ni temor”. 

“Si un hombre venciere en batalla a un millar de millares de hombres, y otro se venciere a sí mismo, es este último el más grande de los vencedores”. 

“Reemplazad la fe ciega con la sublime comprensión, que abre los ojos del espíritu”.

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Sri Radahakrisna define así al Buda, “un  hombre, no un mito, que nació,   vivió  y concluyó su vida a los ochenta años, como un ser un humano. Pertenece a la historia del pensamiento del mundo, a la herencia general de todos los hombres civilizados, pues visto con integridad intelectual, seriedad moral e intuición espiritual, Él es, indudablemente, una de las máximas figuras de la historia”.

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