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Desde que comenzó el siglo XXI, la movilidad eficiente de personas y mercancías ha representado oportunidades de desarrollo para quienes cuenten con la infraestructura y la logística suficientes. 

En México, a partir del año 2000 y hasta la fecha, se han emprendido diversos intentos por lograr satisfacer la gran demanda que pesa sobre el transporte aéreo. 

Desde hace algunas décadas se sabe que el flujo constante de personas y mercancías en el escenario local y en el internacional ha ido en aumento de manera acelerada, por lo que la búsqueda de soluciones a esta particular situación ha sido una constante, sobre todo por lo que toca al espacio aéreo del Valle de México.

Tres son los intentos que hasta el momento se tienen registrados para atender la situación de sobresaturación que enfrenta el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. 

En el primero de ellos (hace casi dos décadas), debido a diversas situaciones sociopolíticas y al mal manejo de éstas por parte del Gobierno federal y el estatal, se detonó la protesta social contra el proyecto de un nuevo aeropuerto en la región del Lago de Texcoco. La población inconforme fue violentamente reprimida en operativos donde se denunciaron, entre otros delitos, abusos sexuales y violaciones a las mujeres por parte de los elementos de seguridad. El resultado inmediato fue el abandono del proyecto.

En el sexenio anterior, nuevamente se pretendió edificar un nuevo aeropuerto en el terreno de lo que fuera el Lago de Texcoco. Como consecuencia de aquel intento, surgieron varios cuestionamientos relacionados con el ambicioso proyecto: el sobrecosto que significaba el reajuste constante del presupuesto para su edificación y el mantenimiento correspondiente (ya que las personas expertas advirtieron que, por las características del suelo, el hundimiento constante de la estructura aeroportuaria sería un problema por demás recurrente); las implicaciones medioambientales y ecológicas, así como la exclusión de que fueron objeto las comunidades colindantes.

Además de que las cifras de su costo aumentaban de manera desmesurada, prescindiendo de manera oficial de un techo o tope para detener los incrementos, parecía ineludible que el endeudamiento público sería el camino por seguir para culminar una obra faraónica como la que representaba el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM).

El actual titular del Ejecutivo federal, el Lic. Andrés Manuel López Obrador, por medio de una consulta a inicios del presente sexenio, decidió cancelar aquel proyecto. En ese contexto, el tercer intento, impulsado por el Gobierno de la 4T, es el que se pudo concretar sin mayor problema y en un tiempo récord. El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) está pensado para aliviar la saturación en el AICM y, junto al de la ciudad de Toluca, formar un polígono estratégico con el cual se podrá atender perfectamente la demanda de transporte aéreo en el Valle de México. 

No obstante, la realidad actual es que el AICM está saturado. Aunado a ello, en días anteriores fueron de conocimiento público la serie de problemas que se han presentado en materia de control aéreo: retrasos, cambios de ruta, incidentes, alertas e, incluso, posibles accidentes fatales. 

Algunos sectores inconformes que se opusieron a la cancelación del NAICM y que han criticado constantemente la edificación del AIFA, señalan que lo que sucede es consecuencia de la entrada en operación de este último, tratando de sacar raja política de los penosos incidentes.

Sin embargo, de acuerdo con lo expresado por el personal experto y técnico del aeropuerto Benito Juárez, los problemas que se presentan están relacionados con una mala organización interna y con la tensión laboral que experimentan quienes se encargan de llevar el control de las 60 operaciones diarias de despegue y aterrizaje que tienen lugar en ese puerto aéreo, lo que derivó en la renuncia en días pasados del director de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano, Víctor Hernández.

Pero más allá de eso, el reto que se tiene de manera inmediata consiste en subsanar los problemas logísticos y organizacionales. Los factores técnicos, humanos y de capacitación, que son la raíz de la situación actual por la que atraviesa el espacio aéreo en el Valle de México se tienen que atender en su justa medida y con la urgencia pertinente. 

Hasta el momento, no se conoce de una opinión técnica que advierta acerca de peligros probados por la operación simultánea de ambos aeropuertos; con mayor razón, cuando la diferencia en el número de operaciones diarias entre uno y otro continúa siendo abismal. Por otra parte, muchas grandes ciudades del orbe operan hasta con más de tres aeropuertos de manera simultánea, por ejemplo, Nueva York, París y Londres, en donde además, en muchos casos, la distancia que aquéllos guardan entre sí es menor a los 46 kilómetros que separan al AIFA y al AICM, sin que hasta ahora se conozcan incidentes relacionados con su cercanía.

Lograr el rediseño del espacio aéreo de manera segura es uno de los retos más importantes, para que la carga que tiene el AICM en la actualidad pueda ser compartida con el AIFA y con el aeropuerto de Toluca. 

Sin embargo, antes de pensar en operar un mayor número de vuelos en el AIFA, primero se deben atender las situaciones que han derivado en una serie de problemas en el control del espacio aéreo del Valle de México, de lo contrario, se estará poniendo en riesgo la vida de miles de personas.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA