Jesús Te Ampare
XALAPA, VER.- El poder omnímodo decidió, sin titubeos, apostar por la continuidad… quitándole algunas comas.
Se ha conservado la esencia signada por el antecesor.
Obediencia ciega, pues.
Por eso, el fantasma del poseedor de “otros datos” –a pesar del tiempo o las dificultades—pervive en Palacio Nacional.
Tal parece que la silla principal está apoderada por el pasado y no por el presente.
Su presencia se percibe en cada declaración, en cada línea discursiva reciclada, y sobre todo en las decisiones que al parecer no consideran por cuenta propia.
Todo indica que el verdadero poder opera entre sombras.
No hay indicios de ruptura, ni visos, ni siquiera un intento de marcar autonomía.
Por el contrario –quien detenta un capital político inédito (70%)–, optó por justificar lo injustificable: desarticular instituciones, la sumisión ante la militarización del país y el desastre en materia de salud, educación, robo de combustible y otros sectores.
Todo en nombre de una ´transformación´ que más parece dogma que política pública.
El gobierno hace malabares discursivos, intentando defender las sentencias de un gobierno que dejó a millones sin medicinas, que despreció a las víctimas y que manipuló al pueblo con mentiras y ocurrencias.
Esa misma retahíla de embustes que hoy la obliga a tolerar y aun a defender a su antecesor, ni siquiera cuando es evidente que éste sigue imponiendo agenda.
La pregunta inevitable es:
¿Hasta cuándo permitirá que su figura sea reducida a la de una marioneta obediente?
¿Hasta cuándo seguirá gobernando el ego del caudillo?
La historia es implacable con quienes se someten al poder en lugar de ejercerlo.
Más temprano que tarde deberá quebrar con la tutela, construir su propio legado y hablar con voz propia.
Pero el tiempo corre, y cada día que transcurre sin ejercer el liderazgo, es un día más que confirma que la silla presidencial está ocupada por el fantasma del verdadero poder.
Porque cuando llegue el juicio de la historia, no bastarán las justificaciones ni los homenajes. Se evaluará con rigor a quién gobernó, cómo lo hizo y a favor de quién.
Y en ese juicio el poder absoluto no podrá escudarse más en el espectro de su mentor.
Por eso, la inteligente y dueña de un estilo único, la comunicadora Azucena Uresti, escribió:
“¡Ya váyase, señor López Obrador!”
“Su tiempo terminó”.
Y el gran maestro y amigo CATÓN remató:
“…que aparentemente se fue a La Chingada, pero que sigue practicando el gerundio”.
ceciliogarciacruz@hotmail.com