En las nubes
Carlos Ravelo Galindo, afirma: Del beber nos habla un experto, don Octavio García:
“Mi estimado amigo y colega: esa cantidad se me hace pecata minuta. Si acumulo lo que me llegue a beber como buen periodista de El Nacional, entre lo que yo pagué y lo que me cayó de gorra, fue mucho más.
Reconozco que gané mucho dinero, pero la mayor parte la invertí en mujeres y alcohol, lo demás lo dilapidé. Tan tán.
Y nosotros de la poesía de Carlos MacGregor, campechano, reproducimos un extracto de su oda al poeta Cuauhtémoc.
Obtuvimos la aquiescencia de su hija, la también poeta doña Rusia.
El trabajo obtuvo la medalla de oro, en Mazatlán, Sinaloa, en 1961.
Este es su relato:
Cuauhtemoctzín como poeta estuvo
presente en los motines de mi raza,
y en holocausto al tiempo
nos entregó el poema del paisaje de Anáhuac.
Aquel poema lo inscribió inspirado
en la unión de su acción y su palabra;
lo escribió sobre el rubio crisol de los maizales;
en el alto pinar de las montañas,
y en la voz de la piedra
cuando dan su alarido las estatuas.
La mañana de luz que hubo en los ojos
de mi señor Cuauhtémoc,
nos dio el temple del agua cuando cae,
del oro ya fundido, del ónix y del hierro;
y creció por sus manos, crispadas de temblores,
un árbol de pujanzas y de nervios.
De aquel tronco mecido
por la furia salvaje de los vientos,
brotaron las estrofas del poema que tuvo
el herrumbre oxidado del acero…
y Texcoco, en un ritmo de piraguas,
tejió con agua sus mejores versos.
“El destierro sin fin”, que dijo Horacio,
era para él la concepción perfecta
de la vida Sagrada, de la fe y de la Muerte;
y el Principio y el Fin de los Aztecas.
Gran orgía de luces y colores
en un mundo fantástico de fiesta,
era el cuadro a los ojos de Cuauhtémoc:
las tribus en la danza de rodelas;
los hombres en la muerte que el teponaxtle aullaba;
y la sangre y el fuego que bajo el sol ardían,
hiciéronlo poeta.
Como el alba y la tarde caminan al crepúsculo,
Cuauhtémoc fue al anuncio de una noche
en que se iba a borrar una Cultura
de las faces del Orbe:
una Cultura que nació en la Historia
sobre jaspe de mármoles y en relieves de bronce.
¡Oh, Cuauhtémoc! ¡Cuauhtemoctzín poeta!
¡Qué prosodia las letras de su nombre!
Por herencia Ahuizotl le dio su sangre,
y Cuitláhuac el Trono de los Hombres…
y en Tlaltelolco principió el poema
que escribieron las garzas y los soles. craveloygalindo@gmail.com