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Ricardo Monreal Avila

Históricamente, México ha estado lleno de contrastes de todo tipo, los cuales han hecho mella en diversos ámbitos de la vida cotidiana.

La desigualdad en el país se alimenta de factores variados, cuya presencia en nuestra sociedad ha sido recalcitrante y, a la fecha, no se ha encontrado el camino adecuado para revertirlos.

Desde la época colonial hubo problemas para echar a andar o sostener los proyectos que impulsarían el desarrollo de la Nueva España. Recuérdese que en el momento en que esta última comenzó a mostrar un crecimiento económico sostenido, debido a la riqueza generada por la extracción de metales preciosos y el aumento de la agroindustria dentro del territorio, hubo ciertas restricciones que impidieron el libre progreso.

La reformas borbónicas de finales del siglo XVIII repercutieron considerablemente en las Colonias, como la Nueva España, pues se estableció que éstas sólo podían comerciar y negociar con la Metrópoli; asimismo, se dio un aumento de impuestos para satisfacer las necesidades bélicas de la Corona y, por otro lado, se golpeó directamente a una de las principales instituciones de la sociedad novohispana: la Iglesia que, en aquel momento, fungía como una especie de Banca de Desarrollo.

Posteriormente, desde la época de la Independencia y hasta la restauración de la República en 1867, se advirtió un nulo desarrollo de la Banca mexicana.

Los incesantes problemas políticos y bélicos en el país durante poco más de cuarenta años en el siglo decimonónico impidieron considerablemente la instauración de instituciones bancarias; no obstante, durante el régimen porfirista de tres décadas nuestro país comenzaría a manifestar indicios de crecimiento económico, lo cual fue interrumpido por el estallido del movimiento revolucionario de 1910.

Las condiciones para el restablecimiento de un sistema bancario en el país no se consolidarían, sino hasta la década de los cincuenta del siglo pasado, momento en que, debido a la bonanza económica generalizada y al advenimiento del llamado “milagro mexicano”, la población comenzó a interactuar con los servicios bancarios, tanto públicos como privados.

Sin embargo, en la actualidad existen algunas dificultades en relación con el fortalecimiento de la Banca en México. El sistema financiero nacional en general, y la Banca comercial en particular, se pueden optimizar a partir de la diversificación, evitando los oligopolios y las malas prácticas que con frecuencia afectan directamente a las personas usuarias, favoreciendo la desigualdad.

En semanas anteriores conocimos una noticia que cimbró al sistema financiero de nuestro país. Citigroup anunció su salida respecto a operaciones de Banca comercial en México y puso en venta a Banamex, lo que da pie a revisar la situación bancaria, para mejorar las condiciones del sector financiero.

En mi libro “Reforma al sistema financiero. Una visión de futuro” argumento que la Banca comercial y de consumo ha manifestado signos de contracción que la llevaron a concentrarse, a la vez que limitarse, a la atención de los sectores que le son más rentables: el ámbito urbano-citadino y algunos municipios, relegando a las zonas en donde se estima poca rentabilidad para su actividad.

Un problema frecuente en la plantilla de Bancos privados ha sido la gran cantidad de señalamientos de fraude, corrupción, operaciones con recursos de procedencia ilícita y demás situaciones irregulares en las que se han visto envueltos.

La FinCen -unidad de inteligencia financiera del Gobierno de Estados Unidos- reveló que entre 2010 y 2016 detectó 57 transacciones o movimientos irregulares realizados por nueve Bancos mexicanos, que suman en total 5 mil 500 millones de dólares; tales operaciones están relacionadas específicamente con lavado de dinero. La salida de Citigroup se puede circunscribir en este contexto al que se le suma el escándalo de Oceanografía.

Asimismo, de acuerdo con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, en 2020 cuatro grupos inmersos en el sistema bancario mexicano concentraban el 68.6 por ciento de los activos: BBVA y Santander tenían en su poder el 24.1 y el 15.6 por ciento, respectivamente, seguidos por Banorte y Banamex, con un 15 y un 13.9 por ciento cada uno. Esto evidencia la falta de competencia comercial en el sector y, al mismo tiempo, explica la carencia de servicios bancarios en municipios rurales, semiurbanos y los conocidos como “en transición”.

Tan sólo como ejemplo, la Alcaldía Cuauhtémoc, ubicada en el centro de la CDMX, cuenta con aproximadamente 2,388 cajeros automáticos, mientras que los estados de Nayarit, Zacatecas, Campeche, Colima y Tlaxcala, entre todos, apenas suman 2,360.

Resulta evidente que los vicios y barreras causados por la falta de competencia en el mercado bancario necesitan ser atendidos en el corto plazo. Una de las soluciones puestas en marcha por el actual Gobierno es la implicada en los programas y políticas de la banca de desarrollo, los cuales buscan subsanar la falta de servicios de este tipo, principalmente para las personas usuarias o cuentahabientes de las zonas rurales.

No obstante, pese al despliegue de este tipo de esfuerzos, se necesita de la cooperación de las instituciones de Banca privada o comercial; habrá que sumar iniciativas desde el Gobierno en conjunción con el sector privado, para llevar a cabo las modificaciones operativas necesarias que redunden en beneficio del desarrollo equitativo del país.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA