Por: Ricardo Monreal Avila
El virus SARS-CoV-2 produce la enfermedad que conocemos como COVID-19.
Este padecimiento tuvo su centro de origen en la provincia de Wuhan, en China, aunque se han presentado distintas versiones en torno al paciente cero.
Este coronavirus se extendió hacia occidente, primero a Europa y después a América, llegando eventualmente a México.
Con 8,772 casos confirmados de contagio y 712 fallecimientos por causa de la enfermedad, México ha declarado oficialmente la Fase 3 de la pandemia, en la que coincidirán el mayor número de contagios y hospitalizaciones.
En este punto, el gobierno federal decidió dar cuenta de la emergencia a través de la difusión de la jornada de “Sana Distancia”, la cual se prolongará hasta el 30 de mayo del presente año, lo cual significará un duro golpe para la economía local, pero es incuestionable la necesidad de adoptar este tipo de medidas para que nuestro país pueda salir de la crisis sanitaria en el menor tiempo posible.
En este sentido, dadas las circunstancias poco optimistas, el panorama parece enturbiarse.
En días pasados, la mezcla mexicana de crudo sufrió una depreciación inusitada, ya que después de cotizarse en 14.32 dólares por barril, llegó a -2.37 dólares por unidad, situación que ha preocupado ampliamente a todos los sectores de la sociedad mexicana.
El movimiento a la baja se debió a la sobreoferta en el mercado petrolífero internacional y a la brusca reducción en la demanda, ocasionada por la irrupción del COVID-19 a escala global, lo que provocó que los productores, ante la estrepitosa caída de la demanda, erogaran parte de sus recursos para que ciertas empresas almacenen los excedentes de producción.
La recuperación, según prevén instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional, será lenta, pues las actividades productivas en los países se han ralentizado al ritmo de la pandemia, por lo que es importante estar pendientes de las instrucciones del gobierno federal, para que el confinamiento actual tenga un desenlace positivo en el futuro inmediato.
La inherente crisis económica tiene como corolario una creciente preocupación por la situación de las empresas y los trabajadores; resulta difícil determinar los daños colaterales del paro de labores y el cese de la actividad productiva. Asimismo, es complejo medir el impacto negativo que esto traerá en el poder adquisitivo y en el sistema financiero.
El Estado mexicano enfrenta una crisis de salud pública que ya ha derivado en una inminente crisis económica. La labor para cimentar la profunda transformación de la vida pública en México se vuelve aún más titánica con la irrupción de la pandemia.
Sin embargo, la oportunidad de demostrar que se pueden tomar decisiones distintas a las del pasado, con buenos resultados, es más visible en medio de la contingencia; la ciudadanía ha respondido de manera positiva a las medidas emprendidas por la administración federal, en congruencia con su decisión de implementar una forma de gobierno diferente expresada el 2 de julio de 2018.
La 4T debe enfrentar las dificultades desde dos frentes: 1) el negro panorama económico que se cierne sobre el mundo y 2) el oportunismo de sus adversarios que, sin dudarlo, han tratado de sacar raja política de la coyuntura, con miras al proceso electoral y a la consulta de revocación de mandato por venir.
Los opositores al cambio se han manifestado a través de algunos empresarios, mandatarios estatales y municipales, algunos medios de comunicación, partidos políticos y grupos de interés representados por organizaciones civiles.
El reto de la 4T, en este frente, implica desarrollar las “vacunas” y “antivirales” correspondientes para combatir eficazmente a las “bacterias” y “virus” político-económicos que añoran el regreso de gobiernos a modo, con privilegios para unos cuantos y el empobrecimiento de la mayoría.
El cambio verdadero vendrá con resultados y trabajo arduo de por medio, no con la demagogia a la que estaban acostumbrados quienes ahora se asumen como críticos fervientes del gobierno.
Enfrentar una crisis sistémica como la que nos envuelve no es tarea fácil, requiere de la suma de esfuerzos conjuntos para poder lograrlo. El gobierno de la 4T ha dirigido sus acciones a contener el contagio masivo, al tiempo de procurar la estabilidad de la economía de las familias mexicanas, liberando recursos de apoyo ante el paro de labores no esenciales. Procurar el rescate de las fuentes de empleo o de ingresos de la población también ha merecido la atención.
Ciertamente, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público está llamando a cuentas a todos aquellos morosos que han evadido cumplir con sus obligaciones fiscales, en detrimento de las arcas públicas, medida necesaria para allegarse de recursos indispensables para atender mínimamente la serie de pendientes y urgencias provocados por la contingencia.
Las estadísticas y las proyecciones realizadas por las autoridades de salud nos muestran que las acciones tomadas han sido las adecuadas, lo que nos impulsa a seguir atendiendo las recomendaciones de un confinamiento estricto, excepto para las actividades esenciales. De llevarse a cabo, podemos esperar la recuperación de la economía local en un tiempo breve.
A nivel internacional podemos esperar, de manera optimista, que la actividad económica de las demás naciones afectadas —socios estratégicos de México— entre de manera paulatina a su fase de recuperación y se produzca un fenómeno de sinergia productiva y comercial.
Para enfrentar el acecho de los agentes patógenos de carácter político no hay mejor medicina que la entrega de resultados, tal como lo ha hecho hasta el momento el gobierno de la 4T. Así continuará siendo, a pesar de la resistencia de unos cuantos a la transformación profunda de la vida pública de México.
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