La consulta ciudadana para revocar el mandato del actual presidente de la República fue un ejercicio inédito en la vida política de nuestro país; nunca se había presentado una oportunidad para que la ciudadanía pudiera externar su sentir con respecto al desempeño del titular del Ejecutivo federal y, menos aún, de estar en posibilidad de retirarlo del cargo por pérdida de confianza.
Como es natural, en el ambiente político vigente en México encontramos dos principales posturas contrapuestas respecto a los resultados y a la participación ciudadana en este ejercicio cívico-político.
Por un lado, el conservadurismo asegura que la consulta ciudadana para la revocación de mandato fue un rotundo fracaso, y augura el desplome del apoyo ciudadano con el que cuenta el principal adalid de la Cuarta Transformación de la vida pública nacional.
Por el otro, estamos quienes vemos en la revocación de mandato un ejercicio democrático de gran importancia, especialmente para los periodos presidenciales venideros, ya que permitirá a la ciudadanía remover malos gobiernos, sin tener que padecerlos durante todo el periodo constitucional de seis años en el cargo.
Con el ejercicio de consultas ciudadanas como la desarrollada el fin de semana pasado podemos afirmar que el fortalecimiento de la democracia en nuestro país avanza con paso firme, a pesar de los intentos por desincentivar la participación y por descalificar lo que en las urnas fue un éxito para el presidente de la República.
Para quienes hemos impulsado éste y otros ejercicios con el fin de escuchar la voz del pueblo en las decisiones más importantes del país, la participación del 17.7 por ciento del padrón electoral y la victoria de la continuidad por alrededor del 90 por ciento de los votos en una dinámica ciudadana nunca antes realizada representan un indubitable triunfo, aunque para los adversarios el hecho de que no se haya obtenido la misma cantidad de votos en favor del presidente que en 2018 pone en tela de juicio la continuidad del proyecto de la 4T para los comicios de 2024. Como afirma el dicho, “todo depende del cristal con que se mire”.
Considerando que la participación del pasado domingo fue de poco más de 16.5 millones de personas, de las cuales aproximadamente 15.1 millones votaron a favor de que el presidente concluyera con su mandato, y que, debido a las circunstancias y al escenario político actual, en días previos a la consulta estimé que la afluencia del electorado sería óptima si llegaba a los 15 millones, es claro que, pese a las resistencias, se superaron las expectativas.
Es de lógica elemental que no se iba a conseguir el mismo índice de participación en esta consulta, si no se contaba con un número igual de casillas instaladas durante el proceso electoral de 2018. El domingo pasado hubo un 66 por ciento menos casillas que en aquellos comicios, a pesar de que el electorado creció de 89.1 millones de ciudadanas y ciudadanos registrados en el padrón de votantes, a 92.8 millones.
De acuerdo con los resultados del domingo 10 de abril —tomando en consideración la cantidad de casillas faltantes—, proporcionalmente, el presidente de la República obtuvo un resultado similar al de julio de 2018. De esta manera, se puede verificar la congruencia entre los niveles de aprobación que registran las mediciones hechas por particulares y los resultados del reciente ejercicio de revocación de mandato.
Otro dato de interés es que, con un presupuesto de 502.6 millones de pesos para la consulta sobre los juicios contra ex presidentes se instaló el mismo número de casillas usadas para la revocación de mandato, con la diferencia de que esta última costó 1,692 millones de pesos, lo que sugiere que con esa cantidad pudo incluso haberse triplicado la cobertura. Esta inconsistencia fue señalada por el propio presidente de México, pero no hubo una respuesta oficial.
Los adversarios al movimiento de transformación están tratando, con base en sus propios razonamientos, de medir el éxito o el fracaso del ejercicio de revocación de mandato del domingo pasado, pero desestiman aspectos como la campaña de desmovilización que ellos mismos impulsaron abiertamente o la falta de proactividad del órgano electoral encargado de la organización.
Sin embargo, contra viento y marea, se realizó el primer ejercicio democrático de su naturaleza en nuestro país, algo que no se lleva a cabo ni en las democracias que se asumen como las más avanzadas de este tiempo. Darle la posibilidad a la ciudadanía de retirarle su voto de confianza al personaje más importante del sistema político nacional es ahora una posibilidad real, cuyas repercusiones positivas serán observables más claramente en los siguientes sexenios.
Apuntalar la democracia en nuestro país para convertir la auténtica participación ciudadana en uno de sus pilares es una de las misiones históricas de la 4T, no sólo para saldar la deuda que ha estado pendiente por muchísimo tiempo con el pueblo de México —el cual ha luchado durante tantos años contra el autoritarismo—, sino también para dejar un importante legado para las generaciones futuras. En ello recae la gran importancia del ejercicio cívico-político llevado a cabo exitosamente el domingo anterior.
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