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Alfa-Omega 

(México nos necesita unidos a todos los mexicanos*)

Entre las múltiples leyendas mexicanas que nos contaban las abuelitas, otras que fueron escritas en el Siglo XIX y las divulgadas en los principios de la centuria pasada, hemos encontrado muchas que trascendieron como sucesos reales, unas más de las mentes de novelistas y las que corrieron entre hacendados y rancheros de los apartados pueblos o en las ciudades coloniales. 

Todas son muy interesantes y son amena lectura como las de La Mulata de Córdoba, La Llorona, la de Don Juan Manuel o las del Callejón del Diablo.

Bueno, me encontré en mi biblioteca apuntes sobre las calles, avenidas y calzadas de la hermosa, combatida y cosmopolita Capital Mexicana. Llegué a las páginas donde leí la leyenda de una romántica pareja que fue víctima de un longevo enamorado que prendió fuego a la casa del joven matrimonio que había salido y dejado al pequeño hijo en el hogar, lo que dio origen a que una de las arterias capitalinas fuese conocida, por siglos, con el nombre de Calzada de Niño Perdido.

Junto con la exposición que haré del cambio radical que se produjo en los años setenta en la Ciudad de México, en cuanto a la necesidad de modernizar y ampliar las vialidades, conoceremos, ustedes y yo, una historia, una leyenda, sobre el porqué se dio ese nombre a un largo tramo que originalmente tenía doble circulación y una de las líneas de autobuses, los camiones les llamábamos, era la Niño Perdido-Penitenciaría. El pasaje empezó costando cinco centavos por viaje. Además del chofer había un cobrador, el que a cambio del pago entregaba un boleto como comprobante.

TRIÁNGULO AMOROSO INEXISTENTE

Empezaré por comentar los hechos, según relatos recogidos por cronistas, la leyenda data del año 1656 cuando procedente de España llegó a estas tierras, en la época virreynal, un joven para trabajar en la Catedral Metropolitana. Contaban que era apuesto, varonil y de buena presencia, además tenía antecedentes de ser muy enamorador de las bellas chicas que cruzaban por su camino.

En el relato, de autor anónimo, refieren que un apuesto joven escultor, llegó a la Nueva España, contratado para realizar el Altar de los Reyes, en la Catedral de México. Se trataba de un hombre que era codiciado por las jóvenes y él era un galán que las enamoraba rápidamente. Vivía por el Sur de la Ciudad, un tanto alejando del Zócalo. No se citó en la crónica, el nombre original de la calle.

El caso es que elescultor fue identificado como don Enrique de Verona. Regresaba, una tarde, a su casa. Delante de él, una guapa joven se inclinaba para recoger su pañuelo que había caído al suelo. Sin mediar palabra, ni siquiera mirar en este momento a la dama, Enrique se apresuró a recoger la prenda y entregársela en mano a su dueña, esbozando ambos una sonrisa.

Ella se llamaba Estela de Fuensalida. Frente a frente fijaron sus miradas. Intercambiaron un respetuoso saludo. Cada uno dijo su nombre. Se inició una charla y caminaron en la misma dirección, lo que supone que eran vecinos del rumbo. Continuaron las entrevistas y en breve tiempo, decidieron contraer nupcias. Instalaron su hogar en esa avenida. Vivían muy enamorados y llegó el hijo esperado. Lo describieron como un bebé hermoso y era la adoración de la pareja, pero más de Estela.

La joven madre antes de conocer a Enrique, era asediada por un rico platero, un hombre entrado en años. Era un “viejo rabo verde”. Tristán de Valladares, era su nombre. Enterado de la boda de Estela, con quien no había cruzado palabra, urdió un plan para vengarse y hacer sufrir a la mujer que no pudo conquistar. Una noche de diciembre, sigue la leyenda, Tristán supo que Enrique y Estela habían salido, prendió fuego a un pajar junto a la casa. Las llamas en unos minutos invadieron las habitaciones.

Tristán previamente entró hasta la recámara donde dormía el bebé y lo sacó. El hombre se mantuvo escondido cerca de ese hogar. La madre se abrió paso entre los vecinos para rescatar a su hijo y al no encontrarlo, desesperada y con angustia empezó a gritar: “Mi hijo… ¡se ha perdido!… ¡Madre mía, devuélvanme al Niño Perdido”!

Pasaron varias horas y de pronto, entre las sombras de la madrugada, Estela vio a un hombre que cargaba un bulto envuelto con un abrigo. Corrió hacia él para arrebatarle el bulto, porque su sexto sentido le indicaba que ahí estaba su hijo. Lloró de alegría, llamó a su esposo y la felicidad volvió a ellos, sin embargo por ese suceso y el grito de la joven, desde entonces la calle fue conocida con el nombre de Niño Perdido. Eran los años del Siglo XVII. La leyenda apareció en una de las ediciones de México Desconocido.

UNA SEGUNDA VERSIÓN

Hay otra versión que involucra a un español inmensamente rico de nombre Adrián de Villacaña que en 1659 llegó a la  Nueva España con su pequeño hijo, Lauro. Viudo y con enfermedad terminal, el hombre pensó en buscar una esposa para se encargaría del cuidado y de la educación de su niño.  Después de conversar con varias damas, conoció a una “hermosísima mujer, de mirada altivas, cuerpo esbelto y joven” llamada Elvira y no dudó en ofrecerle matrimonio, a pesar de que Lauro le dijo insistentemente “que esa señora no me gusta”. Desde el primer día se distanciaron la mujer y el pequeño. Chocaban a cada momento. Dejaron de hablarse y transcurrido un tiempo,  Elvira, que disfrutaba los miles de pesos de su esposo, en vestidos y joyas, urdió deshacerse de Lauro. El padre se alarmó al no encontrar a su hijo y convocó a los vecinos para buscarlo.

