Por: Rosa María Campos
taca.campos@gmail.com
Vencedores del Tiempo….
Pierre Pradervand escribió un ensayo sobre las bendiciones y sus múltiples beneficios. Es tan bello que me atreví hacer una síntesis de su ensayo y añadir algunos datos complementarios, con la intención de que se animen a practicar el arte de bendecir.
Bendecir significa:
Exorcizar, reconciliar, perdonar, alabar, ensalzar, magnificar dar gracias.
Bendecir es invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo, para que reciba la felicidad y la gracia.
Bendecir es desear totalmente y sin reserva el bien ilimitado –para los demás y para los acontecimientos de la vida. Propósito que hace aflorar de nuestras más profundas e íntimas fuentes, los mejores deseos.
En otras palabras bendecir es venerar y considerar con total admiración lo que es creación de Dios, sean cuales fueren las apariencias.
EL BENDECIDO
Quien recibe una bendición es un ser privilegiado, consagrado, entero. Alguien que lo bendijo invocó la protección divina sobre él o ella, haciendo un llamado para que la felicidad llegue a su encuentro.
Aprendamos a bendecir todos los días y nos llegará la felicidad como regalo. Hay que bendecir nuestra ciudad, nuestros gobernantes y a todos los seres que conozcamos: educadores, enfermeras, barrenderos, sacerdotes, prostitutas.
Al despertar, iniciemos la jornada bendiciendo. Porque bendecir significa reconocer el bien infinito que forma parte integrante de la trama misma del universo y ese bien lo único que espera es una señal tuya para poder manifestarse.
Al cruzarte con la gente por la calle, el auto, en tu lugar de trabajo, bendice a todos. La paz de tu bendición será la compañera de su camino, y el aura de su discreto perfume será una luz en su itinerario. Bendice a los que te encuentres, derrama tu bendición sobre su salud, su trabajo, su alegría, su relación con Dios, con ellos mismos y con los demás.
Bendice a todos en todas las formas imaginables, porque esas bendiciones no sólo esparcen las semillas de la curación, sino que algún día brotarán como otras tantas flores de gozo en los espacios áridos de tu propia vida.
Y cuando alguien te muestre la menor agresividad, cólera o falta de bondad, responde con una bendición silenciosa. Bendice sinceramente, gozosamente a esa persona. Nuestras bendiciones son un escudo que nos protegen de la ignorancia y maldades de nuestros oponentes cambiando de rumbo la flecha que nos han disparado. Sé un artesano de la paz, y un día descubrirás por todas partes el rostro mismo de Dios.
Y no te olvides de bendecirte a ti esa persona, maravillosa, bella en su verdadera naturaleza y digna de amor, que eres tú mismo.