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Las dinámicas de cambio o las transformaciones en la vida interna de los Estados nación no responden, necesariamente, a factores endógenos. El panorama, el escenario mundial o los factores exógenos interactúan en forma constante con las dinámicas internas, definiendo el rumbo de los países, aun en las cuestiones más trascendentales, como el sistema político o económico.

Por ejemplo, en nuestra región, el injerencismo o la intervención extranjera en las elecciones tiene una larga historia, particularmente por parte de Estados Unidos durante la Guerra Fría, aunque también a partir de que el mundo transitó a un esquema unipolar y vio erigirse a ese país como potencia hegemónica en términos militares, pero también en lo cultural o ideológico.

En el contexto de la Guerra Fría, EUA, en aras de contener la expansión del comunismo, y a menudo para asegurar la lealtad de los Gobiernos en su zona de influencia, respaldó golpes de Estado contra líderes de izquierda, incluso los elegidos democráticamente, como en Guatemala (1954) y Chile (1973). También ejerció presión económica para influir en los comicios.

Las motivaciones eran claras: temía la influencia soviética en su “patio trasero”, y veía a los Gobiernos de izquierda como amenazas, como un posible factor de potenciación de la ola comunista. Además, algunas empresas estadounidenses tenían intereses económicos en la región.

En tiempos recientes también se pueden encontrar ejemplos de este contexto intervencionista como, por ejemplo, cuando el Gobierno venezolano sufrió un intento de golpe de Estado. El resultado fue una escalada de violencia e inestabilidad política que, con todo, no logró su objetivo, aunque a la nación sudamericana le fueron impuestas sanciones económicas promovidas desde el exterior.

Más allá del intervencionismo estadounidense, otros países también han interferido en elecciones latinoamericanas, como Cuba, Venezuela y Rusia, según las acusaciones que se conocen.

Históricamente, el legado del injerencismo o de estas intervenciones ha sido funesto, y sus consecuencias, devastadoras. Entre estas se puede contar la desestabilización de las regiones, la instalación de dictaduras y la consecuente irrupción de numerosas y sistemáticas violaciones o abusos contra los derechos humanos.

México fue y sigue siendo un abierto crítico del intervencionismo. Por ello, en el plano de la política internacional, las características más importantes de nuestro país están delineadas por la aplicación y prevalencia de las doctrinas Carranza y Estrada: la no intervención y la libre autodeterminación de los pueblos han sido, desde hace décadas, principios doctrinales que, elevados a rango constitucional, son de observancia obligatoria para el Gobierno federal, independientemente del color o la ideología política a la que pertenezcan las y los altos funcionarios que se encuentran al frente.

Esto permite que nuestro país goce de un reconocido prestigio internacional en materia de relaciones diplomáticas, al seguir una línea política que privilegia la paz y la seguridad del mundo, la cooperación, el respeto a los derechos humanos y la libre autodeterminación de los pueblos, así como el principio de no intervención.

Todo lo anterior cobra especial relevancia en la coyuntura actual, pues, como nunca, el llamado “factor externo” estará presente en la elección presidencial. No es para asustarse ni meterse debajo del escritorio, pero sí para detectar, denunciar y contener oportunamente actitudes políticas injerencistas, que suelen darse entre países con alta integración económica.

Por “factor externo” entendamos la actuación de grupos políticos y económicos, de interés y presión que, de manera planeada, deliberada y concertada, buscarán influir, extraterritorialmente, en el resultado electoral.

Hay factores externos que encuadran en lo que la geopolítica contemporánea denomina como “amenaza a la seguridad nacional” (concepto que no desapareció con la globalización, sino que se reforzó) y que la ley vigente en la materia detalla así: “se define como amenaza al acto generado por el poder de otro Estado, o por actores no estatales, que puede vulnerar de modo particularmente grave las aspiraciones, intereses y objetivos nacionales del Estado mexicano. Las amenazas pueden ser: tradicionales o emergentes.”

Y enlista a continuación un catálogo de 13 actos, entre los cuales se encuentran los “de interferencia extranjera en los asuntos nacionales que puedan implicar una afectación al Estado mexicano”. De ahí que tratar de influir en el resultado de la próxima elección presidencial encaje con precisión milimétrica en ese precepto.

Después de conocerse la infraestructura de granjas de bots y el origen externo de casi la mitad de las cuentas que impulsaron la embestida digital #NarcoPresidente y #NarcoCandidata, es claro que hay un frente extraterritorial que se debe monitorear, vigilar y denunciar puntualmente para evitar una abierta intervención en el resultado electoral, a partir de información falsa, apócrifa o mentirosa, pero que el martilleo sistemático y continuo convierte en “verdad mediática” o “falso negativo”.

Estos factores externos no actúan en el espacio sideral, en la Vía Láctea o en la nube digital. Suelen estar aliados, alineados y sincronizados con actores internos que se desempeñan incluso en la primera línea de combate de una campaña política nacional.

En tal sentido, no es fortuito que tras la visita de la candidata presidencial del frente opositor a Washington se hayan activado los hashtags mencionados, con información de archivos desempolvados por la DEA en dos medios estadounidenses, los cuales, a su vez, reprodujeron en México los voceros y medios afines al Frente, a través de una técnica de retroalimentación del rumor conocida como “Radio Ven-Va” (un locutor de radio difunde en la mañana un rumor; el rumor lo repite la gente porque lo escuchó en la radio; por la tarde, el locutor repite el rumor, pero ya en forma de nota periodística, dando como fuente de su información a la audiencia que lo escucha).

 Apoyarse en el factor externo es consustancial a los movimientos políticos de derecha. En su obra El pensamiento de la reacción mexicana, Gastón García Cantú describe el nivel de dependencia ideológica, política, operativa y financiera que el conservadurismo mexicano siempre ha requerido, buscado y hasta suplicado del exterior.

No es xenofobia ni nacionalismo trasnochado; es el juego de la realpolitik en el tablero de la geopolítica mundial.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

X y Facebook: @RicardoMonrealA