Jamás fue visto el niño. Murió Adrián. Elvira no era querida por nadie del barrio, inclusive los sirvientes se fueron retiraron porque no soportaban el mal trato que recibían. La mujer organizaba fiestas, pero nadie asistía. Se volvió loca y una mañana arremetió contra la sirvienta que le llevaba el desayuno a la cama. Gritaba incoherencias, se rasgaba la ropa y terminó arrojándose por una ventana y terminó sus días. Junto al cadáver fue encontrada una llave que recogió la sirvienta. 

La gente pidió que buscaran el sitio de donde emanaba un horrible olor. Con la llave encontrada no lograron abrir ninguna puerta ni mueble. Llegaron a un cuarto donde había un baúl, del cual se desprendían los malos olores. La llavecita era para abrir ese baúl, donde se encontraba en total descomposición el cuerpo de Lauro, atado de pies y manos, con una pañoleta de Elvira amarrada en la boca. Eran los restos de lo que llamaron el Niño Perdido. Esta segunda historia fue publicada en el diario La Jornada. 

EL BROADWAY MEXICANO 

Bueno, después de esas historias, leyendas, cuentos o como Usted quiera interpretarlo, viene la parte alegre. ¿Por qué se les ocurrió decir que la calzada Niño Perdido, fue el Broadway Mexicano? Las versiones también son diferentes, sin embargo en la vialidad de 45 kilómetros de extensión, actualmente a partir de Río Churubusco, en el Sur de la Ciudad de México y hasta el Instituto Mexicano del Petróleo, ubicado en el Norte, en la alcaldía Gustavo A. Madero, se concentraron cines, centros nocturnos, carpas, teatros y la turística Plaza de Garibaldi con su mexicanísimo Tenampa, el de los “dulces” ponches de granada y en la Plaza, los conjuntos de mariachis.

Antes debo comentarles que esa arteria capitalina, donde hoy solo circulan los trolebuses como transporte colectivo, desde los años setentas al abrirse los Ejes Viales, tuvo los siguientes nombres después de Niño Perdido los cortos tramos fueron: San Juan de Letrán, Juan Ruiz de Alarcón, Aquiles Serdán, Gabriel Leyva y Santa María la Redonda. Cada tramo tiene su propia historia. 

En esa larga avenida y en sus proximidades estuvieron los Teatros Tivolí, Lírico, Follies Berger, donde en los años cincuenta eran el escenario de las rumberas, del debut de Tongolele, ahí también se presentaron Kalantán, Wanda Seux, Su Mu Key, Rossy Mendoza, Naná y las cubanas que nos invadieron para el gusto de los citadinos y los turistas nacionales y extranjeros. 

Dos Carpas, antecedente de los teatros de variedad o de comedia, una muy conocida como  Ofelia y otra de Las Vizcaínas, donde Cantinflas, Schilinsky, Palillo y muchos otros hicieron época, haciendo gala de su humorismo y de la sátira política.

Centros nocturnos, cabarets para ser preciso, como Pigalle, Bombay, La Canción, El Tío Sam, El Ratón, El Gran Vals, El Dandy. La cervecería El Terrible Pérez, con sus especialidades para “los crudos” y las exquisitas botanas. Cabarets de fama como el Siglo XX, en la esquina de Fray Servando y Niño Perdido y, pared de por medio, El Azteca, donde triunfó el carnicero de Tacubaya, el inolvidable Javier Solís, en los finales de la década de los 50. 

En el largo recorrido de Niño Perdido y José T. Cuéllar a Aquiles Serdán y Cuba, de Sur a Norte, estuvieron los cines Coloso, Maya, Teresa, Avenida y Cinelandia (ambos exhibían caricaturas a color y películas en blanco y negro), en el pasaje Savoy, la sala con ese nombre programaba películas italianas y finalizaba el paseo en los cines Mariscala y Cineac, uno frente al otro. Entre Madero y 16 de Septiembre, el primer paso a desnivel en la Capital del País, lo inauguró en los años 30 el presidente Pascual Ortiz Rubio. En esos años y en sitio,  un fotógrafo de instantáneas se ganaba unos pesos, se llamó Ernesto “Che” Guevara.

El gran Chava, mi amigo y colega Salvador Estrada, hace años hizo un nostálgico reportaje del México Nocturno Desaparecido. Historias, anécdotas, chismes de los parroquianos conocidos y de las estrellas del cine, de los reporteros “noctambuleros”. Estoy seguro que muchos de los ochentones que supervivimos, dejamos escapar una que otra lagrimita. 

P.D. La polifacética artista, distinguida dama y  activa política Silvia Pinal el pasado día 12 llegó a sus primeros 91 años de edad y dijo “tengo novio, guapo, pero no doy su nombre”. La de Guaymas, Sonora, si es cierto lo que declaró, confirma que para el amor no hay edades…Y comentando de edades, la Miss Universo 1965, hoy de 74 años de edad, aseguran que luce muy guapa, escultural y hasta juvenil, modelando para algunas firmas. Ella es Apasara Hongsukula, quien nació en 1947 en Bangkok, Tailandia… Este domingo se cumplirán 36 años del terremoto que cambió la vida en la Ciudad de México. Miles de familias perdieron a sus seres queridos, quedaron sin hogar, sin patrimonio. La noche del viernes 20, volvió a temblar la tierra. Doble susto y un trauma que padecimos por muchos meses. Veíamos destruida la ciudad y testimoniamos la unidad de todos los sectores para acudir en auxilio de las víctimas. 

*Frase del periodista regiomontano #El Tío Toño

jherrerav@live.com.mx