Por: Ricardo Monreal Avila
El brote y expansión del Coronavirus SARS-CoV-2 en México se ha manejado por el gobierno federal con responsabilidad, para evitar no sólo la oleada de contagios entre la población, sino también efectos perniciosos sobre la economía de las familias mexicanas. Tal y como lo han anunciado las organizaciones internacionales y el propio presidente de la República, sobre el mundo se cierne una importante recesión económica que afectará a todos los países del globo.
Hace dos años, cuando inició la guerra comercial entre las dos economías más importantes del mundo, China y Estados Unidos de América, se vaticinaron efectos perniciosos sobre el sistema financiero mundial, los cuales ha resentido México.
No obstante, derivado de la sana racionalización de los recursos y del plan económico del gobierno federal, el Peso comenzó a recuperar terreno respecto a su paridad con el Dólar a inicios de este año, llegando a rondar los 18 Pesos por cada billete verde. Desgraciadamente, la irrupción de la enfermedad COVID-19 en el escenario global ha golpeado negativamente a las finanzas de todos los países, aunque con mayor severidad a las de naciones en desarrollo.
Aunado a ello, los bruscos movimientos en el mercado de combustibles fósiles provocados por Rusia y Arabia Saudita (dos de los principales productores a nivel internacional), hundieron los precios del barril de crudo mexicano, incluso hasta llegar a poco más de los 14 pesos por barril, lo que provocó que la paridad Peso-Dólar se viera afectada sensiblemente (en días pasados rebasó la barrera de los 25 Pesos por cada billete verde).
Haciendo un análisis retrospectivo de la situación que se vivió con la aparición de la gripe porcina o influenza A (H1N1) en 2009, la administración federal de aquel entonces tomó la decisión de cerrar abruptamente el 75 por ciento de los establecimientos mercantiles en la capital del país, destinos turísticos y escuelas.
El resultado fue una contracción del PIB de -6.5 por ciento —alrededor de 80 mmdd— y una lenta recuperación económica.
Las cifras en México, considerado el epicentro de la pandemia, fueron de 70,715 casos confirmados y 1,172 defunciones a causa de la infección viral. Lamentablemente, se impusieron la improvisación, la ocurrencia y los malos manejos de la crisis; lo que golpeó de manera aguda a los grupos más vulnerables del país.
En la economía local, el costo del manejo de aquella pandemia se observó en la quiebra sumaria de pequeñas y medianas empresas, asfixiando con ello la economía de miles de familias mexicanas a lo largo y ancho del territorio nacional. Pese a la emergencia, el gobierno optó por reducir el gasto social y, en contraparte, liberar apoyos económicos para un sector empresarial focalizado; es decir, se privilegió una visión económica vetusta por encima de los intereses de las personas.
Por si fuera poco, para elevar los índices de recaudación se decidió cargarle la mano a la ciudadanía con el aumento gradual de los precios de los combustibles y de la energía eléctrica; medidas de carácter regresivo.
En el contexto actual, la presente administración se ha caracterizado por la mesura y la prudencia; antes que provocar escenarios de histeria colectiva y de pánico generalizado, ha optado por informar a la ciudadanía acerca del desenvolvimiento del brote del Coronavirus, preparándose con recursos suficientes, para enfrentar los peores escenarios posibles.
Por otro lado, la visión propersona y de carácter social del actual gobierno ha permeado las políticas y las medidas que han buscado evitar la propagación de la cepa, por lo que, al mismo tiempo, se ha puesto especial atención a las consecuencias que indudablemente resentirá la población ante la parálisis económica.
Recientemente, la Organización Mundial de la Salud señaló que nuestro país está cumpliendo en tiempo y forma con las principales medidas de prevención, además de contar con la capacidad técnica y hospitalaria para enfrentar la contingencia.
En el fondo de las medidas tomadas, se puede observar la clara preocupación de priorizar la ayuda hacia los sectores vulnerables que pueden ser mayormente golpeados por la crisis sanitaria y por la inminente crisis económica.
El apoyo otorgado a personas adultas mayores se adelantó cuatro meses; está preparada una bolsa de 120 mmdp para que nuestro país pueda atender de manera cabal la contingencia; se cuenta ya con una extensión de 25 mmdp para equipar hospitales y clínicas, con el fin de atender aquellos casos de infección agravados, y el precio de los combustibles se está reduciendo en plena crisis. Todo esto ayudará a contener un repunte en la inflación, que hasta el momento sigue controlada.
México no enfrentará la crisis con un choque fiscal, como aconteció durante la pandemia de 2009; hay responsabilidad social y serenidad para afrontar la situación. A casi un mes de haberse presentado el primer caso de Covid-19 en nuestro país, el ritmo de contagio no ha crecido de manera dramática, como sucedió en otras naciones, a pesar de haber entrado en la fase 2, de dispersión comunitaria; sin embargo, será inminente la fase 3, de dispersión nacional.
Para la fase 3, el Centro de Programas Preventivos de Control de Enfermedades estimó un número de aproximadamente 250,000 casos confirmados en nuestro país; de esa cantidad, el 80 por ciento recibirá tratamiento ambulatorio, mientras que un 14 por ciento requerirá hospitalización y un 6 por ciento, terapia intensiva.
Nuestra economía tiene la capacidad de recuperarse. La volatilidad de la paridad del peso respecto al dólar amainará con el paso de la crisis, lo mismo el precio de la mezcla mexicana de crudo en el mercado internacional. Mientras tanto, los planes gubernamentales para atender la emergencia sanitaria y el golpe económico ya están en funcionamiento; la reactivación y el cuidado de la economía familiar y local —ingresos-empleo— nos permitirá salir de la apremiante situación en el menor tiempo posible.
Es indispensable que sigamos al pie de la letra las recomendaciones difundidas por el gobierno: mantener la sana distancia; quien tenga la posibilidad, que no salga de casa, excepto por imperiosas necesidades; no olvidar los cuidados extremos en la higiene personal (lavado constante de manos y no tocarse la cara).
Es responsabilidad de todas y todos mitigar o sortear la crisis provocada por el esparcimiento de este nuevo Coronavirus.
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