El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir.

La diferencia  entre sabio y  necio, es que el primero selecciona sus palabras para  la conversación, suprimiendo unas y comunicando otras, mientras que el necio dejar correr las palabras irreflexivamente, ¿usted qué opina?

Y a propósito de esto,  William Wycherley dejó escrito que nada impulsaba más a un hombre a odiar a una mujer que su conversación constante. ¿Será cierto?

A decir verdad, esto se quedó en el pasado, cuando las mujeres no salíamos a trabajar y necesitábamos canalizar nuestra energía hablando para curar nuestro aburrimiento.

Hoy tenemos mucho en que pensar y  por lo tanto hablamos menos y también vale decir, que nos hemos convertido  en buenas conversadoras que saltan de uno a otro tema con conocimiento y también, una gran mayoría, saben  cuando es necesario frenar la lengua.    

En fin las siguientes reglas son de utilidad, para no quedar atrapados por la boca  y comenzar a vivir en un silencio prudente, que nos conduzca a la sabiduría terrenal

1.- No digas nada cuando ganes. Mucho menos cuando pierdas.

2.- Somos dueños de lo que callamos y esclavos de lo que decimos.

3.- Sea esta la regla de nuestra vida: decir lo que sentimos, sentir lo que decimos. Que la palabra vaya de acuerdo con los hechos.

4.- Más vale tener la boca cerrada, y que los demás crean que uno es tonto, que abrirla y que los demás se convenzan de que lo es.

5.- Se contrae un compromiso de conciencia consigo mismo, cuando se promete algo que no se piensa o se puede cumplir.

6.- Entre más estrecha la mente, más grande la boca.

7.- El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir.

8.- Algunas preguntas no tienen respuesta; he aquí una lección muy difícil de aprender.

9.- Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar.

10.- El mejor medio de cumplir la palabra dada, es no darla jamás.

11.- La palabra tiene mucho de aritmética: divide cuando se utiliza como navaja, para lesionar. Resta cuando se usa con ligereza para censurar. Suma cuando se emplea para dialogar. Multiplica cuando se da con generosidad para servir.

Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.

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