Muchos afirman que los problemas actuales son porque en las escuelas ya no existe el libro de Civismo. Ojalá fuera a si de sencillo, cualquier editorial hasta regalaría el libro, ese que llevamos las generaciones anteriores. Actualmente el Civismo se encuentra en el área de Ciencias Sociales
El Civismo es una virtud privada, de gran utilidad pública, está inherente en la vida política y social; da nacimiento a todas las virtudes particulares. A menudo se ve reducido al discurso de las obligaciones, se olvida de la solidaridad colectiva, del orden público, la moral, del orden social, el civismo de los deberes ese si es obligatorio.
No es una cortesía social, va más allá de la intención generosa y altruista, se trata de comportamientos cotidianos de negociación con uno mismo, pero involucra a la administración pública, a las deliberaciones de los comportamientos de la sociedad compleja en la que convivimos.
Compromete lo colectivo, ese lugar de mediación, de intercambio entre lo público y lo privado, involucra las formas del ejercicio de la ciudadanía, de los derechos y deberes, del vivir juntos, supone compromisos; es donde están implícitos los intereses particulares y las leyes votadas en nombre del interés general.
Las pequeñas cortesías transforman sociedades enteras, pero vivimos en el sálvese quién pueda. Las sociedades más prosperas han cultivado comportamientos como: el respeto, la honestidad, los actos de cortesía son la herramienta que hacen avanzadas a las sociedades. Son actos tan cotidianos como recoger basura, ceder el paso, el asiento en el autobús a un adulto mayor, a una mujer embarazada, al que padece discapacidad. Las sociedades con alto civismo cultivan la ciudadanía, tienen menos criminalidad, más cooperación, menos infracciones y mejor convivencia.
Las practicas cívicas se manifiestan en el espacio público, pero los comportamientos de las personas son como en la adolescencia, romper las reglas, las privas y las públicas como: no respetar la luz del semáforo, el estacionamiento público, tiran colillas de cigarro sin pensar que pueden causar un incendio, los que no recogen los desechos de sus mascotas, los usuarios en redes sociales que insultan desde la cobardía del anonimato.
La grosería, los comportamientos como el soborno, el bullying, la corrupción se han vuelto la norma y la cortesía y la amabilidad son muy escasos.
Tenemos que reconocer vivimos interconectados, somos parte de un sistema familiar y social, nuestras acciones afectan el bienestar colectivo, la indiferencia disfrazada de tolerancia es tan destructiva como la agresión directa.
La sociedad con la violencia incontrolable que sufrimos por no aplicar la ley está costando muy cara, se necesitan más policías, más armas, más burocracia, más hospitales y más expertos para atender a los muertos.
Es un hecho que nos falta empatía, compasión, se ha ido perdiendo por el nivel de violencia y el estado de indefensión en el que vivimos, la desconfianza en las autoridades se la han ganado a pulso.
Hemos normalizado la violencia, es fácil comprar armas a pesar de que están prohibidas. Necesitamos compasión, exigir que las autoridades cumplan sus funciones que castiguen a los responsables, la impunidad y la corrupción se han multiplicado.
Cuando mis nietos estaban pequeños de repente el niño le dio un golpe en la cara a su hermana, se dio la vuelta y se fue como si nada, su hermana lloraba desconsolada.
Lo regresé, lo puse frente a ella, le dije: mira cómo está sufriendo, tómale la mano y ofrece disculpas, se logró la empatía: “Hermanita me perdonas” “Si te perdono” se abrazaron.
Son los mejores amigos. Los padres lo que hacen es ignorar, castigar, culpar y lo que logran es el odio entre hermanos.
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